Relatos de un Luchador Durante la Jornada del 4 de Diciembre

Los bloqueos populares cimentan la unidad del pueblo

El miércoles 4 de diciembre en Cali la ciudad no funcionó con su desorden acostumbrado; el pulso de la lucha obrera fue lo que determinó cuáles carreteras funcionaban y cuáles no. La ciudad pasó de estar sitiada por el hambre, el narcotráfico, la delincuencia, la explotación… y fue la clase obrera caleña la que cerró las salidas de la ciudad para exigirle a un Estado rastrero y servil del imperialismo que cesara sus ataques contra quienes con su corona de sudor mueven este país.

Mi día empezó con un transporte masivo que funcionaba peor que de costumbre. Subí a él con desconfianza, esperando gentes que vocearan contra el paro –como engañosamente lo muestran los medios de comunicación hincados al capital–, al contrario, la gente dentro del MIO con tranquilidad apoyaba el paro y en grupos discutían y hacían planes para que cada quien llegara a su destino de la manera más fácil.

Tras recorrer la ciudad dando vueltas para evitar las numerosas concentraciones en Univalle o el estadio, logré llegar al puente de Alfonso López. A pie, en medio de trabajadores que también caminaban o estaba expectantes a lo que pudiera ocurrir, tras pasar una columna de cerca de 28 miembros de la PM que encima de su uniforme vestía indumentaria del Esmad y estaba a un costado de la calle, llegué ante una gran pancarta negra, con la cantidad de metros suficientes para cubrir tres calles con un letrero blanco que decía EL PUEBLO NO SE RINDE CARAJO, consigna que el pueblo bonaverense nos legó en alguno de sus paros.

Detrás de la pancarta, en medio de bloques de cemento, ramas y troncos, humo negro tras el fuego de las llantas, encontré al obrero industrial, al maestro, al estudiante, al artista, al paramédico, al sindicalizado, al obrero temporal, al ama de casa. Mujeres y hombres de todas las edades: niños, jóvenes, adultos o ancianos; indígenas, afros o mestizos… todos unidos para ser una sola voz que se levanta contra la tiranía.

Allí donde comienza el puente de Juanchito –importante para la economía de la burguesía local debido a la ubicación de industrias, ingenios y la central de abastos Cavasa–, un bafle mediano, alimentado de la electricidad que solidariamente compartieron de un negocio vecino, amplificaba las voces de los artistas que le han cantado a este y a otros paros, que han puesto su voz para manifestar desde la música la lucha y el dolor popular; amplificaba las voces de los inconformes, de los revolucionarios que juiciosamente han leído el devastador Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 para poder explicarle al pueblo la necesidad de hacerle frente para evitar que nos arrebaten los mínimos derechos que hoy se tienen, y conservarlos en procura de avanzar hacia una sociedad donde la propiedad privada que permite sojuzgar trabajo ajeno sea suprimida y su lugar sea ocupado por la comunidad de bienes, disfrute colectivo de todos los instrumentos de producción y reparto de los productos de común acuerdo.

Cuando yo llegué se estaba haciendo la colecta para el almuerzo, manos trabajadoras extendían a otra mano obrera $1000, $5000, $30.000… mientras un joven en el micrófono –de acuerdo a como lo estipula la disciplina y la transparencia obrera–, iba informando públicamente cuánto se iba recogiendo para la olla comunitaria donde se cocinaría el sancocho para alimentar a los luchadores; se terminaron juntando aproximadamente $500.000.

Mientras tanto, las vecinas del sector empezaron a buscar los fondos, ollas grandes donde se cocinaría un sancocho para los luchadores. También se organizaron dos delegaciones: una que fuera a comprar plátanos, carne, hueso, papa, yuca, arroz, aceite, sal y demás ingredientes; y otra para traer rocas, recoger leña y organizar el fogón. En ese momento se juntaron los niños y divertidos también asumieron la tarea de buscar la leña y trastear las ollas y la carreta de un lado a otro, mientras se discutía dónde sería más seguro prender el fuego.

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El almuerzo se cocinó en medio de arengas y discursos que levantaban el ánimo de lucha y les informaban a los obreros que a pie regresaban a sus casas (tras haber cumplido en las fábricas el turno de 6 a 2), las razones por las que estábamos allí. Los luchadores se organizaron en varios turnos para que mientras 300 almorzaban –según el número de platos que había–, los otros los relevaran en los puestos de vigilancia, no fuera que la PM con traje de Esmad aprovechara la hora del almuerzo para meterse a romper el bloqueo.

