Relato de un profesional en China

Relato de un profesional en China 1

Transcribimos un extracto del libro Medicina para millones, la experiencia China (Away withall pests…, lanzado en Brasil en 1979, por la Civilização Brasileira) del médico inglés Joshua Horn, publicado en la primera edición en 1969, con un prólogo del escritor estadounidense Edgar Snow, donde narra la experiencia de sus quince años en China como cirujano, profesor y médico en el campo. El Dr. Horn se graduó en la década de los 30, convirtiéndose luego en un conferenciante de anatomía en Cambridge. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando era cirujano del ejército británico, se convirtió en un eminente traumatólogo de Hospital de Birmingham. Y, en 1954, se ofreció para trabajar en China, abandonando sus raíces para ir a vivir con su familia en un mundo cuyas estructuras habían sido recientemente subvertidas.


Relato de un profesional en China 2

Joshua Horn describe en su libro decenas de experiencias en el campo de la salud y de la experimentación científica; relata el trabajo de los “médicos de los pies descalzos”, trabajadores sanitarios y asistentes médicos a domicilio que se encargan de los tratamientos terapéuticos y preventivos sin abandonar el trabajo productivo.

Las palabras del propio Joshua Horn explican su decisión de ir a China para contribuir en el desarrollo de la medicina para millones:

«La guerra terminó y volví a la carrera de cirujano civil, no en Londres, donde siempre he vivido hasta incorporarme al ejército, sino en Birmingham. La experiencia que tuve con el tratamiento de las víctimas de ataques aéreos y como cirujano militar desarrolló en mí un gran interés y dedicación por los heridos en desastres, y Birmingham tenía un único hospital en el país dedicado exclusivamente a la asistencia de los heridos. Trabajé allí durante siete años. Mi familia comenzó a crecer. Tenía contrato vitalicio como cirujano del National Health Service. Parecía destinado a pasar el resto de mis días en la segunda ciudad de Inglaterra como cirujano especializado. 
En 1954, sin embargo, nos desprendimos de las raíces y fuimos toda la familia para China. Exceptuando algunas visitas a nuestro país natal, nos quedamos a vivir allí desde entonces. No voy a entrar en los detalles de las numerosas razones que estaban detrás de nuestra decisión de ir a China. Por encima de todas estaba el tema político. Había visto de reojo la antigua China; sabía que en 1949 los ejércitos comunistas habían finalmente liberado toda la parte continental; y que ahora el pueblo chino estaba sumergido en la inmensa tarea de construir un estado socialista moderno sobre las ruinas del que fuera en parte feudo, en parte colonia. Tomé partido por China. Deseaba ardientemente contribuir, por poco que fuera, con el heroico plan que transformaría la faz de China y del mundo.
Lo que cristalizó nuestra decisión fue la película que vimos mi esposa y yo sobre la construcción de un embalse en el río Huai, parte del gigantesco programa de control de las inundaciones. Cientos de miles de campesinos corrían por todas partes cargando pesadas canastas de tierra o de piedras, colgadas en los extremos de las varas de bambú. Una escena mostraba a un grupo de trabajadores usando una piedra enorme para hacer la compactación del terreno. A intervalos regulares, la piedra caía con fuerza. En un primer plano se veían a los campesinos golpeando la tierra mientras se mostraban también sus pies descalzos.
Mi esposa y yo nos miramos el uno al otro, y ella expresó mi pensamiento cuando dijo: «Necesitan muchos cirujanos expertos en accidentes».
No quiero dar la impresión de que nuestra visita a China fue basada, de alguna manera, en el humanitarismo. La mayoría de los campesinos del mundo trabajan descalzos, sin embargo, nunca pensamos en ir a otro país, excepto a China. Era una cuestión de cómo se podría lograr, en determinadas circunstancias, nuestra contribución política».

El fragmento que seleccionamos trata de la experiencia de los científicos chinos en la exitosa síntesis de la insulina, que revolucionó la ciencia y que fue obtenida a través del trabajo colectivo de un equipo de científicos que tenían una media de 25 años, como consecuencia del gigantesco desarrollo alcanzado por la revolución china en pocos años.

Síntesis total de la insulina bovina biológicamente activa

Hace noventa años, Friedrich Engels, cofundador (con Karl Marx) de la teoría del socialismo científico, escribía:

«La vida es el proceso existencial de los cuerpos proteicos; (…) cuando se conozca la composición de los cuerpos proteicos, la química se podrá utilizar en la preparación de la proteína viva».

