ASIMILAR LAS LECCIONES DEL PARO AGRARIO

Editorial

Desde el 30 de mayo un nuevo Paro Agrario sacudió al país. El gobierno y los medios a su servicio no pudieron silenciarlo. Por las redes sociales y medios alternativos el pueblo pudo informarse y se supo que afectó 27 de los 32 departamentos con bloqueos y concentraciones en por lo menos 100 lugares. Después de 14 días de este paro convocado por la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular – CACEP1 se firmó un acuerdo para seguir negociando entre el gobierno y representantes de los campesinos, comunidades indígenas y negras. Sin embargo nuevamente, las exigencias de los campesinos hechas desde el paro de agosto del 2013 y en jornadas del 2014 fueron aplazadas, y seguirán acumulándose haciendo cada día más asfixiante su sobrevivencia y más explosiva la situación, porque el Estado colombiano ―representante de burgueses, terratenientes e imperialistas― no puede solucionar la crisis de la agricultura capitalista en un país oprimido, causa profunda de la angustiosa situación de los pobres del campo.

Otra vez el paro fue levantado sin soluciones reales de conjunto, pero dejando importantes lecciones que el movimiento de masas debe asimilar para los nuevos combates que se avecinan.

La primera lección del Paro Agrario fue dejar claro que a pesar de las declaraciones sobre paz y postconflicto en las negociaciones con las cúpulas de las guerrillas, para el gobierno de Santos y el que le sucederá, se trata de la paz de los ricos que es guerra contra el pueblo como se ve en esta ocasión con tres compañeros asesinados, más de 140 heridos, muchos detenidos y nuevas amenazas contra dirigentes y activistas. A las justas demandas de los campesinos, el Estado respondió con declaraciones y hechos de guerra: decir desde la Presidencia que el Catatumbo (Cauca, Chocó, Putumayo…) son para Colombia lo que el Bronx para Bogotá y argumentar desde el Ministerio de Defensa que las protestas estaban infiltradas por la guerrilla, era justificar el asesinato y aplastamiento militar de la protesta, como de hecho pretendieron hacerlo las fuerzas del ESMAD pasando sus tanquetas por encima de los manifestantes en Nariño y disparando armas ilegales contra los indígenas y campesinos en el Cauca; garrote y bala para quienes, cuando más, solo contaban con piedras y garrotes, porque confiaban en la razón en sus demandas.

Nuevamente quedó claro que para el Estado y su Gobierno la necesidad de los pobres no cuenta cuando está de por medio el beneficio de los ricos; de ahí que ante la derrota de los asesinos perros del ESMAD y la persistencia de los bloqueos, movilizaran las fuerzas del ejército. Una evidencia más de que la paz de los ricos es guerra contra el pueblo.

La segunda enseñanza del Paro Agrario fue demostrar de nuevo, que los problemas de los pobres no se resuelven en las «mesas de trabajo» cuyo único papel es frenar la lucha y desmovilizar a los trabajadores, así como dilatar y desviar la atención de las masas de los problemas reales hacia debates interminables e inútiles, hacia leguleyadas y trámites que finalmente terminan sin resolver nada.

El paro fue motivado por el incumplimiento de los acuerdos firmados por el gobierno en el 2013 – 2014, tales como el desembolso de 250.000 millones de pesos anuales para subsidiar a los campesinos pobres y medios, rebaja en los precios de los insumos, entrega de tierras ancestrales a las comunidades indígenas y negras, entre otras. Sin embargo, a pesar de que el paro obligó al gobierno a firmar 11 actas, los acuerdos apenas sí resuelven algunos problemas concretos, caso de dar cumplimiento a un fallo de la Corte Constitucional sobre la Hacienda Bella Cruz (La Gloria) y adjudicación de baldíos recuperados por el campesinado reclamante. Pero de lo demás, ni siquiera se puede confiar en los acuerdos 001 y 002 sobre garantías y derecho a la protesta porque el Estado todos los días viola los tratados internacionales de «derechos humanos» que ha suscrito; incluso apenas quedó para estudio en una «Reunión de Alto Nivel» del «Comité de Alternatividad Penal» la situación de los detenidos de los paros del 2013, 2014 y 2016. Mucho menos se puede confiar en los compromisos del gobierno en las reuniones del 17 y 22 de junio (así la última sea con el Presidente) y en innumerables comisiones, consultas, hojas de ruta, etc., etc., de los cinco «ejes temáticos» (reparación, tierras y territorios, paz y participación, minería, acuerdos incumplidos), pues tales compromisos son apenas generalidades distantes de las reivindicaciones concretas para mejorar la situación real de los campesinos y comunidades, y además ya no tienen la presión del paro y el bloqueo.

