CHÁCHARA PACIFISTA Y HECHOS DE GUERRA CONTRA EL PUEBLO

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Con el Acuerdo en La Habana, se ha esparcido en los trabajadores una mentirosa idea: «ya llega la paz para el pueblo colombiano».

TODA la burguesía, TODOS los terratenientes y TODOS los imperialistas, apoyan esa gran mentira, porque si el pueblo la cree, bajará la guardia de su lucha, y a los capitalistas e imperialistas les quedarán las manos más libres para intensificar la explotación del trabajo y el saqueo de los recursos naturales del país. Por eso invierten grandes sumas de capital en la difusión de su cháchara pacifista que llaman «pedagogía para la paz», utilizando al tope el poder político del Estado y la maquinaria de todos sus partidos, desde los de la Unidad Nacional santista, hasta el opositor oficial burgués Centro Democrático de los uribistas.

También los partidos reformistas verdes y amarillos, junto con los partidos oportunistas rosados electoreros que se dicen de «izquierda», y los dirigentes vende-obreros de las centrales sindicales, TODOS se han plegado abierta y descaradamente en apoyo a la cháchara pacifista del gobierno burgués reaccionario de Santos, porque así cumplen su función conciliadora entre el capital y el trabajo, prolongan su vida parasitaria en el Estado como politiqueros y se benefician directamente de las «bondades» económicas del post-conflicto. Por eso invierten todo su capital político, toda su influencia en las organizaciones de los trabajadores, todos sus discursos y panfletos, en el sucio trabajo de propagar entre las masas trabajadoras la mentira de que el Acuerdo de La Habana trae consigo la paz para los pobres del campo y la ciudad.

Solamente los auténticos revolucionarios y comunistas se han atrevido a decir la verdad: LA PAZ DE LOS RICOS ES GUERRA CONTRA EL PUEBLO. Y no porque sean clarividentes, sino porque saben que el Acuerdo en La Habana no le toca un pelo a las causas económicas de la guerra; porque han aprendido de la experiencia anterior en el mundo y en Colombia, las amargas lecciones de la paz que prometen los enemigos del pueblo, todas escritas con letras de sangre sobre las lápidas de los cementerios.

Y si se trata de BUSCAR LA VERDAD EN LOS HECHOS, para no ir tan lejos ni tan atrás ¿qué dicen los acontecimientos recientes?

Desde el 24 de agosto cuando se anunció con gran algarabía el Acuerdo Final, no han cesado las denuncias a los hechos de guerra contra el pueblo.

En Arauca la Fundación de DD.HH. Joel Sierra el 13 de septiembre manifestó: «Continúan los panfletos y llamadas amenazantes a nombre de supuestas BACRIM, Aguilas Negras o Urabeños, expresiones del eje del paramilitarismo que pretenden implantarse para continuar generando terror sobre las comunidades en el territorio. Estos hechos muestran que mientras se hace alarde de un escenario de postconflicto, la realidad en los territorios es totalmente distinta. Contrario a bajar las hostilidades, éstas se intensifican con la alta militarización de la vida cotidiana, los bombardeos indiscriminados y las acciones de las organizaciones rebeldes».

En Antioquia, la Comunidad de Paz de San José de Apartadó comunicó: «El martes 7 de septiembre de 2016 (…) en el paraje conocido como Rio grande de la vereda Arenas Altas, fuimos abordados por un contingente de paramilitares fuertemente armados, quienes procedieron a retenernos durante 50 minutos, allí, el grupo armado vistiendo prendas militares y portando armas de largo alcance con insignias de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) ‘bloque Juan de Dios Usuga’ procedieron a anunciar: ‘nosotros y la fuerza pública, no nos vamos a combatir, somos los mismos, tenemos todo coordinado para lo que se viene más adelante, que es la ocupación masiva del territorio por parte de las AGC’«.

En el Cauca el Informativo del Consejo Regional Indígena del Cauca – CRIC el 10 de septiembre tituló: «Se Callan los Fusiles Entre los Armados, y Continúa los Asesinatos contra los Pueblos» como en efecto sucedió el 29 de agosto cuando «hombres vistiendo uniforme militar y con armas largas» asesinaron en el Municipio de Almaguer a los líderes campesinos Joel Meneses, Nereo Meneses Guzmán y Ariel Sotelo, que según comunicado del Comité de Integración del Macizo Colombiano -CIMA- «eran reconocidos en el municipio y la región, participaron activamente en diferentes movilizaciones campesinas ‘por vida digna en el Macizo Colombiano, entre ellas la reciente Minga Nacional Agraria, Campesina, Étnica y Popular por el Buen Vivir, una Reforma Agraria Estructural y una Ciudad Digna, que se desarrolló desde el 30 de mayo hasta el 12 de junio de 2016 en el punto de concentración campesina en Timbío (Cauca)'». Como lo demuestra el asesinato, entre otras mujeres, de la líder campesina Cecilia Coicue el 6 de septiembre en el Municipio de Corinto Cauca.

En Cesar el 11 de septiembre fue asesinado el líder campesino Néstor Iván Martínez, vocero de la comisión de interlocución y miembro del Congreso de los Pueblos. Y en el municipio de San Martín de ese departamento, el ejército y la policía han reprimido salvajemente las protestas de los pobladores contra el fracking en la exploración de la petrolera ConocoPhillips.

Igual en Doncello – Caquetá, han sido reprimidas violentamente por las fuerzas del Estado las movilizaciones de sus pobladores contra la adjudicación de 6 bloques petroleros en ese municipio, que agotarán el agua y la salud de los habitantes.

Es evidente que en los HECHOS, el asesinato de los líderes campesinos, el reposicionamiento de las bandas paramilitares, la sangrienta represión oficial a los pobladores en zonas petroleras, hacen parte de la defensa a sangre y fuego de las tierras despojadas y de la disputa por las ganancias extraordinarias que produce la inversión de capital en las mejores tierras, en las explotaciones mineras y petroleras, todo lo cual demuestra que subsisten más vivas que nunca las causas económicas de la guerra contra el pueblo.

Y frente a estos HECHOS ¿qué dicen los pregoneros de la «paz social»? El Gobierno coloca su disco rayado: «hechos aislados y los investigará hasta dar con el paradero de los responsables». Los uribistas no dicen ni mu, pues son los campeones de la paz de los cementerios. Y los pacifistas de la «izquierda» y las centrales sindicales, amenazan con demandas ante las instituciones imperialistas y suplicar al Estado —jefe supremo de los asesinos— que haga justicia.

Pero el trabajador raso, los compañeros obreros y los hermanos campesinos, los intelectuales y estudiantes del pueblo, los indígenas y desplazados, los activistas políticos y sindicales, deben creerle a los HECHOS en los que ellos mismos son protagonistas como víctimas de esta guerra contra el pueblo. Desechar toda ilusión en la paz de los enemigos del pueblo; de ella solo se recibe muerte y desolación. Desechar toda ilusión en la llamada «confianza inversionista» de los monopolios imperialistas; de ellos solo se recibe superexplotación y destrucción de la naturaleza. Confiar todo a la rebelión de las masas, hoy como abstención activa en rechazo a la mentira de la paz social y su farsante Plebiscito, mañana como lucha revolucionaria contra la tiranía de los explotadores y su sistema de explotación.

Comité Ejecutivo

Unión Obrera Comunista (mlm)

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