A 54 Años de la Gran Revolución Cultural Proletaria en China

A 54 Años de la Gran Revolución Cultural Proletaria en China 1

El 16 de mayo de 1966, se dio inicio a una de las más grandes hazañas del mundo contemporáneo: la Gran Revolución Cultural Proletaria (GRCP) en China. La cumbre más alta alcanzada en el proceso de construcción del Socialismo como primera etapa del futuro mundo comunista. Una gesta que los obreros y campesinos dirigidos por el Partido Comunista de China, llevaron a cabo y que para la experiencia del movimiento comunista internacional dejó un caudal enorme de enseñanzas. Tan grande fue su proeza, que no solo mereció el cariño y la admiración de los pueblos del mundo por muchos años, sino que despertó el odio visceral de los enemigos de la revolución proletaria, quienes se encargaron de tergiversar y ocultar sus triunfos, dedicando montañas de recursos para construir una falsa imagen plagada de calumnias que esparcieron por todos los medios posibles, a tal punto que no solo los más recalcitrantes reaccionarios la odian, sino incluso muchos que se consideran progresistas y hasta revolucionarios, se han tragado sus calumnias y la odian a muerte.

Y ese es el primer mérito de la GRCP, haber despertado el odio, que más que odio es pavor de los reaccionarios, pues durante los 10 años que duró, se gestó un movimiento social caracterizado por la movilización de centenares de millones de hijos del pueblo, quienes tomaron en sus manos el control y la vigilancia de todo lo que se movía en la sociedad china. En campos y ciudades, fueron denunciados públicamente todos aquellos que traicionaban la noble causa de la construcción del socialismo, para defender sus intereses individualistas y mezquinos propios de la caduca sociedad capitalista.

La Revolución China venía en un camino escabroso y empinado de construcción del socialismo desde 1949, un proceso que los obreros y campesinos desarrollaron pletóricos de júbilo, pues aunque tuvieron que sufrir mucho en ese proceso de construcción de la revolución, ese sufrimiento era sin duda alguna muchísimo menor, comparado con los padecimientos en que vivían en una sociedad semifeudal centenaria, donde burgueses y terratenientes azotaban sin misericordia al pueblo chino, manteniéndolo en unos niveles de miseria y padecimientos que no solo eran salvajes, sino que no tenían ninguna perspectiva de mejorar algún día, a menos que los de debajo de la sociedad, se atrevieran a levantar la cabeza y luchar. Así las cosas, el pueblo chino enfrentó con total gallardía y valor la construcción de la nueva sociedad, teniendo que enfrentar, no solo la reacción virulenta de los derrotados terratenientes y burgueses, sino además, el cerco de los imperialistas quienes pretendieron ahogarlos económica, política y militarmente para provocar su debacle.

Del 49 al 66, la China atrasada y llena de tragedias se había transformado como por arte de magia (algo similar al rápido proceso dado en la URSS) en una nueva China; el nivel de vida de las masas se transformó del cielo a la tierra, se alfabetizó a toda la población, se cubrieron todas las necesidades básicas como comida, vivienda, salud y educación de los cerca de 1000 millones de chinos, se tecnificó el campo y se dio un enorme impulso a la industria, a las ciencias, la medicina y todas las forma del arte; la prostitución y la drogadicción, enormes tragedias para el pueblo chino, se redujeron a la mínima expresión, y el papel de la mujer cobró en todas las áreas una importancia enorme, dejando de ser las mujeres un simple objeto de placer y un esclavo al servicio de los hombres.

En la economía se puso la planificación centralizada de toda la producción, donde la industria jugó un papel importante al tecnificar el campo y promover la colectivización a la que se sumaron millones de campesinos pobres y proletarios agrícolas, quienes recibieron con buenos ojos el desarrollo de la producción, lo que garantizó rápidamente el suministro de alimentos a toda la población, incluso con el crecimiento poblacional, que al contrario de disminuir aumentó todos los años.

Los grandes triunfos de la revolución china, se dieron no solamente contra los enemigos abiertos, sino contra los más peligrosos, aquellos que con máscara comunista enfilan sus baterías contra el poder de las masas; un ataque que se gestó lastimosamente desde dentro y desde fuera de la propia China cuando tras la muerte en 1953 de José Stalin, los enemigos del socialismo y el comunismo desenfundaron con mayor saña sus armas contra la dictadura del proletariado, una lucha que venía de años atrás, pero que con la presencia de Stalin, se mantenían cobardemente agazapados.

