Prostitución: nuevas formas, vieja opresión

Prostitución: nuevas formas, vieja opresión 1

(Nota: traducido del portugués por Revolución Obrera. Publicado originalmente en el blog del Movimiento Femenino Popular de Brasil: https://brasilmfp.blogspot.com/2022/11/prostituicaonovas-formas-velha-opressao.html?spref=tw).

Reproducimos el siguiente artículo, que en lo fundamental suscribimos con respecto a la posición del proletariado revolucionario frente a la prostitución. Sin embargo, nos parece que no es exacto el análisis de clases cuando las compañeras manifiestan que este fenómeno sobre todo se presenta en un sector de la población que llaman desproletarizado. Como bien lo manifiestan las compañeras más adelante, el proletariado no posee medios de producción, con lo único que cuenta es con su fuerza de trabajo para venderla; el que algunos sectores reciban un salario, que otros estén en la “informalidad” o desempleados no cambia esa condición de ser miembros del proletariado.

La mayoría de las mujeres que se ven obligadas a recurrir a la prostitución, porque su condición económica es cada vez más precaria, obedece a que este sistema todos los días arroja a más sectores de la clase obrera a las calles, incrementando el ejército de reserva, llevándolo a una condición de degradación física y moral y a un paso de la lumpenización.


Durante la pandemia del COVID-19 y con el aislamiento social, asistimos a un crecimiento exponencial de la venta de imágenes, vídeos y otras formas de contenido sexual en línea, actitud deliberadamente alentada por algunas celebridades (que refuerzan y fomentan la imagen de que Brasil es el país del sexo), pero no sólo en sitios “destinados a adultos”. Incluso redes sociales como Instagram, Youtube, Twitter, Tinder y TikTok, con gran acceso a público infantil, funcionan de forma que idealizan, estimulan y propagan estilos de vida que embellecen la prostitución y llevan a las jóvenes a trivializar la venta de imágenes y vídeos de sus cuerpos a cambio de dinero, “seguidores” y “me gusta”. Se propaga la idea de que, como es a través de medios virtuales, y supuestamente una elección de la mujer ejercer su “libertad sexual”, tales actitudes no se caracterizan como opresión y explotación, reforzando así la ilusión del “empoderamiento femenino”.

Según la revolucionaria Alexandra Kollontai, los orígenes de la prostitución son principalmente económicos. Ella afirma que «la mujer, por un lado, está en una posición económicamente vulnerable, y, por el otro, condicionada por siglos de educación para esperar favores materiales de un hombre a cambio de favores sexuales – ya se den estos dentro o fuera de la atadura del matrimonio». (Kollontai, 1921, La prostitución y cómo combatirla).

Este condicionamiento secular, dentro del sistema capitalista, se refuerza de tal manera que las mujeres, cada vez más jóvenes, no ven la prostitución como una degradación de su condición de ser humano, especialmente las que ejercen la prostitución de forma virtual.

Las redes sociales siguen reforzando estas ideas, moldeando el comportamiento social de la juventud, porque el sistema de algoritmos impulsa la estandarización del comportamiento humano, delineando el perfil de “consumo” de los individuos y presentándoles lo que deben “consumir”, de forma sutil e invasiva. En otras palabras, cada vez más temprano, niños y adolescentes son bombardeados con contenidos sexuales y se les impulsa a trivializar su consumo, estimulando el individualismo y el liberalismo en las relaciones.

Otra situación recurrentemente estimulada en la juventud femenina es la “glamourización” y romantización de la prostitución. Canciones, películas, series e influencers defienden todo el tiempo que las niñas y mujeres, llamadas “jovencitas”, necesitan relacionarse con hombres mayores y ricos, los “sugar daddy”, para asegurarse el estilo de vida que se ven influidas a buscar. Muchos sitios web anuncian abiertamente que someterse a esa condición es una excelente manera de que las mujeres conquisten su “independencia financiera”.

