PRIMERO DE MAYO

PRIMERO DE MAYO 1

¡Un día de solidaridad, de unidad, de lucha internacional de la clase que no tiene nada que perder excepto sus cadenas!

¡Ese es el carácter histórico del 1º de Mayo! Internacionalista y Revolucionario, porque en el siglo XIX, miles de obreros de todo el mundo migraban hacia Norteamérica con el ánimo de salir adelante. Movida por las cadenas de la esclavitud asalariada la clase obrera vendía su fuerza de trabajo, siendo testigo del enorme crecimiento y desarrollo de las fuerzas productivas. Pero en el capitalismo la sed de ganancia lleva a la producción anárquica, sin planificación, lo que desató una crisis de sobreproducción que como ahora, fue descargada sobre los obreros.

Lanzados a la calle, humillados por haber producido relativamente más de la cuenta, desgastados por el rigor de la producción que los sometía a largas jornadas de trabajo, millones de obreros sintieron sobre sus espaldas el peso de la crisis, peso que los trabajadores siguen soportando ante las imparables crisis económicas propias del capitalismo, más devastadoras en la actualidad en su etapa superior y última, el imperialismo.

La miseria, el hambre, el desempleo, la pobreza se apoderaba de la vida de los obreros, mientras que la opulencia y la riqueza era concentrada en manos de unos pocos. Los trabajadores no tenían una salida distinta a la de la organización y su consecuente lucha por mejorar sus condiciones, por impedir que la miseria llegara a tal grado, que empezara a cobrar las vidas de los desposeídos. ¡Y ahí empieza a surgir la rebeldía! Un poderoso movimiento social empezaba a actuar para exigir sus derechos, a diario las manifestaciones inundaban las calles y ante tan excepcional ánimo de lucha, la burguesía respondía con saña.

Chicago en particular presentaba una situación de represión sin límites, pues los banqueros, industriales y comerciantes usaban a la policía como fuerza privada a su servicio; nada diferente a lo que se observa ahora, en demostración de cómo sirve el Estado capitalista a los burgueses: democracia para los ricos, garrote, bala, represión, encarcelamiento y desaparición para el pueblo; esta es una verdad de apuño que se evidenció en la lucha de los obreros en Norteamérica, especialmente en Chicago a finales del siglo XIX.

Fue así como los burgueses, ante el ascenso huelguístico, fortalecieron sus fuerzas militares y ¡claro también las paramilitares! Que para la época se conocían como pinkerton, en últimas matones al servicio de los explotadores para arremeter contra el pueblo… así lo hacen los burgueses ahora, con el Estado bajo su mando y las fuerzas para estatales quieren callar la voz de los explotados y oprimidos que resuena en todos los rincones del mundo. Las huelgas para la época eran violentos enfrentamientos, pero pese a los rompehuelgas, al encarcelamiento, el garrote y la represión generalizada, el movimiento se mantenía en las calles, con más fuerza organizada, al punto de declarar en 1884 por parte de la Confederación de Gremios Organizados y Tradeuniones (sindicatos), una jornada general de movilización para el 1° de Mayo de 1886.

Un día de acción general no contra un patrón ¡sino contra todos los explotadores! El objetivo era imponer la jornada laboral de 8 horas, teniendo en cuenta las condiciones a que eran sometidos los obreros, trabajando hasta 16 horas, sin descanso los domingos, sin poder ver a sus familias; en fin, toda su vida dedicada a la producción para recibir a cambio miseria y opresión. Una jornada que ya dejaba ver su carácter revolucionario, porque efectivamente su reivindicación principal tocaba lo más preciado de los capitalistas: su ganancia. Reducir la jornada laboral a 8 horas, era una osadía impensable para los barrigones dueños de los medios de producción.

Por eso la reacción no se hizo esperar, arremetían en cuanta reunión podían con detenciones violentas, rompían cada asamblea y manifestación de los obreros y, empezaron a ubicar a los dirigentes de la jornada, a quienes la prensa al servicio de los explotadores los denunciaba como subversivos, comunistas, saboteadores del actual orden establecido… ¡Así era! La jornada que se avecinaba efectivamente removería a toda la sociedad, pues su carácter revolucionario por su forma de enfrentamiento directo hacia el Estado de los ricos (sus fuerzas militares y el poder como tal) haría cambiar la ley en favor de los trabajadores.

Y así se expresó en la propaganda previa a la jornada:

¡Un día de rebelión, no de descanso! Un día no ordenado por los voceros jactanciosos de las instituciones que tienen encadenado al mundo del trabajador. Un día en el que el trabajador hace sus propias leyes y ¡tiene el poder de ejecutarlas! Todo sin el consentimiento ni aprobación de los que oprimen y gobiernan. Un día en que con tremenda fuerza la unidad del ejército de los trabajadores se moviliza contra los que hoy dominan el destino de los pueblos… Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra… Un día en que comenzar a disfrutar ‘ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana’.”

