Los comunistas han denunciado la guerra reaccionaria contra el pueblo y el terror estatal como el método predilecto de los gobernantes en Colombia, quienes tienen a su haber 6402 ejecuciones extrajudiciales y cientos de masacres solo en las dos décadas de este siglo.
La guerra parecía un problema lejano contra los campesinos despojados y desplazados, hasta cuando los levantamientos populares en noviembre 2019, septiembre 2020 y sobre todo el poderoso movimiento nacional desatado desde el 28 de abril y que hoy completa 19 días, con epicentro en el occidente del país, rompió el contubernio silencioso de los medios con el régimen y convirtió a las redes sociales, en un instrumento para grabar y difundir masivamente las denuncias a la campaña de terror ordenada por la mafia uribista y ejecutada principalmente por la policía.
El régimen de Duque ha lanzado sus hordas terroristas y asesinas contra la firme y valiente juventud de la vanguardia en el Paro. Ataques concertados entre la policía y los sicarios de la mafia con armas letales y tanquetas a las manifestaciones; asesinato de más de 40 personas principalmente jóvenes luchadores; desaparición de cientos de activistas; torturas, violaciones, vejaciones a los detenidos.
La policía, asesina, masacra al pueblo, no en defensa de los bienes y honra de todos los ciudadanos como predican los reaccionarios. Lo hace para proteger exclusivamente los intereses de los explotadores, los únicos que tienen en propiedad bienes de capital.
Las súplicas y proyectos para “reformar” o “humanizar” la policía son inútiles, equivalen a perfumar la podredumbre estatal, pues la policía es una institución hecha para amordazar y reprimir brutalmente la rebeldía de los explotados y lo ha demostrado en este Paro. Las millonarias inversiones en la “defensa nacional” eran en realidad para nuevas y más poderosas armas de ataque contra pueblo. La policía no es una institución de “héroes”, ni “amiga” de la ciudadanía como pregonan los gobernantes. La policía es la peor banda criminal de Colombia al servicio del régimen de la mafia uribista, que debe ser derribado como condición para detener el terrorismo estatal y su guerra reaccionaria.
El terrorismo de Estado por mano de la policía y demás fuerzas militares y paramilitares contra el Paro, es la forma viva y sangrienta de la violencia reaccionaria, que impone, exige y obliga a responder con la violencia revolucionaria de las masas trabajadoras. Tal es la razón para proseguir en la organización y generalización de los grupos de choque, de la primera línea, de las guardias obreras y campesinas, de las milicias obreras y populares. La prédica del pacifismo es un espaldarazo a la violencia reaccionaria.
La policía junto a las otras tres fuerzas armadas, son el pilar central del Estado, fuerza organizada de la dictadura de los capitalistas. Mientras exista esa fuerza organizada de los explotadores no se pueden resolver los problemas económicos y sociales de los explotados. Es absolutamente necesario destruir esa máquina, ese aparato especial de represión, para instaurar un nuevo Estado gobernado por los trabajadores donde la fuerza armada no esté en manos de bandas criminales como la policía, sino en manos de todo el pueblo, para ejercer la dictadura de los pobres sobre los ricos, de los explotados sobre los explotadores, de los oprimidos sobre los opresores. Así lo ha demostrado la historia de la sociedad en la época del capitalismo y la ardiente lucha de clases actual, inevitablemente conduce a ese anhelado y cercano futuro.
