Nadie debe ser perseguido por no vacunarse

Nadie debe ser perseguido por no vacunarse 1

En los últimos días han sido noticia las medidas punitivas contra quienes se niegan a vacunarse en distintos países, ocasionando a su vez nuevas manifestaciones de colectivos antivacunas y reacciones desde distintas posiciones. Los hechos, por donde se miren, siguen poniendo en evidencia algo que dijeron los comunistas desde que empezó la pandemia: ¡la verdadera pandemia es el capitalismo imperialista!

Las reacciones contrarias a la vacunación están justificadas, pero no por las especulaciones anticientíficas que los ingenuos o algunos interesados en que no se comprendan las causas económicas, sociales y políticas de la crisis sanitaria mundial, propagan diciendo que se trata de una conspiración internacional para exterminar a una parte de la humanidad (habría que preguntarse por qué ellos mismos se vacunaron junto con los pueblos de los países imperialistas y los pobladores del Estado sionista de Israel); tampoco están justificadas por las mentiras fabricadas por los mercaderes de la fe, quienes alegan que se trata de un castigo divino; o de quienes creen que recurriendo a la brujería es posible inmunizarse.

Ahora bien, frente a los hechos económicos, sociales y políticos, es cierto que la investigación científica y la salud están en manos del capital monopolista privado; es decir, fueron convertidas en un suculento negocio del capital financiero, los laboratorios y las farmacéuticas.

Un negocio que en el caso de las vacunas contra el coronavirus no tiene pierde porque ha contado con la financiación estatal, ha tenido la garantía de las compras anticipadas y de remate cuenta con el bloqueo de la liberación de patentes. Moderna, AstraZeneca, BioNTech-Pfizer, Sputnik, Jansenn, Sinovac son las vacunas que más se han vendido contra el coronavirus y todas ellas pertenecen a grandes compañías que tienen su sede en los países imperialistas.

A ninguno de esos traficantes les importa la salud de los pueblos sino el negocio que, por ejemplo, en los primeros tres meses de 2021, le dejó a AstraZeneca una ganancia neta de 1.562 millones de dólares y a BioNTech-Pfizer 4.877 millones de dólares, según las cifras que se conocen públicamente.

Y es justamente por este gigantesco negocio que esos monopolios se oponen a la liberación de las patentes, que permitiría no solo saber cuál es el contenido de las vacunas para conocer realmente su efectividad, sino además producirlas en todos los países al costo real y no al impuesto por los capitales monopolistas en sus “contratos de confidencialidad”, con precios que llegan al escándalo de 21 dólares (alrededor de 79.000 pesos colombianos) por dosis, frente a costos que no sobrepasan los 3.5 dólares en promedio.

También los hechos han resaltado con claridad que la vacunación no impide el contagio; es decir, que las vacunas solo disminuyen los efectos del contagio y que todavía están en el terreno de la experimentación, por eso ahora hablan de una tercera dosis de refuerzo ante las nuevas variantes del coronavirus.

De ahí que sea justa la sospecha de que todo esto es para darle continuidad al negocio y acostumbrar a la gente a estarse vacunando; pero sobre todo, deja saber que la sociedad mundial, además de la crisis económica, social, ambiental y sanitaria a que ha sido sometida por el capitalismo imperialista, está sufriendo una crisis científica. Existe una profunda desconfianza en la ciencia y es justificada, porque ella no está dando respuestas a los problemas de la humanidad pues se encuentra también en manos del capital privado y al servicio exclusivo de la ganancia.

A eso hay que agregarle la actitud criminal de todos los estados que no hicieron nada para impedir la propagación y el contagio, pero sí sometieron a los pueblos al encierro sin garantizar sus medios de subsistencia, para luego enviarlos a la muerte abriendo los negocios porque había que reactivar la economía y, ahí sí, preocuparse por la vacunación. Es decir, imponer medidas punitivas para impedir la movilidad de la gente, sobre todo las protestas contra la crisis social y no con el fin de evitar el contagio, ejerciendo la dictadura abierta del gran capital que, con el pretexto de la pandemia, ha pretendido manejar la sociedad a su antojo y a ello es justo oponerse.

El proletariado revolucionario exige que las vacunas lleguen a todos los pueblos y no sean un privilegio de los países imperialistas y los ricos explotadores, pero a su vez reivindica el derecho que tienen las personas a decidir sobre vacunarse o no; en tal sentido, rechaza cualquier medida que pretenda obligar a vacunarse, como también exige que ninguna persona sea estigmatizada, perseguida o judicializada por no vacunarse.

Pero su vez, no desconoce que las vacunas históricamente han servido para combatir epidemias, sobre todo, destaca que fue el proletariado, cuando tenía el campo socialista, quien le propuso a la humanidad erradicar males como la viruela donando millones de dosis a los pueblos del mundo; igualmente, ya es un hecho también reconocido que las vacunas contra el coronavirus, aunque no evitan el contagio, sí mitigan los efectos más desastrosos, por lo menos, impiden en la mayoría de los casos que las personas contagiadas tengan que ser llevadas a las unidades de cuidados intensivos; por consiguiente, es recomendable vacunarse.

En resumen, los capitalistas vacunan no solo por lo que significa el negocio en sí mismo, sino además porque necesitan de un ejército en buen estado de salud para moler en la producción y obtener ganancias, así como para evitar contagiarse limitando la expansión del virus.

Los comunistas fueron los primeros en denunciar que el capitalismo era la verdadera y peor pandemia; por consiguiente, sigue anunciando que la solución de fondo a las grandes tragedias que azotan a la sociedad mundial en estos tiempos, solo pueden resolverse con la Revolución Proletaria Mundial y la instauración del socialismo en toda la tierra.

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