Feliz día para los artistas revolucionarios del teatro en Colombia y el mundo

Feliz día para los artistas revolucionarios del teatro en Colombia y el mundo 1
(Escena de la obra Los días de la comuna, de Bertolt Brecht. Puesta en escena de un grupo argentino. Foto tomada de: artemuros.wordpress.com)

A nivel internacional el 27 de marzo de cada año, desde1962, los artistas del teatro celebran su día. Desde nuestro blog Cultural, extendemos un caluroso y fraternal saludo para todos los creadores escénicos del mundo y especialmente a los de Colombia, hombres y mujeres que diariamente tienen que enfrentarse a las dificultades económicas que este sistema capitalista les impone con innumerables trabas a sus procesos creativos, con escasos apoyos y limitadas oportunidades pero que, a pesar de todo, logran sacar adelante sus obras, muchos con un gran espíritu de amor por el pueblo.

Muchos de los artistas del teatro en Colombia, plasman en sus obras, historias de denuncia, de critica a diferentes aspectos de la vida del pueblo, reivindicando las memorias de lucha, homenajeando a las víctimas de la guerra contra el pueblo y por supuesto desde la poética del teatro buscan elevar el nivel cultural de las grandes masas de trabajadores del campo y la ciudad; algunos, buscando desde las artes contribuir a la construcción de una sociedad distinta.

Con motivo de este Día Internacional del Teatro queremos recordar a muchos artistas que el teatro es un arma, una poderosa arma que puede ir más allá de lo que creemos, que dirigida con astucia contra el verdadero enemigo de los oprimidos será posible alcanzar una sociedad nueva en la que las condiciones para la creación y las artes se amplíen, donde el Estado de obreros y campesinos promueva las tareas que garanticen elevar el nivel cultural del pueblo.

Pero para ello es necesario también que los artistas y en este caso lo obreros del teatro asuman un papel militante y revolucionario en el frente cultural, que se acerque a las tareas de construcción del partido del proletariado en Colombia, que estudien y aprendan de las experiencias pasadas y se renueven las bases del arte revolucionario.

El momento actual lo amerita, puesto que vivimos tiempos tormentosos, de crisis y angustias que afligen cada aspecto de la vida del pueblo: hambre, violencia y miseria contra mujeres y niños; crisis políticas dentro y fuera del país, guerra contra el pueblo que no para, crisis climática y ambiental, anuncios de guerras imperialistas… y a todos estos males se suman las consecuencias sociales, mentales, psicológicas y espirituales que generan todos estos conflictos en la vida personal de los obreros y campesinos.

No obstante, ante todos estos males hay también que oponer un teatro revolucionario ya que como lo dijo Miguel Hernández: El teatro es un arma magnifica de guerra contra el enemigo de enfrente y contra el enemigo de casa. Entiendo que todo teatro, toda poesía, todo arte, ha de ser, hoy más que nunca, un arma de guerra. De guerra a todos los enemigos del cuerpo y del espíritu que nos acosas, y ahora, en estos momentos de revolución y renovación de tantos valores, más al desnudo y al peligro que nunca… Con mi poesía y con mi teatro, las armas que me corresponde y que más uso, trato de aclarar la cabeza y el corazón de mi pueblo, sacarlos con bien de los días revueltos, turbios, desordenados, a la luz más serena y humana.

Esa luz de que habla Miguel Hernández no es otra que la del socialismo y el comunismo y por eso los invitamos a estudiar las experiencias de otros artistas revolucionarios, en esta ocasión les compartimos un fragmento de una entrevista realizada al director y dramaturgo hindú Utpal Dutt; una entrevista hecha por A.j. Gunawardana y aparecida en la Revista Teatro en 1971 en Colombia, precisamente en un periodo en el que las ideas de la Gran Revolución Cultural China se fundían con el movimiento revolucionario en Colombia y transformaban las organizaciones de partido; organizaciones que dirigían también en Colombia organizaciones de la cultura para el trabajo revolucionario.

De esta manera, esperamos que ustedes, artistas del pueblo, se animen a sumarse a las tareas de la revolución, de la construcción del partido político de la clase obrera en Colombia y de la construcción del socialismo.

El teatro como arma

AJG: ¿Qué es teatro revolucionario?

