El Estado asesinó al sargento Gilberto Ávila Llano

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Gilberto Ávila Llano tenía 59 años cuando le aplicaron la eutanasia. Era un sargento colombiano retirado de la Policía Nacional que, por 17 años, padeció los síntomas del Parkinson juvenil. Ávila tomó esa decisión antes que seguir siendo una “carga” para su familia que lo cuidaba con todo el cariño y la paciencia del mundo. Pertenecer a la Policía fue la causa de su enfermedad y de todos los padecimientos y torturas que sobrevinieron con esta.

Desde 1987, Ávila trabajó en la Dirección de Antinarcóticos. En el Guaviare, se dedicaba a asperjar glifosato sobre los cultivos que el Estado ilegalizó como parte de la guerra reaccionaria en la que está inmerso junto al conjunto de las clases dominantes y del imperialismo, principalmente el estadounidense. Ávila, tenía que verificar en tierra que el glifosato lanzado desde las avionetas llegara a su objetivo final, por lo que caminaba entre plantas que literalmente chorreaban glifosato, sustancia que fue inhalada por el sargento durante décadas, lo que le causó daños irreversibles a su salud.

En 2009 le diagnosticaron la enfermedad: Parkinson. La respuesta de la Policía fue darle $30 millones y se desentendió de la salud de Gilberto. El problema real fue acceder al sistema de salud, a los cuidados paliativos, pues incluso, tuvo que interponer acciones de tutela para acceder a una cita con un especialista. Finalmente, Ávila se vio obligado a aplicarse la eutanasia antes que seguir sufriendo los padecimientos que a diario vivía por la enfermedad, por la lucha que libraba contra la Policía para que le garantizaran su salud, por ver a su familia sufrir por causa de su sufrimiento, por un Estado indolente con su situación.

Otro sargento retirado, Carlos López, radicará una acción popular para intentar que más de cien policías accedan a los servicios de salud, que según la letra muerta de La Constitución son un derecho fundamental, pero que en realidad son una mercancía bajo el sistema capitalista. Estos policías padecen cáncer, Párkinson y otras patologías neurológicas como producto de servirle a la patria de los ricos en una podrida institución que ni siquiera les garantiza una cita médica a los hombres y mujeres que la componen.

El Estado asesinó al sargento Ávila, este fue un crimen de Estado, a pesar de que los medios pinten su eutanasia como una decisión individual que “libremente” tomó el expolicía: esa es la libertad del capitalismo, la libertad de elegir morirse por culpa de un Estado que no les brinda salud a sus guardianes. Con este hecho se cae una vez más el falso argumento que le hacen creer a muchos jóvenes del pueblo, según el cual ingresar a la Policía Nacional “es lo mejor que les puede suceder”, que les brindan garantías, “arandelas”, etc., pues son muchos los casos parecidos a este en los que policías, activos y retirados, denuncian el no pago de la salud, de su pensión, de lo difícil que es acceder a una cita médica, de los daños sicológicos que les causa estar en la guerra, de los abusos que cometen los superiores contra la base que componen las fuerzas armadas y de policía, de lo difícil que es ascender en la línea de mando. Esos y otros casos son, en los hechos, la lucha de clases dentro de las fuerzas armadas del Estado burgués, que no les garantiza lo más básico a aquellos que lo defienden.

¡La rebelión se justifica! Policías y soldados abusados por el Estado: ustedes deben rebelarse también. No es justo que salgan a las calles y campos del país a convertir como blanco al pueblo que nada tiene que ver con la forma como son tratados dentro de las podridas instituciones castrenses. Así como tampoco es justo que atropellen al pueblo por defender los privilegios de las clases dominantes que no les importa realmente la situación de ustedes. Los llamamos a desatar la ira que llevan reprimida por el maltrato que sufren por parte de sus superiores y por parte del Estado, contra sus superiores, contra la institución, contra el podrido Estado.

Casos como el del sargento Ávila, los debe llamar a reflexionar seriamente en la necesidad de organizarse, no solo gremialmente, sino políticamente en el Partido de la clase obrera que se está gestando, que llamará a las masas populares a rebelarse contra el sistema capitalista y el Estado asesino que hoy ustedes están defendiendo ni siquiera a cambio de un sistema de salud efectivo.

El Estado de los ricos debe pagar por medio del látigo de la violencia revolucionaria, todas las humillaciones, muertes y maltratos que le ha causado a los policías, soldados y a las familias de cada uno de ellos, por lo que el llamado es a que volteen sus fusiles contra los verdaderos enemigos del pueblo al que la mayoría de ustedes pertenece.

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