«El Ejército es una fuerza letal de combate que entra a matar»

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Cada uno toma la parte que le conviene de las declaraciones dadas por la uribista congresista María Fernanda Cabal, íntima amiga de los reaccionarios militares del país, quien en un video manifestó que «el Ejército no está hecho para ser damas rosadas, el Ejército es una fuerza letal de combate que entra a matar».

El burgués y panzón Ministro de Defensa Luis Carlos Villegas, siendo testigo del trabajo expropiador y sanguinario del Ejército Nacional, para encubrir el carácter abiertamente reaccionario de la institución insignia que dirige, dice «eso de entrar tumbando puertas ya pasó. Hay que entrar tumbando puertas porque hay una urgencia y no porque sea el ADN de la Fuerza Pública».

Los jefes de medios como la directora de RCN radio, se refieren a las mentadas declaraciones para lamer la bota de sus amos Ardila Lulle, aprovechando para acusar a los uribistas de calumniadores contra los altos mandos militares, cuando quien más que RCN le dio toda la tribuna a este sector reaccionario en el poder del Estado por 8 años, tapando todas sus atrocidades.

El proletariado revolucionario toma estas declaraciones para combatir el pacifismo pregonado por los liberales, reformistas y oportunistas, que llaman a confiar en el Estado y hacerse parte de su falsa democracia respaldando el mentiroso Plebiscito del gobierno. En efecto, el ejército burgués en Colombia siempre ha sido una fuerza letal para defender con la fuerza de los fusiles los privilegios de los explotadores y aplastar a sangre y fuego la justa rebeldía de los explotados.

Es verdad lo que dice esta cavernaria uribista: el Ejército llegó a Ciénaga Magdalena el 6 de diciembre de 1928 a matar a los obreros desarmados en huelga como a patos; lo hizo con los obreros cementeros en Santa Bárbara Antioquia el 23 de febrero de 1963; lo reiteró todo el tiempo en las zonas que controló para dominar las tierras cafeteras en la época de la violencia entre 1947 y 1958, guerra que dejó 300.000 víctimas siendo el Ejército su principal artífice. Lo reiteró en la guerra contra las guerrillas en los 60’s y 70’s, y afianzó en la guerra reaccionaria desde inicios de los 80’s hasta nuestros días, mucho más muertes que las de la época de la violencia, donde más del 82%, en las cifras más conservadoras, eran personas desarmadas y entre las cuales el ejército fue uno de los principales victimarios, bien sea abiertamente en operaciones, o bajo las sombras del paramilitarismo, e incluso como crimines de Estado conocidos como falsos positivos, cuyas víctimas en los más recientes años se contabilizan en 4000 personas, en su mayoría jóvenes desarmados.

¡A matar! llega el Ejercito burgués cuando los obreros petroleros hacen paro. ¡A matar! cuando los trabajadores de la Palma reclaman sus derechos gremiales en Puerto Wilches y otras zonas agroindustriales del país. ¡A matar! cuando llegan sus boinas rojas armados hasta los dientes a un simple mitin en la empresa Alpina en Sopó Cundinamarca, como hace algunas semanas… ¡A matar! obreros y campesinos desarmados. A eso los mandan sus comandantes, a eso los llaman los patronos a las porterías de las plantaciones y fábricas, a eso los llaman los ganaderos y terratenientes. No para que hagan presencia como damas rosadas, sino para que hagan respetar el orden burgués y maten obreros y campesinos si es necesario; para que hagan valer la cruenta dictadura de clase de los explotadores; para que nadie ose amenazar la marcha de los negocios capitalistas y la propiedad privada de las tierras despojadas.

Mientras esta es la realidad revelada por la misma boca de los uribistas quienes han estado en el poder y vivida por las movilizaciones y huelgas que hacen diariamente los obreros, lamentablemente muchos dirigentes intermedios del movimiento sindical, están mordiendo el anzuelo de respaldar la paz de los ricos, de legitimar el monopolio de las armas por parte del Estado que mata trabajadores en el campo y la ciudad por miles. Estos son los grandes favores que hace el reformismo y el oportunismo a la burguesía: encubrir su dictadura, con falsos derechos y libertades para los oprimidos, con formalidades jurídicas, para disimular que los obreros y campesinos, así como los pequeños propietarios, sufren una abierta y sanguinaria dictadura de los grandes capitalistas.

Por lo anterior es que los obreros deben actuar con independencia frente al plebiscito, ni respaldar el sí de Santos, ni el no de Uribe. Lo correcto es no votar en esta farsa, porque la paz de los ricos es guerra contra el pueblo; porque el Estado es una institución burocrática militar diseñada para garantizar libertades y derechos a la minoría opresora y explotadora, sometiendo a la inmensa mayoría despojada.

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