No es casual que, en el mundo, la primera síntesis total de una proteína biológicamente activa se haya llevado a cabo en la China socialista, por científicos conocedores de la teoría de Marx y Engels, ahora inmensamente profundizada y enriquecida por Mao Tse-Tung -confirmando así, y de manera notable, la idea brillante y perspicaz idea de Engels. Engels se interesaba por la ciencia de la proteína porque creía que era una cuestión íntimamente relacionada con la esencia de la controversia entre puntos de vista filosóficos del materialismo y el idealismo- la cuestión del origen de la vida. Marx y Engels eran materialistas, defensores de que la vida resultaba del movimiento, de la evolución y el desarrollo de la materia inorgánica durante millones de años. Los idealistas, por el contrario, creen que la vida es esencialmente incognoscible y misteriosa, creada por Dios o por una fuerza sobrenatural; y que es insuperable y absoluto el abismo entre la materia viva y la no viva. Acostumbraban afirmar que era similar a la brecha existente entre la sustancia orgánica y la inorgánica; pero cuando en 1828 el científico alemán Wöhler sintetizó el compuesto orgánico urea a partir de sustancias inorgánicas, quedó demostrado que el abismo no era invencible.

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Charla de los “médicos de los pies descalzos”

¿Qué es la insulina?

La insulina es la más simple de las proteínas. Es una hormona producida por grupos de células del páncreas de los hombres y de otros mamíferos, y tiene en el organismo la importante función importante de ayudar la combustión de la glucosa, producto final de los hidratos de carbono, principales alimentos proveedores de energía. La incapacidad del páncreas para producir insulina es la causa de la diabetes, enfermedad en la que la glucosa no totalmente aprovechada por los tejidos, aumentando consecuentemente su nivel en la sangre hasta que descarga el exceso en la orina. La estructura físico-química de la insulina fue establecida por Sanger y sus colegas en Cambridge, después de casi diez años de intensas investigaciones, lo que le valió el Premio Nobel. Verificó que consiste en dos cadenas de peptídicos, la cadena A conteniendo veintiún aminoácidos y la cadena B conteniendo treinta aminoácidos, unidas por dos disulfuros, uno entre el séptimo aminoácido de la cadena A y el séptimo de la cadena B, y el otro entre el vigésimo de la cadena A y el decimonoveno de la cadena B. Además de eso, un disulfuro conecta el sexto aminoácido con el undécimo en la cadena A.

Incluso siendo la más simple de las proteínas, la insulina es aún así muy compleja: la descripción y el diagrama se refieren solamente a su estructura primaria. De hecho, las dos cadenas de peptídicos no son rectas; se enroscan en forma helicoidal, lo que da a la molécula su estructura secundaria; y las cadenas helicoidales todavía se doblan en el espacio de una manera característica, convirtiéndose en una estructura terciaria. Ese enroscamiento y doblamiento no son casuales, pero muy precisos, dando a la proteína su actividad biológica. Conocida la estructura de la molécula, la tarea de sintetizarla pasó a figurar en la agenda de los científicos de todo el mundo. Las dificultades, sin embargo, eran inmensas; tanto que la revista inglesa Nature declaró que «es poco probable que la síntesis de la insulina en el laboratorio (…) se produzca durante algún tiempo todavía».

Este editorial fue publicado en 1958. En ese mismo año, el Partido Comunista de China lanzó su línea general, llamando al pueblo a salir al campo y buscar un alto rendimiento. En el mismo año se inició el Gran Salto Adelante. Y aún en el mismo año, un pequeño grupo de jóvenes bioquímicos de Shanghai tomaron la decisión de sintetizar la insulina.

¿Por qué la insulina?

Cuando pregunté a estos jóvenes científicos por qué decidieron sintetizar la insulina, hubo una acalorada discusión; y era evidente que no había una razón única, sino muchas que no tenían la misma importancia para cada uno de los miembros del equipo.

Fue una respuesta a la llamada del Partido dentro del espíritu del Gran Salto. Era aceptar el desafío. ¿Podría China -que hasta la liberación no consiguió ni siquiera fabricar un coche, y mucho menos sintetizar la proteína- competir con los científicos famosos de los países técnicamente avanzados, persiguiendo un objetivo tan engañoso?

Sería un duro golpe al idealismo y fortalecería la lógica de la concepción materialista del universo, que se está convirtiendo en el punto de vista mundial y guía de acción de millones de chinos.

Sería revelar nuevos campos de la ciencia, descubrir la cortina de la ignorancia en lo que concierne al origen de la vida. Sería hacer posible la síntesis de la insulina humana, que no es químicamente igual a la bovina, lo que podría ser valioso en el tratamiento de ciertos casos raros de la diabetes. Podría, hasta, un día, llegar a permitir la síntesis de la proteína a gran escala para el consumo, contribuyendo a la alimentación de la raza humana.

