Solo escuchar la palabra Revolución aterra a los empresarios

Solo escuchar la palabra Revolución aterra a los empresarios 1

El Primero de Mayo, día cuando la clase obrera mundial se moviliza en todos los países agitando las banderas de su lucha internacional contra el sistema imperialista de opresión y explotación asalariada, fue mancillado en Colombia donde el Presidente Petro con la complicidad de los jefes politiqueros reformistas, oportunistas y vende-obreros, usurpó la tribuna de la manifestación en la capital.

El Presidente llamó a presionar la aprobación de sus “reformas” con la movilización popular y afirmó que “el intento de coartar las reformas puede llevar a una revolución”, lo cual escandalizó a los representantes de las asociaciones empresariales capitalistas, quienes de inmediato colocaron el grito en el cielo, reclamando al Presidente “no llamar a la violencia de las vías de hecho”, “respeto a la constitución y la ley”, “proteger la democracia”, “mantener el orden público”, “defender los principios institucionales de libertad y orden”.

En primer lugar, no es extraño que los explotadores rechacen todo lo que suene a rebelión de los explotados, pues siempre han temblado solo con escuchar la palabra REVOLUCIÓN, así esta sea invocada por un reformista como Petro quien también la teme.

En segundo lugar, los opresores capitalistas cuando declaran defender la democracia, la constitución y la ley, la libertad y el orden, se refieren a la “democracia” del Estado burgués que es su dictadura de clase, cuyas “leyes” están hechas para proteger los privilegios de los dueños del capital, cuya “libertad” es la libertad de vivir explotando trabajo ajeno, y cuyo “orden” es la desigualdad social derivada de las relaciones de explotación y preservada por la fuerza de las armas oficiales. Por tanto, es infundado el reclamo de los empresarios al demócrata Petro, declarado defensor del sistema capitalista, cuyo juramento sobre la biblia de defender la constitución y la ley de los explotadores utilizando la fuerza armada del Estado para salvaguardar el orden burgués, lo ha cumplido al pie de la letra, manteniendo en prisión a jóvenes detenidos en el Paro Nacional, y reprimiendo a obreros, campesinos, indígenas, pequeños mineros… cuando han acudido a paros y bloqueos para exigir sus reivindicaciones… y solo cambió la apariencia del escuadrón asesino policial ESMAD.

En tercer lugar, en cuanto a las “reformas” de Petro y su llamado a respaldarlas con la movilización popular, es necesario decir que por su contenido ni siquiera debiera llamárseles “reformas”, pues la propuesta original contiene medidas timoratas que apenas se acercan a las conquistas de la lucha huelguística del movimiento obrero y popular en el siglo pasado; medidas recortadas en la concertación con los gremios capitalistas; medidas mutiladas en el establo parlamentario donde vegetan y deciden los representantes políticos de la mafia y de los grandes grupos empresariales. No es un mal augurio, es la realidad demostrada en el trámite de la llamada reforma a la salud, en la cual la continuidad de la privatización en manos del capital financiero de las EPS, ya está concertada. Lo demás son discusiones bizantinas politiqueras para enredar al pueblo.

Y el llamado a “tomar las calles” y “la movilización popular”, tiene triple dosis de veneno: una, oculta descaradamente que el mismo Petro desautorizó la lucha directa y los bloqueos masivos en el Paro Nacional; dos, convoca a los trabajadores a movilizarse en defensa de unas “reformas” huecas; y tres, pretende domesticar la lucha directa, reduciéndola a una dócil palanca de su contraparte: la politiquería y el parlamentarismo inútil.

No es el rechazo de los representantes políticos de la mafia y de los grandes grupos monopolistas a las tímidas y mínimas medidas de las “reformas” petristas, lo que va a desencadenar nuevos estallidos sociales. Con o sin las “reformas” del Gobierno, la lucha de clases en la sociedad colombiana es cada día más aguda porque la explotación y la opresión de la inmensa mayoría de la población son cada vez más intensas e insoportables. Con o sin las “reformas” del Gobierno, los grandes problemas del pueblo colombiano, los mismos que motivaron los levantamientos en 2019, 2020 y 2021 siguen sin solución, siguen siendo el combustible de las próximas explosiones sociales.

Claro que se necesita retomar la movilización general de los trabajadores, pero con independencia del Gobierno reformista, de los apagafuegos oportunistas y de los capitalistas, tal como ya lo hizo ingeniosamente el pueblo colombiano en los pasados Paros Nacionales.

Claro que se necesita volver a las vías de hecho, a las huelgas políticas de masas, a los paros regionales y nacionales, a los bloqueos y barricadas, no para suplicar a los parásitos del Congreso y del Gobierno, sino para exigir los derechos ejerciéndolos, para exigir por la fuerza las reivindicaciones del Programa Inmediato que se levantó en medio del Paro del 2021. No para defender la institucionalidad del Estado asesino sino para romperla revolucionariamente, avanzando no al simple cambio de Gobierno sino al derrocamiento por el pueblo armado de todo Gobierno de los explotadores capitalistas y de su Estado reaccionario, y así construir un nuevo Estado defendido y sostenido por el armamento general del pueblo, ese sí con un verdadero Gobierno de los trabajadores en la forma de Asambleas de Obreros y Campesinos Pobres, cuyo embrión fueron las Asambleas Populares organizadas desde abajo durante el estallido social.

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