Con este llamado, meses antes de la jornada en 1886, el movimiento por las ocho horas había iniciado, la clase obrera estaba convencida de la justeza de su consigna y su lucha prendía como polvorín en todos lados. La reacción seguía los pasos de las masas luchadoras y sus dirigentes destacados: Parsons, Spies, Fieldem, Neebe, Engel, Fisher, Schwab y Lingg; sin tregua las fuerzas del Estado y sus medios de comunicación instaban a la violencia contra los dirigentes y los acusaban directamente de cualquier problema que ocurriera en medio de la ya convulsionada realidad, que se abría paso a la lucha por la jornada laboral de 8 horas.

Llegó el 1° de Mayo de 1886, y no hubo estallidos, ni guerra, ni violencia por parte de los trabajadores. Al contrario, en medio de un radiante día, miles de obreros y sus familias se manifestaron por la jornada de 8 horas, y otros miles que no marcharon, paralizaron sus actividades en las fábricas. Fue un grandioso día de fraternidad, donde sin importar nacionalidades, ni razas, ni credos, ni sexo, ni idioma; la clase obrera se unió en una sola voz y demostró que es una sola en el mundo, con intereses comunes y con un enemigo también común y mundial. Varios discursos en diferentes idiomas fueron pronunciados y aquellos hermanos obreros se sintieron embriagados con el ánimo de la lucha y con el sueño de una sociedad distinta, gracias al discurso con el que Spies cerró el acto. He ahí el papel de los dirigentes, el abrir la brecha y ampliar las miras al movimiento, el de movilizar y generar conciencia frente a la necesidad de la lucha organizada y directa por un mundo nuevo; muy distinto a lo que los dirigentes de ahora, que en las jornadas del 1° de Mayo promueven la confianza en el Estado capitalista a través de la farsa electoral; prometen y prometen un paro cívico que nunca se desarrolla y, en últimas apaciguan la lucha de la clase obrera, alargando así la agonía del sistema y la miseria de los desposeídos.

Luego de la victoriosa jornada, los patronos no se quedaron quietos, las fábricas contrataban rompe huelgas, y así los burgueses aprovechando el hambre y frío de unos y otros, puso a los rompe huelgas contra sus hermanos luchadores, que el 3 de Mayo aún se mantenían en huelga.

Ante esta situación cientos de obreros atestaban las calles que conducían a la fábrica Mc Cormik, insultando a los rompe huelgas, los luchadores mantenían su ímpetu y luego de escuchar airados discursos y del timbre de la campana de salida, hicieron trizas los cristales de la fábrica. En ese momento y como de la nada carros de patrulla aparecieron arremetiendo a sangre y fuego contra los trabajadores dejando como saldo seis muertos y más de cien heridos. Nada distinto a la manera como responde hoy el Estado ante las luchas de los obreros; no es un secreto que en Colombia las clases trabajadoras del campo y la ciudad son violentamente reprimidas cuando se levantan por sus derechos, el Paro campesino en 2013, los paros regionales de Chocó y Buenaventura, los asesinatos a líderes indígenas en Cauca y el paro del magisterio en 2017, son solo algunos botones de muestra de la respuesta del Estado capitalista al mando de los poderosos.

Por eso en Chicago, los luchadores decidieron reunirse y decidir qué hacer ante la brutal y trágica arremetida que había cobrado la vida de sus hermanos; así el 5 de Mayo en la plaza Haymarket, miles de proletarios acudieron y los dirigentes de la jornada iniciaron sus discursos y aunque los demás compañeros querían continuar, la represión oficial ordenó disolver el mitin, el cual sin mediar palabra fue resuelta y violentamente dispersado; en medio de esta acción disparos resonaban hacia todos lados, los policías enceguecidos pisoteaban y disparaban contra los obreros desarmados y el resultado de su brutal incursión en la plaza fue el de un siete manifestantes muertos, centenares de heridos y un policía muerto en el lugar y, solo este hecho: el de un policía muerto, fue la excusa para desatar aún más el terrorismo de Estado.

Condenados fueron los dirigentes de la jornada del 1° de Mayo, Parsons, Spies, Schuwab, Engel, Fischer, Fieldem, Neebe, Lingg; ¡a la horca los asesinos! Los dueños del capital y la prensa a su favor azuzaron a la represión que atestó las cárceles con detenidos extranjeros, allanaron las humildes casas de los obreros y sus familias, destruyeron periódicos, invadieron sedes sindicales, golpearon sospechosos, en fin, lo propio que el Estado capitalista hace cuando la clase obrera lo enfrenta; sin embargo, aún con la imparable represión los dirigentes condenados, no agacharon su cabeza al capital; al contrario se defendieron a tal punto, que aún resuenan en las cabezas de los trabajadores de todo el mundo sus combativos discursos y valiosas enseñanzas…

Odio al orden burgués, demostraciones de su injusticia y la innegable tendencia del movimiento que había desatado la jornada de las 8 horas, acompañaron las últimas palabras de quienes hoy conocemos como los mártires de Chicago, hermanos que por encima de sus diferencias pusieron por encima los intereses de los trabajadores y se unieron para remover las bases del capitalismo. No bastó demostrar que su juicio fue una farsa, no bastó la movilización que en todo el mundo se desarrolló en solidaridad con los condenados, entre otras gracias a la acción de Lucy Parsons, la valiente compañera de Albert que creyó en la causa e hizo lo posible por impedir el vil asesinato de aquellos dirigentes.