DUTT: Teatro revolucionario es esencialmente teatro para el pueblo, lo cual significa que debe ser representado ante las masas. Lo que primero nos interesa es llegar al público, la forma y el contenido ocupan un segundo lugar. Un verdadero teatro revolucionario representado ante una élite intelectual en la ciudad es inocuo, puesto que esa élite nunca cambiará. En esencia, la revolución es primordialmente para obreros y campesinos. El teatro revolucionario debe predicar la revolución. No solamente debe cuestionar el sistema sino clamar por la destrucción violenta de la maquinaria del Estado.

AJG: ¿Es siempre posible hacer teatro revolucionario?

DUTT: No se puede hablar en términos generales de un teatro revolucionario. Es necesario tomar en cuenta las características esenciales de cada época y país. En la India de hoy estamos luchando por una revolución democrática del pueblo, y el teatro revolucionario predica métodos violentos para derrocar el sistema actual. Pero después de la revolución (la cual llegará inevitablemente), el teatro debe cambiar su contenido y enfoque, para ajustarse a las nuevas condiciones.

AJG: ¿Cómo encaja su obra «Vietnam» con este concepto de teatro revolucionario?

DUTT: Nuestro «plan» es presentar al pueblo, los re- latos heroicos de la lucha revolucionaria de otros pueblos, para que aquél, a su vez, se inspire a luchar.

También queremos dar lecciones prácticas acerca de cómo se debe organizar una unidad guerrillera, y cómo debe operar, en este caso, en el Vietnam. Esto nos pareció muy importante. En 1966, cuando se estrenó la obra, no existían guerrillas en la India.

AJG: Usted ha hecho críticas a su obra anterior «Angar» (Carbón).

DUTT: Esta obra no fue revolucionaria, sólo de denuncia. Revelamos la crueldad y explotación en las minas de carbón, donde mueren numerosos obreros a causa de las inundaciones que sus propietarios ordenan para salvar el carbón cuando en éste se ha desatado el fuego. Pero no predicaba la lucha armada para derrocar el sistema. «Angar» puede llamarse, cuando más, una obra progresista, y este término lo considero perjudicial, degradante, casi abusivo. Los progresistas nunca hablan de la revolución, sólo simpatizan con ella desde lejos. Dirán: «Claro que se formarán guerrillas, las gentes lanzarán bombas, frustrados, por carencia de trabajo. En nuestra economía semicolonial, el trabajo no puede ni incrementarse ni distribuirse». Pero, al margen de esto, aunque fuera posible dar empleo a nuestra juventud en otras palabras, sobornarlos- ello no implica que ésta abandone el camino revolucionario.

AJG: Al decir progresistas ¿se refiere usted a los intelectuales de clase media?

DUTT: Exactamente. Por ejemplo, hay una obra de teatro Bengali que muestra los «sufrimientos» de un grupo de jóvenes revolucionarios que accidentalmente vuelan un tren de pasajeros, cuando su verdadero objetivo era un tren militar. El autor pretende, en realidad, criticar a nuestros jóvenes señalando el peligro de tal extremismo, aventurerismo o «trotskismo», (tienen todo tipo de términos y epítetos a su disposición). En verdad, intenta disuadir a la juventud de tomar el camino revolucionario. Nuestro teatro revolucionario no puede desarrollarse aisladamente.

Debe estar ligado a una lucha política más amplia. La situación en la India es muy grave. El frente cultural no puede aliarse con partidos políticos que predican e inclusive preparan levantamientos, Hoy día, el frente cultural sigue luchando sin el respaldo de los partidos.

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(Representación de la obra Tiner Taloyar (1971) de Utpal Dutt con Dutt en el centro. Foto tomada de: https://thetheatretimes.com/

AJG: ¿Cuán eficaz puede ser el teatro bajo tales circunstancias?

DUTT: En 1966, hubo una terrible escasez en Bengala, Bihar y Assam, y los líderes comunistas estaban encarcelados. El frente cultural, aunque carecía de liderato, llamó al derrocamiento revolucionario del régimen, utilizando el tema de la escasez como motivo principal de sus canciones y sus obras. En marzo de 1967 hubo un gran levantamiento, especialmente a lo largo de toda Bengala, que forzó al gobierno a dejar en libertad a los prisioneros comunistas.