Fue una rebelión contra la dominación de las autoridades constituidas que tienden a enfriar el entusiasmo de la juventud, insistiendo en la prudencia, diciéndoles que no intenten correr antes de aprender a andar, haciendo hincapié en las dificultades y advirtiéndoles contra aspiraciones demasiado altas. El sistema educativo chino tiene sus raíces en la vieja sociedad, cuando era un profesor el que decidía los temas principales de las investigaciones a realizar por los jóvenes. El profesor -diplomado en el extranjero o servil a la ciencia extranjera- seleccionaba el proyecto de investigación a menudo reportado por los periódicos de otros países, feliz de seguir los pasos de los científicos occidentales, guardándoles respetuosa distancia, sin hacer nada realmente original, nunca desafiándolos y, desde luego, nunca osando competir con ellos.

En el comienzo vertiginoso del Gran Salto, los jóvenes científicos del Instituto de Bioquímica de Shanghai se rebelaron contra la reverencia de sus viejos y anticuados profesores a todo lo que extranjero y de su confianza para todas las cosas chinas, y decidieron sintetizar la insulina. No estaban en contra de la autoridad, ni en contra de los extranjeros. Estaban en contra de las barreras que impedían la expresión de su deseo de corresponder al estado de ánimo de la época, de atender la llamada del Presidente Mao y de hacer todo en su propio campo que fuese motivo de orgullo para su patria.

Táctica y Estrategia

Teóricamente, hay varias maneras de emprender la síntesis de la insulina.

Si la molécula de insulina pudiese ser dividida transversalmente por la mitad, a través de las dos cadenas, y si las dos mitades fuesen después recombinadas, resultaría una molécula que, con modificaciones convenientes, podría transformarse en insulina. Como alternativa, se podría sintetizar la insulina extendiendo la cisteína del péptido, mediante la adición de grupos de aminoácidos en la secuencia precisa, hasta que se produjese algo similar a la insulina.

Otra alternativa: las partes de la molécula que contienen los enlaces de disulfuro pueden ser sintetizadas separadamente y después recombinadas.

El método más prometedor, sin embargo, sería sintetizado separadamente las cadenas de A y B y después combinarlas con los enlaces de disulfuro en su debido lugar. Este proceso puede ser hecho en dos etapas, lo que es una gran ventaja. La primera etapa sería separar las cadenas A y B en la insulina natural; y después procurar combinarlas para reconstituir la insulina activa. Tenido éxito en esta operación, la etapa siguiente sería hacer cadenas sintéticas y combinarlas. Pero en caso de fallo, sería improbable conseguir combinar las cadenas sintéticas; y sería preciso buscar otro procedimiento antes de aventurarse en la tarea inmensamente laboriosa de sintetizar las cadenas A y B. Este método fue escogido como estrategia básica. Tuvieron entonces que organizar la distribución de tareas. El grupo principal era el de bioquímica del Instituto de Bioquímica; pero como el trabajo implicaba otras disciplinas, el Departamento de Química de la Universidad de Pekín, el Instituto de Química de la Universidad de Pekín y el Instituto de Química Orgánica fueron invitados a colaborar. Aceptando, ellos formaron equipos que trabajaron en estrecha cooperación durante los seis meses siguientes. Además de estas fuerzas principales, se organizaron otros quince pequeños grupos para colaborar en puntos específicos del proyecto.

De inicio, la edad de los científicos del programa era de veinticinco años.

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Atendiendo a toda la población

Venciendo las dificultades

Uno de los primeros obstáculos fue la actitud negativa de algunas de las autoridades constituidas en relación al proyecto en general. Faltaba confianza en sí mismos, que intentaban minar la confianza de los jóvenes científicos ridiculizándolos, llamándolos “vagabundos de abrogos de piel”, tachando el proyecto de “ensoñación de un idiota”. Este tipo de ataque se volvió particularmente violento durante los tres años difíciles, de 1959 a 1961, cuando la línea general y el Gran Salto estaban siendo combatidos con vehemencia. Como los ataques eran de naturaleza política, los jóvenes científicos reaccionaron fortaleciendo sus puntos de vista político-partidistas, estudiando las obras del Presidente Mao, mezclándose con los obreros y campesinos, con ellos aprendiendo a tener valor y determinación para hacer frente a las dificultades. Prominentes miembros del Comité Central del Partido nos animaban diciendo que, aunque ellos no lo consiguiesen, sus descendientes continuarían la obra, y desde luego llegarían al éxito.

