Una madrugada del 26 de septiembre…

Suena el reloj, son las 4:30 am. Activistas de la campaña política antielectoral y distribuidores del periódico Revolución Obrera nos habíamos puesto cita el sábado 26 de septiembre a las 5:30 am, en la zona industrial de Montevideo (una de las más grandes de la capital), para distribuir en volante la convocatoria de la Campaña, así como distribuir el periódico de los comunistas entre los obreros industriales. En Bogotá se concentran más de 9 millones de personas, la mayoría de las cuales son proletarias. A esa clase que es mundial, pertenecen la mayoría de los miles que naufragan en el Mar Mediterráneo y los millones que lo han cruzado en búsqueda de una mejor vida, los que rebasan las fronteras terrestres de los países de Europa occidental, los que cruzan el desierto mexicano para alcanzar «el sueño americano», los que se concentran en el sudeste asiático y empujan la producción industrial mundial. Esta clase, sepulturera del capitalismo, la misma que era minoría en China y en Rusia a inicios del siglo XX, y aun así pudo dirigir la revolución, hoy abunda en Colombia. No podía darme pereza por más duro que sea levantarme a esa hora.

Colombia tiene 5 millones de personas en el campo según el último censo agrario (en su mayoría son campesinos pobres y medios), de los casi 49 millones de seres humanos que habitan el país. Esto dice de la cuantía de la clase obrera y la gran cantidad del proletariado, fuerza para ponerse al frente de la revolución social. ¡Oh, si los maestros del proletariado estuvieran vivos para verlo con sus propios ojos! Engels se asombraba con la magnitud del proletariado marchante en las gestas de Chicago de 1886, mostrando su grandeza y unidad internacional. Y esto es nada, si se compara con los colosales movimientos de la clase obrera en medio de la crisis social del imperialismo, o incluso si se compara con las manifestaciones del 1° de mayo a nivel mundial. Sea en países oprimidos o imperialistas, son millones y millones de sepultureros de este sistema, como parte de una clase mundial, ante la que no puede ningún ejército imperialista por más armado que esté.

Llegué a las 5:10 am al punto de encuentro y ya estaba allí una combativa compañera con un maletín a cuestas lleno de propaganda y una bolsa negra en su mano derecha… Un apretón de manos bastó y con la mirada nos pusimos de acuerdo a iniciar de una vez la agitación mientras llegaban otros compañeros. Sacó de aquel plástico un pequeño pero potente megáfono que una vez puesto en funcionamiento se comprobó que era suficiente pues el eco generado por las grandes paredes de las construcciones que rodean la avenida, ayudaba a la expansión del sonido. Los obreros comenzaban a llegar masivamente. Los buses los descargaban por decenas incluso. Se veían muchas compañeras entre los trabajadores. El capitalismo las usa intensamente incluso en época de crisis, porque son constantes, soportan la brutal carga de la superexplotación, hacen su trabajo muy bien y su mano de obra es más barata. Unas pasaban atentas, otras cabizbajas, pero casi todas recibían y buscaban la propaganda ofrecida.

La consigna ¡Abajo el podrido Estado burgués y sus elecciones! ¡Viva el futuro Estado de obreros y campesinos!, parecía captar más escuchas que en otras ocasiones. Los transeúntes como que estuviesen cómodos ante los semáforos en rojo que controlaban el tráfico de ese gran cruce.

En el 2008 la economía capitalista en Colombia, y con ella la industria, crecía al ritmo demoledor del 6.3%, hoy está en caída libre, donde los datos más inflados dicen que produce al ritmo de -1.3%. Recuerdo ver todavía en aquella época rostros altivos que pasaban indiferentes ante la propaganda y la agitación en las zonas industriales. Hoy, como si se tratara de un estrecho callejón, me parecía que todos pasaban por el lado del orador, donde estaban las hojas volantes y periódicos, de los cuales casi no quedó nada. Si no se recogió más dinero es porque este trabajo no es sistemático, enseñando a los obreros que deben pagar su propia prensa, pues la lógica de la propaganda burguesa y socialdemócrata es regalarla.

En aquel momento recordé lo dicho por Marx respeto al viejo topo de la revolución… ¡Realmente ha hecho su trabajo! El viejo mundo capitalista no tiene nada que ofrecer a la sociedad, más que descomposición y ruina. Esto es evidente. ¿Pero por qué los revolucionarios tan ausentes? Dejo esta respuesta a cada uno de los lectores que llegan atentos a esta línea…

Por demás, les comento que no se votó ningún volante. Las masas estuvieron atentas y esta actividad es parte de un conjunto de acciones que los revolucionarios han acordado en Bogotá para potenciar la venta y distribución de Revolución Obrera, así como para realizar la Campaña política antielectoral.

Corresponsal de Bogotá.

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