En el mismo año de 1967, los campesinos de Naxalvari, al norte de Bengala, estallaron repentinamente en una revuelta armada, utilizando los más avanzados métodos de guerrilla, la cual produjo pánico en las clases dirigentes. Obras teatrales y canciones surgieron casi espontáneamente. «Rakter Rang» (El color de la Sangre), de Anal Gupta, y mi obra «Teer» (Flecha), intentaron relatar la osadía y heroísmo de la guerrilla campesina y denunciar la brutalidad de los soldados y policías enviados por manadas a ese sector. Pero «marxistas» y «comunistas» protestaron diciendo que los líderes del levantamiento Naxalvari eran aventureros, y por lo tanto, quedó prohibida toda referencia a ellos. Estábamos en desacuerdo. Nosotros sosteníamos que el heroísmo de los campesinos armados era material importante para el teatro revolucionario.

El teatro no solamente debe luchar por más altos salarios o por una reducción del impuesto a la tierra. Una obra de teatro puede tomar como punto de partida cualquier argumento encaminado a conquistas parciales, pero necesariamente tiene que llegar a un llamado al derrumbamiento armado del Estado reaccionario. No basta tener un rifle en la mano hay que saberlo utilizar y odiar lo suficiente al enemigo para apuntarle.

Aunque esto puede llamarse un aventurismo de izquierda, contiene más heroísmo que mil resoluciones y discursos. Una pistola sostenida firmemente en la mano y un dedo sobre el gatillo constituyen un cuadro capaz de levantar al pueblo en armas. No se puede escribir una obra donde un gobernante «protesta» y hace «apelaciones». Aunque no haya llegado el momento apropiado para una insurrección, el teatro revolucionario debe anticipar la hora en que, inevitablemente, ocurrirá.

Queremos crear obras, canciones, ballets, para recuperar para el pueblo los episodios importantes de su pasado, cuando ellos se levantaron en armas contra los terratenientes y el ejército británico. Intentamos decirles que la no-violencia y la pasividad son engaños recientes, ajenos a su naturaleza y su historia. Varias obras, de distintos grupos, han llevado esta teoría a los obreros y campesinos, con la esperanza de que la fuerza de las generaciones anteriores les reafirmara la verdad de que la violencia en una guerra justa es su derecho natural.

Debemos evitar los errores de nuestro antecesor el -Indian People’s Theatre Association- (Asociación de Teatro del Pueblo Indio). En sus obras, cada vez que el héroe proletario aparecía en escena, desaparecían conflicto y drama. Era un Símbolo Revolucionario anémico, difuso y sin alma, que gesticulaba y pronunciaba pesados discursos. Al entrar en escena el opresor, terrateniente, prestamista u oficial de policía, la obra recobraba vida, porque el autor parecía haberse desprendido de su nerviosismo para crear un personaje interesante.

Pintar al héroe proletario como un gigante sin debilidades ni conflictos es decirle al público que ser revolucionario es un imposible. El obrero o el campesino, al ver la obra, concluye diciendo: «Yo no puedo ser como él, porque tengo muchos defectos». Nuestro héroe debe ser tan complejo como cualquier otro ser humano. Puede tener numerosas actitudes equivocadas frente a la vida.

Puede ser infeliz en su hogar. Puede ser un mal amante, o un padre tirano, o un hijo desagradecido. En una sola cosa ha de ser simple, directo, firme: su conciencia de clase.

Para que estos personajes heroicos cobren vida, constantemente debemos mostrarlos en relación con esta clase, y, en tanto que el héroe libra sus batallas con el enemigo y consigo mismo, para convertirse en un luchador mejor, y en un hombre mejor, insistimos que se muestren sus compañeros obreros, en masa o individualmente, para que así sea el pueblo, y no un guerrero particular, quien se levante como el verdadero forjador de la historia. Un público de obreros y campesinos en presencia de un héroe proletario lleno de flaquezas, pero fortalecido por su clase, lo capta inmediatamente y se da cuenta de que, para ser un revolucionario, no se necesita primero ser perfecto.

Hemos querido aprender la enseñanza de Lenin, cuando cita a Pisarev y exige se sueñen los sueños del futuro, que la presente realidad no es la completa realidad, que el sueño de justicia y de igualdad del hombre, que seguramente se cumplirá, es también parte de la realidad de hoy. El romanticismo revolucionario de Gorki y su teoría de la amplificación nos ayuda a mostrar la vida no solamente como es sino como debería ser. Y como somos conscientes de que la revolución debe ser necesariamente violenta y conducir al levantamiento armado de la clase trabajadora, a menudo hemos incluido en nuestras obras situaciones en las cuales la acción se interrumpe y los obreros armados se dirigen directamente al público, para señalarle el camino de la revolución y decirle en términos concretos de guerrilleros, los pasos que conducen a la liberación.

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