El Gran Legado de los Mártires de Chicago

El Gran Legado de los Mártires de Chicago 1

¡Nada de migajas! Necesitamos todo lo que poséis. No nos conformaremos con menos. Queremos llevar las riendas del poder y el destino del género humano. ¡Mirad nuestras manos! Os quitaremos vuestro gobierno, vuestros palacios y toda vuestra dorada riqueza, y llegará el día en que tendréis que trabajar con vuestras propias manos para ganaros el pan como lo hace el campesino o el peón consumido en vuestra metrópolis. Mirad nuestras manos, miradlas bien: ¡Son manos fuertes!”

Jack London

A fines del siglo XIX las condiciones de la clase obrera mundial eran dificilísimas: salarios miserables, jornadas de trabajo de 16 o más horas diarias, ningún sistema de seguridad social, ningún sistema de seguridad industrial; eran simples bestias de carga del capital que cada vez que podía los reducía a la condición más deplorable de esclavos hambrientos. La reducción de la jornada de trabajo se había convertido en una gran bandera de lucha. Tal situación fue la que vivió la clase obrera en Europa y Norteamérica.

La preparación de la Gran Huelga del año 1886 en los Estados Unidos tomó varios años para poder organizarse y definirse ideológicamente. Desde la década de 1860 comenzaron a aparecer en el país, grandes asociaciones obreras; las cuales agrupaban proletarios de distintos ramos de la producción, que crecían rápidamente al pasar los años. En el año 1881 se fundó la “Gran Federación Norteamericana del Trabajo”, la organización que abanderó por primera vez la lucha de las 8 horas para todos los trabajadores sin distinción:

“Como representantes de los trabajadores organizados, declaramos que la jornada de trabajo de ocho horas permitirá dar más trabajo por salarios aumentados. Declaramos que permitirá la posesión y el goce de más bienes por aquellos que los crean. Esta ley aligerará el problema social, dando trabajo a los desocupados. Disminuirá el poder del rico sobre el pobre, no porque el rico se empobrezca, sino porque el pobre se enriquecerá. Creará las condiciones necesarias para la educación y mejoramiento intelectual de las masas. Disminuirá el crimen y el alcoholismo…”

Una vez trazado tal objetivo, se debió encontrar el camino para su conquista, llegando el momento para decantarse una ardua lucha de ideas en el seno de los dirigentes y trabajadores. Las distintas corrientes políticas e ideológicas en el movimiento, entre ellos anarquistas y socialistas, incentivaron tal lucha, un gran debate ayudó a la cualificación del movimiento y a la adopción de la Huelga General como el mejor mecanismo para conquistar los “Tres Ochos”. La misma práctica social ayudó a explayar tal camino, pues la burguesía norteamericana reprimía duramente cualquier manifestación de lucha. Los tribunales, la prensa y el parlamento sentenciaban, legislaban y manipulaban a su favor, no había otra forma para pelear que adoptando la Huelga General.

“Una demanda concertada y sostenida por una organización completa producirá más efecto que la promulgación de millares de leyes, cuya vigencia dependerá siempre del humor de los políticos… El espíritu de organización está en el aire, pero el costo que hemos pagado por nuestra inexperiencia, el sectarismo y la falta de espíritu práctico representan todavía grandes obstáculos para lanzar una huelga general”. Frank Foster

Para el Primero de Mayo de 1886, se había concebido la fecha para el inicio de la Huelga General, la cual estalló como un grito de guerra, una enorme huelga que paralizó todo el país norteamericano de costa a costa. Los obreros de la mayoría de las ramas de la producción pararon al unisonó ante el grito rebelde de los “TRES OCHOS”: 8 horas de trabajo, 8 horas de libre albedrio y 8 horas de descanso. Habían decidido ya dejar de ser esclavos.

La burguesía temerosa por la fuerza y unidad del movimiento, comenzó a mostrar sus dientes y a desprestigiar de las peores formas la lucha. El “Chicago Tribune” manifestó en sus páginas: “El plomo es la mejor alimentación para los huelguistas… La prisión y los trabajos forzados son la única solución posible a la cuestión social. Es de esperar que su uso se extienda”.