A la hora del almuerzo llegó una delegación de la Guardia Indígena, Guardia Cimarrona, hombres y mujeres cobrizos y silentes, con el orden que los caracteriza se movieron entre las gentes, aparecieron con tacos de guadua y tras ponerlos bajo un gran bloque de cemento lograron moverlo para taponar aún más la vía e impedir la siempre esperada arremetida de la PM vestida de Esmad.

Tras el almuerzo, decenas de manos recogieron los platos, los vasos y toda la basura que se había generado; un corpulento obrero afro barrió el andén con una rama de dos metros de grande, luego con una pala recogió la ceniza ya fría y se la echó a los árboles aledaños como abono.

Un bloqueo popular es un compartir de alimento; alimenta el sancocho y la palabra combativa llena de razones para luchar y cargada de experiencia. Un bloqueo popular es poder sentarse con un antiguo obrero de Coca-cola a conversar sobre la experiencia de repeler al Esmad; en el momento en que él me lo preguntó no lo recordé, en el 2005 –cuando el Esmad asesinó a Jhonny Silva–, no teníamos la experiencia que hoy el pueblo chileno recogió del pueblo hongkonés, en ese entonces no había Primera Línea con escudos, pero estaba la gente “con buen brazo” decíamos, lanzaba piedras, molotov o papas bomba contra el Esmad para obligarlo a retroceder y ganar territorio sobre la Pasoancho y ganar el derecho a manifestar el inconformismo del estudiantado; lanzaban bombillos llenos con pintura de aceite contra el parabrisas de la tanqueta para evitar que avanzara atropellando a los estudiantes. Recordé aquella vez en Villa Gorgona cuando un par de jóvenes levantaron los calientes gases recién lanzados, se acercaron por los laterales a la tanqueta y se subieron en ella para introducir por cada orificio el gas lacrimógeno, para que el Esmad allá encerrado recibiera una poco de su propia medicina. En ese tiempo no se llamaba primera línea, pero estaban quienes levantaban los gases, no para echarlos en tarros con agua y bicarbonato como se hace ahora, sino para volverlos a lanzar el Esmad en caso de tener el viento a favor; y estaban quienes prendían hogueras cuyo humo facilitaba la dispersión del gas y quienes le echaban leche en el rostro a la gente para evitar la piel ardiente; y estaban quienes con esperanza rabiosa vociferaban las consignas que les recordaba a los presentes la necesidad y la justeza de la lucha y aumentaba sus ánimos.

Los bloqueos populares son una oportunidad de educación, de discutir las diferentes posiciones que por estos días se presentan en el seno del pueblo. El miércoles, un compañero se decía adepto de lo planteado por algunos líderes sindicales que hablaban de que en vez de obstruir autopistas, era más conveniente bloquear los “centros del poder, el CAM, para el caso de Cali”; entonces, en medio de las pequeñas barricadas, se discutía sobre el poder, sobre como un complejo administrativo que reúne las dependencias gubernamentales de nivel municipal no es más que un edificio, porque el poder real que manda esta ciudad y este país es el capital económico, porque éste y todos los gobiernos burgueses no son más que un simple comité administrador de los negocios de los grandes empresarios nacionales y extranjeros; por ello nosotros estábamos allí el 4D, impidiendo la circulación de las mercancías de Cavasa, los ingenios y las industrias que se mueven entre Candelaria y Cali, para que, a raíz de las pérdidas económicas, el poco entendido de Duque se viera obligado a cumplir las exigencias populares.

El bloqueo fue una oportunidad para que el obrero desplazado de la costa nos contara sus experiencias de lucha por la tierra, sus anhelos de ver a un pueblo unido –como en este paro lo ha visto–, juntando sus exigencias; sus deseos de tener frente a frente al paramilitar Uribe para sentarle sobre su cara un gran golpe que al menos le permitiera enseñar su dolor retenido por años.

El bloqueo popular fue una oportunidad de discusión sobre temas ecológicos; cuando algunos manifestantes llegaban y se sumaban al bloqueo, hablaban de su malestar por los árboles que había sobre la vía para crear pequeñas barricadas, a ellos y a todos se les informó que esos árboles habían sido talados por la Alcaldía Municipal de Cali como parte del proyecto de construcción de la doble calzada Cali-Candelaria, proyecto mediante el cual se está justificando el desalojo de los habitantes del sector.

Los bloqueos populares de este paro nacional nos han hecho recordar las palabras delManifiesto ComunistaLos obreros arrancan algún triunfo que otro, pero transitorio siempre. El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera.

Un camarada

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