Imperialismo y la agonía de la sociedad de clases

Es clave ver cómo la crisis del imperialismo, que se expresa como crisis económica, política y moral del viejo orden, incide directamente en el aumento de los casos de prostitución, sobre todo en los países de capitalismo burocrático. Si la prostitución es una elección, ¿por qué entonces tal condición está directamente relacionada con el aumento de la pobreza y la miseria? ¿Por qué las mujeres que sufren esta condición son mayoritariamente negras, con un bajo nivel educativo, excluidas de la práctica social y de la producción de diversas maneras? Debemos entender que este fenómeno está directamente relacionado con el proceso de desindustrialización y reprimarización de la economía latinoamericana y la desproletarización de la clase. Las generaciones más jóvenes se encuentran al margen del proceso de producción y del empleo formal. De este modo, un gran número de personas se ven abocadas a la semiproletarización.

También está la creciente difusión, incluso en los programas escolares, del espíritu empresarial como medio de enriquecimiento, que inculca en el imaginario de estos jóvenes que el objetivo de la vida es tener garantizado el confort con poco o ningún trabajo.

A pesar de toda la ilusión liberal, es precisamente en momentos de profundización de la crisis política, social, cultural y, sobre todo, económica, cuando se constata el aumento de los casos de explotación sexual de niños y mujeres. Esta es la condición brutal y degradante a la que son arrojadas las mujeres, principalmente negras y pobres, en el caso de Brasil, y estimuladas a ver en esta práctica un medio de supervivencia.

Los datos sobre prostitución y trata de personas con fines de explotación sexual en Brasil y en todo el mundo son escasos y están infravalorados; sin embargo, se calcula que más de 42 millones de personas ejercen la prostitución en todo el mundo, según datos de 2012. De ellas, el 75% son mujeres jóvenes de entre 13 y 25 años y el 80% han sido violadas en esta condición. En Brasil, cerca del 90% de las personas que se prostituyen no les gustaría prostituirse y estar en estas condiciones. Se estima que hay más de 1,5 millones de personas sometidas a la prostitución en Brasil, y de ellas, el 78% son mujeres; el 59% de las mujeres que se prostituyen son cabezas de familia y lo hacen para garantizar el sustento de sus hijos; el 45% sólo tienen el primer grado; el 24,3% no han terminado la escuela secundaria y el 70% de las prostitutas no tienen una cualificación profesional. (datos del monopolio de prensa BAND, en el programa “A Liga” en 2010).

Según datos de la ONU, la trata de personas con fines de explotación sexual en la industria del porno e incluso en la prostitución mueve más de 9.000 millones de dólares al año en todo el mundo, sólo superada por la industria bélica y el narcotráfico. Se calcula que, en Asia, el número total de personas víctimas de la trata y la explotación sexual representa el 56% de las víctimas de la trata en todo el mundo. Según datos de UNICEF, en 2010 se estimaba que más de 250.000 niños eran objeto de explotación sexual en Brasil y, en todo el mundo, se calcula que hay cerca de 2 millones de niños. A pesar de los altos índices, los datos sobre turismo sexual no logran abarcar la cantidad real de personas sometidas a esta explotación, especialmente en mega eventos como la Copa del Mundo y las Olimpíadas, y se sabe que los Estados brasileños más pobres son también los que presentan los mayores índices de explotación sexual, especialmente en lo que comprende la franja norte-nordeste.

Las posiciones de los revisionistas y oportunistas

Algunas feministas burguesas o pequeñoburguesas defienden la regulación de la prostitución, como si tal medida garantizara mejores condiciones para las prostitutas, lo proponen porque no hay nada en sus programas reformistas que pueda acabar con la explotación sexual. Con ello confunden a las mujeres del pueblo y cumplen su vil papel de auxiliares del imperialismo y de la reacción.