Las intimidaciones y la presión de la fuerza pública tampoco lograron conjurar la Gran Huelga, ésta se desarrolló en línea generales por la vía pacífica, y en tan solo un día de lucha, los obreros conquistaron los 3 ochos con la misma reasignación salarial de la viejas jornadas de más de 12 horas.

En Chicago, la ciudad donde se encontraban los bastiones de las organizaciones anarquistas y socialistas, epicentro además de la más brutal represión burguesa con el uso sistemático de esquiroles rompe huelguistas, contratistas de seguridad privada, matones y maleantes que violentaban y ultrajaban abiertamente a los obreros, fue donde la jornada tomó un rumbo radical, una demostración del profundo y justo rechazo de los obreros frente al poder de los patronos. La ira de los trabajadores el primero de mayo fue colmada por el hecho de que aún la fábrica McCormik seguía operando; la cual había sido recientemente escena de una dura lucha obrera disuelta por la fuerza mediante el uso de esquiroles y vigilantes armados. Los obreros apedrearon y tomaron venganza contra los esquiroles vendidos, la policía salió en su defensa abriendo fuego sobre los huelguistas, logrando matar a 6 de ellos: la mecha había sido encendida.

La ira se apoderó de los obreros de Chicago, quienes se congregan por miles en los alrededores de la plaza Haymarket, en donde desde una tarima se escuchaban los discursos de los dirigentes socialistas y anarquistas; pero tal situación no podría durar mucho pues la policía irrumpió con furia sobre la muchedumbre, dando bastonazos a diestra y siniestra, mientras otro grupo de policías en formación recibió la orden de disparar. Éstos enfilaron sus armas para abrir fuego, pero justo en ese momento una bomba voló por los aires la cerrada formación. La represión se generalizó, el gobernador decretó el estado de sitio y militarizó toda la ciudad. Los dirigentes más radicales y populares del movimiento fueron apresados, llevados a juicio con testigos falsos y algunos condenados a la horca, otros a varios años de trabajos forzados.

José Martí, el gran periodista cubano, quien asistió el día de la ejecución de los mártires de la causa obrera, describió así los hechos:

“Salen de sus celdas, se dan la mano, sonríen, les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con las esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, juntada en hileras de sillas sobre el cadalso como en un teatro. Firmeza en el rostro de Fisher, plegaría en el de Spies, orgullo en el de Parsons. Engel hace un chiste apropósito de su capucha. Spies grita: “La voz que vais a sofocar, será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”. Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuerpos caen y se balancean en una danza espantable”.

El movimiento perdió a insignes y convencidos dirigentes, Schwab, Lingg, Engel, Fielden, Parsons, Fischer fueron ahorcados, mientras que fue condenado a 15 años de trabajos forzados Oscar W. Neebe. Pero su sacrificio no fue en vano, ya que la jornada de 8 horas pasaría a ser una causa de los obreros de todo el mundo, una meta que fue conquistada además con sangre y sacrificio en cada país siguiendo la inevitable senda trazada por los mártires de Chicago. Por eso cada Primero de Mayo se recuerda con gran ardor y rebeldía la vida de aquellos grandes e insignes dirigentes del proletariado, de aquellos que supieron levantar bien en alto las banderas del trabajo, las banderas de la rebelión contra las injusticias y atropellos de esta degradante sociedad.

Hoy las 8 horas son una victoria entrañable para las nuevas generaciones de trabajadores, una brillante victoria que se ha perdido por los golpes consecutivos de reformas laborales impulsadas por todos los Estados burgueses en el mundo, un golpe facilitado porque la dirección del movimiento obrero mundial se encuentra temporalmente maniatada en manos de los falsos amigos de los obreros, de aquellos que desvían la lucha por las sendas del reformismo y la conciliación de clases, nublando y confundiendo la conciencia de los trabajadores; una situación temporal que se remediará en la medida que los proletarios aprendan a reconocer en la lucha los correctos métodos y principios, que aprendan a explayar las metas a corto y largo plazo.

Levantar las banderas este Primero de Mayo, es levantar las banderas rojas de los mártires y obreros de Chicago, recordar aquel legado en el marco de la pandemia por el COVID-19 es acelerar la marcha hacia la sepultura de esta cadente y caduca sociedad.

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