Otra dificultad fue la falta de experiencia. Ellos aprendían a medida que avanzaban, recogiendo lecciones de sus errores, convirtiéndolos en éxitos.

«Si el hombre quiere tener éxito en su trabajo (…) es necesario que sus ideas concuerden con las leyes del mundo exterior objetivo; de no ser así, las ideas fracasarían en la práctica. Del fracaso, el hombre aprende la lección, corrige las ideas, (…) y puede así transformar el fracaso en éxito; este es el significado de “el fracaso es la madre del éxito” y “cada fracaso nos hace más listos». (1)

(1) El Presidente Mao Tse-Tung , “El abogado” , julio de 1937.  Obras Escogidas, t. I, p.  296-7

De ese modo, durante la ejecución de la obra, ellos superaban paulatinamente el problema de la inexperiencia.

Sin embargo, otra dificultad, la falta de equipamiento. No tenían aparatos para la identificación de polipéptidos. En China faltaba una industria de reactivos químicos puros; como aminoácidos, que se disponían de muy pocos, e importarlos en las cantidades necesarias sería muy costoso. El costo de uno de los aminoácidos de la insulina es de 120 yuanes (20 £) el gramo.

Científicos, técnicos y trabajadores de la industria química combinaron esfuerzos y en poco tiempo establecieron una nueva rama industrial, resolviendo plenamente el problema de los reactivos químicos puros. Al mismo tiempo, proporcionaron los aparatos necesarios para la identificación y separación de aminoácidos; y en seis meses, los diecisiete aminoácidos de la insulina se habían producido en cantidades suficientes, permitiendo seguir trabajando.

Otro problema concierne a la estructura secundaria y terciaria de la insulina. Incluso si se consiguiese sintetizar las extensas cadenas A y B y combinarlas para reproducir la estructura primaria de la insulina, ¿qué garantía se tendría de conseguir reproducir las estructuras secundaria y terciaria? ¿Enrollar y doblar las cadenas en el espacio?

Dar una solución a esta cuestión básica fue uno de los principales objetivos de las etapas iniciales del proyecto. Había dos puntos de vista. Uno era el de que las estructuras secundarias y terciarias de las moléculas de proteína eran determinadas por hechos misteriosos, fuera del control de la comprensión humana. Otro que, si las condiciones fuesen conocidas y pudiesen ser creadas, la propia estructura primaria determinaría las estructuras secundarias y terciarias.

Hitos en el camino

La primera etapa del trabajo era separar las cadenas A y B de la insulina natural, y después recombinarlas de manera precisa.

Durante treinta años, científicos de muchos países trataron la escisión de la molécula de la insulina biológicamente activa. Los científicos chinos han logrado realizar la hazaña en un año de trabajo, publicando los resultados en enero de 1960. En el mismo año, Dixon y Wardlaw también reconstituyeron la insulina a partir de sus cadenas A y B previamente separadas: era de 1-2% la actividad de su producto, que no podía ser purificado o cristalizado, mientras que los chinos obtuvieron por primera vez una actividad de 5-10%, después de 50% y, finalmente el 100% de la actividad de un producto purificado y cristalizado.

Fue vencido el primer obstáculo. Las condiciones sobre las cuales las cadenas naturales A y B se recombinaban era ahora conocidas; y se sabía que, dominadas estas condiciones, habría también control sobre la disposición espacial que determinan la compleja organización de la estructura y la actividad biológica de la insulina.

Mientras este trabajo estaba siendo ejecutado, otros científicos se ocupaban de sintetizar y extraer los aminoácidos necesarios. Luego vino la tarea extremadamente laboriosa de combinar los aminoácidos sintetizados en la secuencia correcta y vínculos apropiados. Las cadenas A y B eran las más extensas de las demás cadenas de péptidos hasta entonces sintetizadas; y en la adición de cada aminoácido siempre había alguna pérdida de lo que ya había sido hecho, de modo que la cantidad de material puro disminuía gradualmente, a medida que se extendían las cadenas.

Para 1964, se sintetizaron las cadenas A y B, y la siguiente tarea era hacer una molécula “híbrida”, mitad natural, mitad sintética. En primer lugar se combinó la cadena B sintética a la A natural, luego la A sintética a la cadena B natural. Se le puede llamar a eso semi-síntesis; y la insulina híbrida resultante, en cada caso, tenía una actividad de 5 a 10%.

A finales de 1964 consiguieron combinar las cadenas A y B sintéticas, pero la actividad biológica del producto era tan baja que fue imposible extraer insulina cristalizada pura. Todo el proceso de síntesis de todo fue revisado y modificado con el fin de garantizar un producto más limpio y más estable en cada etapa.