Los pobres del campo no pueden hacerse ilusiones en las promesas de los gobernantes, ni en las «Comisiones de Alto Nivel», «Mesas de Trabajo» y demás esperpentos creados para burlar las aspiraciones de los trabajadores. Por el contrario, solo pueden confiar en sus propias fuerzas y prepararse con mayor conciencia y organización para conquistar en medio de la lucha sus reivindicaciones, como le han enseñado más de 500 años de resistencia a los pueblos indígenas y comunidades negras, y como enseña toda la experiencia de los explotados y oprimidos: son los hechos los que conquistan derechos. Por tanto, la Asamblea Permanente que declararon debe convertirse en escuela para aprender de la experiencia reciente y en organización de las fuerzas para los próximos e inevitables combates.

Como tercera lección, el Paro Agrario mostró que a pesar de la experiencia de los últimos años, las organizaciones populares siguen arrastrando el lastre de unos dirigentes vacilantes que continúan sembrando confianza en las «mesas» instituidas por el gobierno para burlar las exigencias de las masas, y continúan haciendo creer ahora que los problemas de los pobres se solucionarán en las negociaciones de La Habana, con lo cual favorecen el engaño urdido por los enemigos del pueblo. Para el caso, una vez más se levanta el paro y los bloqueos con promesas de arreglo en mesas concertadas y en el trapicheo ministerial, desconociendo las importantes conclusiones del Consejo Regional Indígena del Cauca – CRIC en marzo pasado: «detrás del blanco de la paz existe un mundo oscuro de muerte, despojo, terror y guerra… mientras se habla de paz en la Habana-Cuba, gobierno y guerrillas en nuestro territorio no han parado la violencia contra el pueblo indígena, porque aunque parece que la violencia ha cesado, la comunidad sigue siendo víctima de muerte, persecuciones, amenazas y judicialización. A esto la gente lo ha llamado guerra sistemática, consecuencia de dichas negociaciones y del posconflicto que llegará con la firma de los acuerdos». De ahí que solo de la fuerza surgida de la unidad, organización y lucha provendrá la victoria de los explotados y oprimidos.

En cuarto lugar, este Paro Agrario mostró la necesidad de aislar en el movimiento popular a los dirigentes vacilantes y conciliadores, y a los partidos politiqueros que dicen ser sus amigos. Por ejemplo, a diferencia del 2013 este año las llamadas «dignidades» (cafetera, papera…) dirigidas por el MOIR, entre otras, no pararon, lo que constituye un apoyo de hecho al gobierno. El Paro Agrario dejó ver que grupos y partidos políticos que se dicen amigos del pueblo, en realidad tratan de utilizar y canalizar la movilización de las masas para sus propias aspiraciones: unos en apoyo a las negociaciones de los jefes guerrilleros y la paz de los ricos, otros para sus fines electorales, pero ninguno está interesado realmente en conquistar las reivindicaciones inmediatas de los pobres y muchos menos resolver definitivamente sus problemas, solo posible por medio de una verdadera revolución de los pobres de la ciudad y del campo.