La restauración del capitalismo ya había cogido camino y había ganado un gran trecho en la patria de la Soviets, lo que había provocado una enconada lucha por parte de los comunistas chinos quienes encabezados por Mao Tse-Tung, tuvieron que llevar a cabo una lucha tenaz contra el revisionismo que se había incubado en el propio Partido Comunista de la URSS y que había arriado las banderas de la dictadura del proletariado “a nombre del proletariado”. Con los mismos bríos, en las propias filas del Partido en China, los seguidores de la restauración del capitalismo en la URSS, comenzaron una enorme lucha por meter de contrabando las ideas, las costumbres y toda la porquería de la ideología burguesa en las filas de la revolución. Precisamente el mismo Partido Comunista de China en 1966 ponía en claro en la Decisión del Comité Central del PCCH sobre la Gran Revolución Cultural Proletaria:

“Aunque derrotada, la burguesía todavía trata de valerse de las viejas ideas, cultura, hábitos y costumbres de las clases explotadoras para corromper a las masas y conquistar la mente del pueblo en su esfuerzo por restaurar su poder. El proletariado debe hacer exactamente lo contrario: debe propinar golpes despiadados y frontales a todos los desafíos de la burguesía en el dominio ideológico y cambiar la fisonomía espiritual de toda la sociedad utilizando sus propias nuevas ideas, cultura, hábitos y costumbres. Nuestro objetivo actual es aplastar, mediante la lucha, a los que ocupan puestos dirigentes y siguen el camino capitalista, criticar y repudiar a las «autoridades» reaccionarias burguesas en el campo académico, criticar y repudiar la ideología de la burguesía y demás clases explotadoras y transformar la educación, la literatura y el arte y los demás dominios de la superestructura que no corresponden a la base económica del socialismo, a fin de facilitar la consolidación y el desarrollo del sistema socialista”

Y precisamente, ahí está el gran mérito de la GRCP, que mostró el camino de cómo impedir la restauración del capitalismo; lo mostró y lo desarrolló durante 10 valiosos años donde puso en su verdadero nivel de importancia el papel que juegan las masas en la transformación de la sociedad, y porque la clave de impedir la restauración del capitalismo está en el enorme poder que deben tener las masas de obreros y campesinos, un poder por sobre el que no debe haber absolutamente nada. Ese es el gran mérito de esta proeza histórica, tan odiada por los reaccionarios y tan apreciada por quienes se han dado a la tarea de estudiarla y conocerla.

El socialismo es una etapa de transición entre el capitalismo y el futuro mundo comunista; una etapa donde se mantiene viva y muy álgida la lucha de clases y por ende el peligro de la restauración del viejo poder de la burguesía; y la GRCP desarrolló y puso en práctica durante 10 años el antídoto para esa restauración, ese es su gran mérito, dicho por el propio Partido en China en 1966 en las orientaciones para su puesta en práctica:

“Hay que confiar en las masas, apoyarse en ellas y respetar su iniciativa. Hay que desechar el temor. No se debe temer que se den casos de desorden. El presidente Mao nos ha dicho frecuentemente que la revolución no puede ser tan fina, tan apacible, tan moderada, amable, cortés, restringida y magnánima. Hay que dejar que las masas se eduquen a sí mismas en este gran movimiento revolucionario y aprendan a distinguir entre lo justo y lo erróneo, entre la forma correcta de proceder y la incorrecta.”

Aun así en 1976 las burguesía empotrada en el Partido Comunista y el Estado, logra dar un golpe que hace que China vire hacía el camino capitalista; es muy importante para el proletariado entender a profundidad a que se debió su derrota, para esto reproducimos una parte del artículoImportancia y significado de la Gran Revolución Cultural Proletaria en China y las tareas actuales de los Comunistas publicado en Revolución Obrera con ocasión de los 50 años y que invitamos a continuar su lectura.

“El análisis crítico de la experiencia del proletariado en el poder, debe buscar la causa más profunda de su derrota temporal, en la cuestión de la forma política del nuevo tipo de Estado para ejercer la dictadura omnímoda sobre la nueva burguesía en el socialismo. Ya Marx había puntualizado su importancia: «La Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo». (La Guerra Civil en Francia, Marx – 1871)

Y esa forma política esencial del nuevo Estado no es otra que: el pueblo armado y funcionarios elegibles y removibles por las masas en cualquier momento, un nuevo poder que tiene su fuente en la iniciativa directa de las masas desde abajo, suprime el parasitismo del viejo Estado —policía y ejército permanentes con el monopolio de las armas, y el ejército de funcionarios burócratas— y es incompatible con cualquier otro poder superior al suyo.