Lo que el regulacionismo propone en realidad es estabilizar un grave fenómeno social que surge cuando las mujeres se encuentran en una situación de vulnerabilidad. Estas feministas piensan que la explotación sexual de la mujer es aceptable siempre que cumpla la norma establecida. Es fundamental desmontar cualquier idealización al respecto. Veamos la situación en los países europeos y del primer mundo, donde la legalización de la prostitución está directamente relacionada con el tráfico de mujeres procedentes de países oprimidos. Esto se debe a que, mientras descienden las mujeres autóctonas que se prostituyen, aumentan las inmigrantes víctimas de la trata, engañadas con falsas propuestas de trabajo y sometidas a explotación sexual.

Por otro lado, existe el segmento más radical del feminismo burgués y pequeñoburgués que defiende el llamado “modelo nórdico”, que prohíbe la prostitución y alimenta la lógica punitiva para los “clientes”, como si tal medida resolviera el problema de la mujer que se encuentra en tal situación.

¡Combatir a los explotadores y las causas de la prostitución!

No es raro oír decir que la prostitución es la “profesión más antigua del mundo”. Sin embargo, lo que esconde esta afirmación es que la opresión femenina es tan antigua como la prostitución, ya que ambas surgen en un momento concreto de la historia de la humanidad, que es la aparición del patriarcado, la propiedad privada y la sociedad de clases, en la que la condición de la mujer en la sociedad se ha ido degradando cada vez más.

La prostitución no puede considerarse una profesión porque no se trata de vender fuerza de trabajo, sino el propio cuerpo humano. No produce nada socialmente y el beneficio obtenido mediante la explotación es a través de la venta de los cuerpos de las mujeres.

El trabajador, desposeído de los medios de producción, vende al patrón su fuerza de trabajo, no a sí mismo. Esta es una de las condiciones que distinguen al proletariado de los esclavos. Al prostituirse, la mujer vende su propio cuerpo, asemejándose a la condición de los esclavos porque su cuerpo es propiedad de otro y cae en una condición que la convierte en una cosa, deshumanizándola.

Todavía existe el peso de la moral burguesa hipócrita, empeorando aún más la situación de las mujeres, la burguesía repudia la prostitución sólo de palabra y en el sentido de criminalizar a la mujer prostituida, pero no el orden de explotación y opresión que le permite estar en esta condición. Engels, analizando la formación de la composición familiar monógama, percibe cómo, por un lado, se instituyó la monogamia para las mujeres y, por otro, se perpetuaron las condiciones de libertad sexual para los hombres. Veamos:

«El heterismo [poligamia] es una institución social como otra cualquiera y mantiene la antigua libertad sexual… en provecho de los hombres. De hecho, no sólo tolerado, sino practicado libremente, sobre todo por las clases dominantes, repruébese la palabra. Pero en realidad, esta reprobación nunca va dirigida contra los hombres que lo practican, sino solamente contra las mujeres; a éstas se las desprecia y se las rechaza, para proclamar con eso una vez más, como ley fundamental de la sociedad, la supremacía absoluta del hombre sobre el sexo femenino». (Engels, 1884, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado).

Para las mujeres del pueblo no basta con comprender y denunciar el problema social y económico que genera la prostitución y sus consecuencias. Es necesario tomar parte activa en la lucha por la emancipación femenina como parte intrínseca de la lucha por la emancipación de la clase. Combatir la moral burguesa y el revisionismo, porque la explotación sexual no se erradicará con mero punitivismo ni con reformas liberales como la regulación de la prostitución. La explotación sexual se erradicará a medida que avance la lucha contra el sistema de explotación y opresión del capital, de forma organizada y con la elevación de la conciencia de clase en medio de la lucha por la emancipación de la mujer. Debemos instigar, sobre todo en la juventud, el combate sin tregua contra la naturalización de la prostitución, fomentar una nueva cultura, la moral proletaria y la participación activa en la lucha de clases.

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