Pero la muerte de los mártires de Chicago no fue en vano, el Congreso Obrero de París de 1889, primer Congreso de la II Internacional, llamó a la clase obrera de todos los países a manifestarse el 1° de Mayo de 1890, para exigir la jornada de las 8 horas y a consagrarlo como el día internacional de la clase obrera.

Así es como desde 1890, los trabajadores, los desposeídos, los explotados en todo el mundo, levantan sus banderas, conmemoran la memoria de los mártires de Chicago, recordando que sus enseñanzas anunciaron el nacimiento de nuevos sepultureros del capitalismo depredador de vidas y recursos naturales.

En Colombia, también se ha luchado por conmemorar el 1º de Mayo con el carácter impuesto en 1886. Un primero de mayo internacionalista y revolucionario, que empieza a celebrarse en reuniones cerradas, debido a la poca experiencia y conciencia que prevalecían en el movimiento, sin embargo, las terribles condiciones de la naciente clase obrera, hace que empiece luchando; de ahí que desde 1910 el 1° de Mayo se convierta en un día de lucha, donde los trabajadores exigían sus reivindicaciones, con más conciencia en torno a la necesidad de organizarse como Partido para conquistar el poder político. En medio de esta necesidad y de las luchas de los obreros por conquistar derechos laborales y acabar con la explotación, se destacaron importantes dirigentes como Ignacio Torres Giraldo y María Cano, así como se lograron victorias como la Ley de Huelgas en 1919 y la realización de congresos obreros; el ascenso del movimiento empujó esos importantes logros, manteniendo la unidad entre el movimiento sindical y político de la clase obrera, consiguiendo que en 1934 una nueva oleada huelguística obligara a Olaya Herrera a decretar la jornada laboral de 8 horas.

Lastimosamente, la independencia del movimiento en Colombia se ha perdido por períodos, así el 1° de Mayo desde 1936 fue convertido por los dirigentes de la clase obrera en un día de confianza en el Estado, de apoyo a los politiqueros, en últimas de apoyo al capitalismo. No obstante, a mediados de los 60 y hasta la década de los 70, la clase obrera logró rescatar el carácter del 1º de Mayo, defendido por obreros revolucionario bajo la influencia del Partido Comunista de Colombia (ml) y de la Gran Revolución Cultural Proletaria en China, que daba nuevas esperanzas de un mundo mejor. Pero nuevamente sobreviene una crisis del movimiento obrero ocasionada por la derrota del poder proletario en Rusia a finales del 50 y en China en 1976; crisis aprovechada por los oportunistas y traidores del movimiento que desde entonces convirtieron el día internacional de la clase obrera en carnaval electorero y de conciliación con los enemigos de los trabajadores.

Por eso en las últimas décadas se presenta una intensa lucha entre quienes pretenden seguir haciendo del Primero de Mayo un día de carnaval y quienes se han propuesto rescatar el verdadero carácter de esta fecha; donde por encima de toda diferencia, los obreros deben unirse en favor de sus intereses, no de los intereses de sus enemigos burgueses y terratenientes; deben marchar bajo sus propias banderas y no bajo las de los politiqueros que los dividen; deben marchar unidos hacia los centros del Poder en todas las ciudades, porque es una demostración de fuerza contra el poder del capital y no desperdigados por los barrios; deben hacer respetar el día internacional de la clase obrera, honrando la memoria de los mártires de Chicago y recordándoles a los poderosos que la clase obrera está viva y que se acerca el día en que pondrá fin a toda forma de explotación y opresión sobre la tierra.

Este 1º de Mayo, los obreros conscientes, los activistas revolucionarios y todos los que ansían acabar con la explotación marcharán en los bloques internacionalistas y revolucionarios en todas las ciudades y recordarán que esta fecha es de unidad, de lucha y solidaridad internacionalista.

Este 1º de Mayo, a propósito del bicentenario del nacimiento de Carlos Marx es necesario recordar las palabras de Engels en el prólogo al Manifiesto del Partido Comunista editado en Londres el 1º de Mayo de 1890, cuando fue consagrado el Día Internacional de la Clase Obrera:

¡Proletarios de todos los países, uníos!” Sólo algunas voces nos respondieron cuando lanzamos estas palabras por el mundo, hace ya cuarenta y dos años, en vísperas de la primera revolución parisiense en que el proletariado actuó planteando sus propias reivindicaciones. Pero el 28 de septiembre de 1864 los proletarios de la mayoría de los países de la Europa occidental se unieron en la Asociación Internacional de los Trabajadores, de gloriosa memoria. Bien es cierto que la Internacional vivió tan sólo nueve años, pero la unión eterna que estableció entre los proletarios de todos los países vive todavía y subsiste más fuerte que nunca, y no hay mejor prueba de ello que la jornada de hoy. Pues hoy, en el momento en que escribo estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por vez primera en un solo ejército, bajo la misma bandera y para un objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos.

¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!

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