Las medidas respecto a la forma del nuevo Estado, descubiertas por La Comuna de París, fueron llevadas a cabo por los Soviets en Rusia y puestas en práctica durante la Gran Revolución Cultural en China, en particular, en la Comuna de Shanghai: funcionarios elegibles y removibles por las masas directamente y con salarios iguales al de un obrero común; poder estatal que descanse y se apoye en las organizaciones de las masas obreras y campesinas armadas, ejecutivas y legislativas al mismo tiempo. Pretender ejercer la Dictadura del Proletariado, la democracia de los obreros y campesinos sin que éstos estén armados, sin el armamento general del pueblo, es una ilusión. Tal es el significado de la sencilla pero profundamente sabia afirmación del Presidente Mao: ¡El poder nace del fusil!

La experiencia histórica de la Dictadura del Proletariado representa una lucha de clases a muerte, donde los comunistas lucharon por dirigir a las masas en la construcción de un nuevo Estado de Dictadura del Proletariado en Rusia y China con la forma política enseñada por La Comuna de París, contra el oportunismo de derecha partidario de perfeccionar o remodelar el viejo Estado —»Estado de todo el pueblo»—, contra el oportunismo de «izquierda» defensor de la dictadura del partido por sobre la Dictadura del Proletariado. Fue una lucha de clases donde el proletariado y su vanguardia comunista estuvieron sometidos a las vicisitudes de la inexperiencia en el ejercicio del poder y en la construcción del socialismo; a la obligación de repeler las guerras imperialistas o instigadas por los imperialistas contra el poder de los obreros y campesinos; a enfrentar la poderosa fuerza de la costumbre en la sociedad; y principalmente, a batirse contra el enemigo interno, el más peligroso: el revisionismo cabecilla de la restauración capitalista. Al final, fue derrotado el camino enseñado por La Comuna de París, y en la práctica se impuso la concepción de Kautsky, Jrushchov y Teng Siao-ping, cuya esencia común es separar al pueblo del poder, mantener el Estado como si fuera un poder por encima de la sociedad, conservando su administración en manos de los funcionarios burócratas y las armas monopolizadas por fuerzas armadas profesionales y permanentes.

En el curso de esa lucha de clases se fue abandonando el camino de La Comuna de París, como necesidad de la sociedad para continuar avanzando en la abolición de todas las diferencias que ocasionan la división de la sociedad en clases y la lucha entre ellas; se fue imponiendo el perfeccionamiento del viejo Estado con su burocracia y su ejército permanente como lo proponía el renegado Kautsky, cuyas ideas sobre la democracia en general son revividas hoy por los nuevos revisionistas a nombre de la «democracia multipartidista» y el «derecho a disentir» esgrimidos tanto por el «Camino Prachanda» como por la «nueva síntesis» de Avakian.

Las instituciones parásitas que protegen al capital y carcomen la sociedad burguesa fueron apuntaladas: la burocracia estatal y el ejército permanente, forma estatal burguesa opuesta al contenido socialista de las relaciones sociales de producción, y necesaria para la restauración del capitalismo.

Pretender explicar las derrotas del proletariado en Rusia y China atribuyéndoselas a los golpes palaciegos de la nueva burguesía o a que «el maoísmo no funcionó», es soslayar la crítica al kautskismo, que habiendo sido derrotado teóricamente se impuso en la práctica; es evadir el hecho de que la forma estatal burguesa terminó prevaleciendo en estos países, y era cuestión de tiempo, que el aparato burocrático militar se reprodujera a sí mismo, actuando como una fuerza objetiva del capital y del capitalismo que aún subsistía y se generaba espontáneamente en la sociedad socialista.

Las causas de la derrota del proletariado en los países socialistas no son casualidades, ni pueden explicarse por los golpes de mano de la burguesía o la falta de habilidad de los comunistas. El que esa forma de Estado burocrático-militar, con funcionarios privilegiados —muchos nombrados por el Partido y amparados por el ejército profesional— influyera determinantemente en la marcha de la sociedad socialista hasta revertir sus relaciones sociales de producción en capitalistas, y su propiedad socialista en propiedad privada, era apenas la consecuencia de que los funcionarios se corrompieran y se convirtieran en la materialización misma de la nueva burguesía al frente de un Estado, cuya forma política ya no era proletaria sino burguesa. Bastaron unos pocos años para que esa forma de Estado se revelara como máquina de opresión de una minoría privilegiada sobre la inmensa mayoría trabajadora…”

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