Se produjo al final, una sustancia bruta, con 1,2 a 2,5% de la actividad de la insulina natural; después de repetidas extracciones con un sistema secundario del butanol solvente acidificado, la actividad aumentó en más de diez veces.

El 17 septiembre de 1965, cristales cúbicos parecidos al cuarzo claro fueron obtenidos, demostrando más tarde ser cristales de insulina pura bovina. Por primera vez en la historia se consumaba la síntesis total de una proteína completa y biológicamente activa.

Comprobación

Faltaba sólo probar que la sustancia cristalina, fruto de seis años y medio de intenso trabajo, era realmente insulina; y la prueba no fue difícil. El tamaño, la forma y la solubilidad eran idénticos a los de la insulina natural.

Del mismo modo, las propiedades biológicas fueron testadas de diversas formas. Por ejemplo, la insulina inyectada en los ratones produce convulsiones; la comparación de las cantidades de insulina natural y sintética suficientes para causar convulsiones mostró que la natural contiene 23,7 Unidades Internacionales por miligramo, y la insulina sintética 24.

Las sustancias naturales y sintéticas tienen efectos idénticos en la reducción de la tasa de azúcar de la sangre del conejo.

Los resultados de las pruebas químicas por electroforesis mostraron identidad entre las sustancias naturales y sintéticas.

Las dos sustancias marcan la misma “huella digital” después de la digestión enzimática y cromatografía.

El suero antiinsulínico producido por la insulina natural neutralizó completamente la sustancia sintética, y viceversa.

Como prueba final, se produjo una determinada cantidad de insulina sintética no purificada en la cual el grupo aminoácido de las glicinas de la cadena A se marcó con un isótopo de carbono radioactivo. A continuación, fue mezclado con insulina natural, y purificado en etapas. El índice de radiactividad para la actividad biológica se mantuvo constante en todas las etapas de la purificación, mostrando la identidad completa entre la sustancia natural y sintética.

¿Quién lo hizo?

Ya era tarde cuando el grupo de jóvenes científicos consiguió transmitirme una comprensión elemental de su trabajo. Realmente ignoraba el asunto, y ellos llenaron muchas pizarras para tratar de simplificar todo de modo que hasta yo pudiera entenderlo. Los felicité por la extraordinaria hazaña, pero se negaron a los elogios. “Este logro pertenece al pasado”, dijeron.“Lo que importa es lo que vamos a hacer en el futuro. Si nos quedamos en el pasado, seremos vanidosos retrógrados. Y no hay motivos para vanidades. Cuando nos dejamos guiar por el pensamiento del Presidente Mao, hacemos progresos; cuando no, nos desviamos del camino correcto.

Por ejemplo, la cadena B es insoluble; inicialmente vimos esto como un obstáculo y nos desanimamos. Pero el Presidente Mao nos enseña que las cosas malas pueden transformarse en buenas, de modo que empleamos la insolubilidad de la cadena B como método de separación y purificación.

Siempre que nos enfrentábamos con un problema y no conseguíamos divisar nada, tratábamos de descubrir el principal obstáculo, pues como Mao dijo: «En el proceso de desarrollo de una cosa compleja hay muchas contradicciones y, de ellas, una es necesariamente la principal, cuya existencia y desarrollo determina o influye en la existencia y desarrollo de las demás contradicciones”.(2) En un determinado momento, cuando parecíamos estar en un impasse, analizamos la principal contradicción entre la necesidad de reproducir la estructura de orden superior de la molécula de insulina y nuestra incapacidad para lograrlo. Luego nos concentramos exclusivamente en este problema, y, una vez obtenidas las condiciones necesarias para combinar las cadenas A y B naturales de forma precisa, pudimos seguir adelante con nuestro esfuerzo».

(2) el Presidente Mao Tse-Tung , “La contradicción” , agosto 1937.Obras , vol. I, p.331

Pregunté quién había sido el principal responsable del trabajo, pero no quisieron mencionar ningún nombre. «Fue un trabajo colectivo de principio a fin, y no tenemos intención de destacar a nadie individualmente. La división de las tareas se realizó de acuerdo a las necesidades del proyecto. Cualquiera de nosotros podría haber hecho cualquiera de las partes». Salí del laboratorio con la sensación de que la nueva generación de jóvenes y atrevidos científicos chinos atacaría y conquistaría muchas otras ciudadelas, asegurando para China una posición de liderazgo en el mundo de la ciencia.

Traducido por “Cultura Proletaria” de ANovaDemocracia.com.br

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