La quinta enseñanza del Paro Agrario fue especialmente para los obreros, pues dejó claro el compromiso de las camarillas de las centrales sindicales con el gobierno, al que no quieren causarle traumatismos. Su actuación, es reflejo directo de la política burguesa que han impuesto al movimiento sindical, que no sirve a los trabajadores sino al gobierno y los patronos explotadores; una dirección patronal que en lugar de apoyar realmente a los trabadores del campo movilizando las bases sindicales y generalizando la lucha en las ciudades, solo emitió desde la CUT un tímido comunicado denunciando los asesinatos y «respaldando» las peticiones de la Cumbre Agraria.

En sexto lugar, el Paro Agrario mostró nuevamente el heroísmo de las masas, su valentía sin límites y su vocación revolucionaria, cuya motivación principal es la profundización de la crisis económica que arruina la pequeña producción, despoja a los pobres, despide obreros por millares, generaliza el hambre y la miseria… agudizando la crisis social que origina los poderosos levantamientos populares que hoy sacuden el país y cuya tendencia es hacia la unidad alrededor de una sola plataforma que recoja las aspiraciones inmediatas de los explotados y oprimidos, donde las Asambleas o Encuentros regionales y nacional son necesarios para sellar esa unidad, así como para elegir la dirección, determinar las tareas y concretar la fecha y hora del Paro Nacional Indefinido.

La séptima lección del Paro Agrario, fue resaltar el heroísmo de las masas y su determinación de lucha, que obligaron al gobierno a recular reconociendo los incumplimientos, desmintiendo sus afirmaciones sobre infiltración de la guerrilla y movilizando a varios ministerios para apagar la chispa así fuera temporalmente. El anuncio de un nuevo paro camionero, que se sumaba a los bloqueos, le hicieron aligerar las negociaciones dejando en claro que si el pueblo se atreve a luchar puede ganar porque las clases dominantes se encuentran divididas y su gobierno anti-obrero y antipopular es vulnerable. Y si apenas unos cuantos bloqueos pusieron en aprietos a los de arriba ¿cuál sería el resultado de un Paro Indefinido en todo el país?

El Paro Agrario demostró una vez más que existe una poderosa energía revolucionaria de un pueblo que no se resigna a ser esclavo, que existen sobradas razones para generalizar la lucha de obreros, campesinos y desplazados, de maestros y estudiantes, de trabajadores y usuarios de la salud, de viviendistas y asaltados por el sistema financiero, de vendedores ambulantes, desempleados y despedidos… de todo el pueblo para levantarse en un solo movimiento, en un gran Paro Nacional Indefinido, en una Huelga Política de Masas que frene la arremetida criminal de los explotadores representados en el Estado; pero las camarillas y los partidos politiqueros que las dirigen y respaldan no moverán un dedo para empujar y organizar el paro de verdad. Se necesita que los revolucionarios y las masas tomen la iniciativa desde abajo para unir, generalizar y organizar la lucha que arranque con la fuerza las reivindicaciones inmediatas del pueblo trabajador de tal forma que sirva como preparación para los combates revolucionarios decisivos que vendrán, no para hacer más soportable la infamia de la explotación cambiando el «modelo neoliberal», ni para remendar el podrido Estado de los explotadores con una «constituyente popular», sino para derrocar su dictadura de clase y suprimir toda forma de explotación del hombre por el hombre con el poder de la revolución socialista cuya fuerza principal es la alianza obrera campesina.

Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm)

1 La CACEP es una coalición compuesta por las organizaciones Congreso de los Pueblos, Coordinador Nacional Agrario – CNA, Movimiento por la Constituyente Popular – MCP, Asociación Nacional Campesina – Asonalcam, ONIC, Proceso de Comunidades Negras – PCN, Autoridad Nacional Afrocolombiana – Anafro, Marcha Patriótica, Mesa Nacional de Interlocución y Acuerdo – MIA, Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina – Anzor, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria – Fensuagro, Coalición de Movimientos y Organizaciones Sociales de Colombia – Comosoc, Asociaciones Campesinas – Asocampo…

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