¡NI PAZ NI PERDÓN: EL TERRORISMO DE ESTADO RECORRE LA NACIÓN!

¡NI PAZ NI PERDÓN: EL TERRORISMO DE ESTADO RECORRE LA NACIÓN! 1
Autoría del jóven ilustrador @alejo___d Instagram

El tratamiento que el Estado capitalista, durante el Gobierno de Duque, le viene dando al paro, es de tipo militar. El mundo entero es testigo de la represión, los atentados y las masacres contra el pueblo desarmado, que ya se cansó de promesas incumplidas, de falsos representantes y de tanta mierda que las clases dominantes ofrecen a través de medidas, leyes, decretos y demás; descargando sobre los desposeídos su crisis, mientras ellos siguen disfrutando de la ganancia que les genera el trabajo de la mayoría de la sociedad.

Ese es el único delito del pueblo colombiano: no querer más de lo mismo y tomarse las calles para conquistar condiciones dignas de subsistencia; delito castigado con gas, bolillo, patadas, detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones y asesinatos. Esto es algo que se había advertido desde el creciente asesinato de dirigentes sociales, ante la mirada imperturbable de los gobernantes de turno, pero ahora es mucho más evidente que quien criminaliza, desaparece y asesina es el Estado capitalista.

Con ayuda de sus secuaces y escuderos medios de comunicación, los reaccionarios centran la atención en los daños, las estatuas caídas, los «actos vandálicos» cuando la vida misma de los luchadores es la que está en juego. Así lo reporta The Human Rights, la ONG Temblores y los miles de videos, audios e imágenes que las mismas masas comparten en redes o transmiten en vivo, dando cuenta de la brutalidad policial, de los disparos realizados por policías de civil o por ejércitos paraestatales, incluso, de habitantes de exclusivos sectores que defienden sus propiedades de «los vándalos» que están luchando en las calles. Tal fue el caso de los ricachones armados en el barrio Ciudad Jardín en Cali (ahora bautizado Ciudad Rastrojo) cuando amenazaron con prenderle candela a la Universidad del Valle, vociferando que tenían «25.000 armas», las cuales accionaron el pasado 9 de mayo contra la Minga Indígena, dejando por lo menos a 8 compañeros heridos.

A pesar de todo esto, las masas siguen en las calles porque ya no es solo tumbar una reforma, sino conquistar todos los derechos pisoteados durante años. No solo porque la situación de los desposeídos es cada vez más insoportable, sino porque a ello se suma el incremento del terrorismo de Estado que, según cifras de Indepaz y la ONG Temblores, se traduce en «47 personas asesinadas, de los cuales 39 han sido por violencia policial; 963 detenciones arbitrarias; 12 violaciones a mujeres; 548 desapariciones (según Defensoría del Pueblo); 28 víctimas de heridas en ojos; 278 agresiones por parte de la policía; 1876 hechos violentos», cifras oficiales hasta el 8 de mayo, pero el pueblo sabe lo que se ha vivido en este paro y las cifras sobrepasan cualquier informe.

Los jóvenes, los trabajadores de todos los sectores, los indígenas, las masas populares y en general el pueblo colombiano deben mantenerse en las calles, porque otros de los puntos a conquistar en este paro son precisamente que el Estado y sus fuerzas represivas paguen por la agresión, la tortura y la muerte de los hijos del pueblo. Que aparezcan todos los desaparecidos, que paguen los policías asesinos y violadores, que paguen los reaccionarios ricachones que atacaron la Minga en Cali; que haya justicia para las víctimas en el marco del paro nacional y, por supuesto, que cese el terrorismo de Estado contra los dirigentes de todos los sectores.

Extender y generalizar el paro nacional es la tarea, porque no es posible el diálogo en un escenario donde hay policías sin identificación, camiones con hombres armados, helicópteros aterrizando en colegios, uso indiscriminado de armas de fuego, censura en redes, asesinatos y desapariciones en todo el país.

Bien dice Quilapayun: «Que nadie derrame llanto, que nadie moje pañuelos, apretar más en el puño la verdad del sufrimiento. Pero que no se equivoquen los fabricantes del miedo, ni prisiones ni cadenas atemorizan al pueblo». Es hora de reorganizar las fuerzas en las asambleas populares por barriada, por región y en todo el país, para actuar como un solo pueblo; además, es necesario vincular a la lucha a los sectores que se han mantenido al margen, la vida que entregaron los hijos del pueblo no puede ser en vano, se debe avanzar con más ímpetu hacia la transformación definitiva de la sociedad.

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