¡El Estado Terrorista Mató a Dylan Cruz!

El Estado terrorista mató a Dylan Cruz

Un manotazo duro, un golpe helado
Un hachazo invisible y homicida
Un empujón brutal te ha derribado
No hay extensión más grande que mi herida
Lloro mi desventura y sus conjuntos
Y siento más tu muerte que mi vida
Ando sobre rastrojos de difuntos
Y sin calor de nadie y sin consuelo
Voy de mi corazón a mis asuntos
Temprano levantó la muerte el vuelo
Temprano madrugó la madrugada
Temprano está rodando por el suelo
No perdono a la muerte enamorada
No perdono a la vida desatenta
No perdono a la tierra ni a la nada…

Miguel Hernández (Elegía)

El 25 de noviembre a las 10:30 pm, la noche estaba muy fría en la ciudad de Bogotá, de pronto a lo lejos los pitos y cacerolas comienzan a sentirse fuertemente, y los gritos de indignación y odio de la gente se hacen cada vez más agudos, generalizados y estruendosos ¡EL GOBIERNO LO MATO, EL GOBIERNO LO MATO, DUQUE ASESINO, ASESINO!

Dylan Cruz de 18 años de edad, había acabado de fallecer, “Con pesar informamos que, no obstante la atención brindada durante estos días en nuestra Unidad de Cuidados Intensivos, Dylan Cruz, en razón a su estado clínico, acaba de fallecer. Nuestros sentimientos solidarios de pésame a su familia y personas cercanas a él”. Ese fue el último y fatal parte médico del hospital San Ignacio, lugar donde lo habían ingresado en horas de la tarde del sábado 23, siendo atendido por médicos especializados en lesiones cráneo encefálicas ya que había sido gravemente impactado en la cabeza por una bomba aturdidora disparada por el ESMAD, sanguinario Escuadrón Móvil Antidisturbios, comandado por la Dirección de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional de Colombia.

La notica se propagó inmediatamente por las redes sociales, como se expande rápidamente el fuego a través del combustible en leña seca, ¡EL GOBIERNO LO MATO!, el pueblo entero así lo dijo en las calles, en los edificios, en las ciudades, en los automóviles, el grito fue general y a una sola voz inmediatamente lo gritó, lo dijo con ardor, tristeza, dolor impotencia, indignación pero también mucho odio de clase. El pueblo identificó al asesino en los mismos instantes que escuchó la noticia, no al que disparó pero sí al que dio la orden de matar, ¡DUQUE ASESINO, URIBE PARAMILITAR, MATARON A DYLAN, EL GOBIERNO LO MATÓ!

Duele terriblemente que caigan los luchadores, proletarios hijos del pueblo, sin embargo, el dolor y la indignación se sienten mucho más cuando son jóvenes apenas iniciando el largo y difícil camino de la vida, cuando caen mortalmente apenas a escasos 18 años de estar respirando bajo el cielo capitalista, largo camino truncado por la mano implacable de la dictadura burguesa, de los defensores de la sociedad dividida en clases, de la propiedad privada, defensores de la opulencia y la libertad para ellos y la miseria, las privaciones, las negaciones materiales, y la represión para la gran masa del pueblo productor de las grandes riquezas.

Malditos defensores de este inmundo y aberrante sistema capitalista imperialista que solo se sostiene matando a miles de Dylan en todo el planeta, matándolos de hambre, miseria y mucha represión, matándolos de muchas formas, matándoles el sueño de conocer el mundo con todas sus hermosas maravillas que hay en los cinco continentes, matando su iniciativa, su creatividad, matando su alegría, su energía, matando su vitalidad, matando la vida de los que han de continuar la sociedad, matando a Dylan acá en el asfalto de la dura ciudad, matando a Dylan en el campo, en las comunas, matando a Dylan en Chile, en Ecuador, en la hermosa tierra Aymara boliviana, peruana y argentina, matándolo en la fértil tierra Azteca, en la tierra de los Nicaraos, matando a Dylan en la gigante tierra asiática, en la India, en Nepal, en la atormentada Haití, matándolo en este hermoso planeta tierra.

Lo matan diariamente aquí y allá, en cualquier momento y lugar matan a Dylan, como mataron a los jóvenes de Soacha, a los jóvenes indígenas en este largo año del tiranillo Duque, a muchos jóvenes estudiantes, como Nicolás Neira, joven de 15 años y Johnny Silva, estudiante de la Universidad del Valle asesinados por el ESMAD en 2005, como mataron a muchos jóvenes en los inmundos “falsos positivos”, más de diez mil, como mataron a 18 niños bombardeados en el municipio de San Vicente del Caguán, en el departamento de Caquetá el 29 de agosto de este año, por orden del ministro de defensa Guillermo Botero, y la lista es mucho más larga bajo la dictadura burguesa en este martirizado suelo colombiano.

Matan a Dylan, como a muchos jóvenes en la gran patria del gigante joven comunista Francisco Garnica, brutalmente torturado y ejecutado a la media noche del día 15 de diciembre de 1965, por el ejército de Colombia –los “héroes de la patria”–, lo matan en el suelo donde nació Luis Fernando Barrientos, un estudiante que cursaba cuarto semestre de economía en la Universidad de Antioquia y que fue asesinado el 8 de junio de 1973 por un agente del DAS mientras salía por la portería peatonal de la ciudad universitaria, luego de una asamblea general en el Teatro Camilo Torres Restrepo para conmemorar el día del estudiante caído.

Dylan Cruz, el Estado de Colombia y su gobierno de turno en cabeza de Iván Duque Márquez y el partido Centro Democrático, el 23 de noviembre de 2019 te mató, dio la orden de asesinarte a ti y a la juventud que marchaba pacíficamente por la calle 19 con carrera cuarta, exigiendo justas y muy sentidas reivindicaciones para el pueblo; ellos te mataron porque no toleran la beligerancia y atrevimiento de la juventud proletaria, no soportan en las calles tu valiente grito revolucionario, altivo y atronador grito revolucionario, despertando conciencias, llamando a las masas a transformar el Paro Nacional en una gran tormenta de poder popular contra la dictadura de Uribe, Duque, Ardila Lule, Santos, Pastrana, Santo Domingo, Sarmiento Angulo y todos los narco-paramilitares que hoy deambulan libremente a lo largo del suelo colombiano; ellos te mataron Dylan dando la orden de disparar al Escuadrón Móvil Antidisturbios ESMAD.

Los cuerpos represivos como el ESMAD, la policía, el ejército y obviamente los paramilitares, son los instrumentos utilizados por el Estado de Colombia para combatir al pueblo cuando éste exige vivir dignamente, cuando exige el derecho al goce y disfrute de las riquezas que él produce con su trabajo mal remunerado diariamente y sin parar. Esos cuerpos represivos que absorben gran capital para su conformación y sostenimiento, son financiados con el presupuesto extraído al pueblo, y están en las calles para extinguir por la vía del terror y el asesinato toda expresión de rebeldía por más pacífica que ésta sea, por más alegre y carnavalesca que sea, por más tambores y comparsas que halla, por más abrazos y chocolates que se compartan con estas fuerzas represivas, ellos están para apalear y torturar porque esa es la orden del Estado, defender los intereses de burgueses, terratenientes e imperialistas en las calles de las ciudades, localidades, comunas y barrios pero también y con igual violencia en el campo.

La fértil tierra de esta gran patria colombiana, abonada y cultivada por guerreros campesinos alimenta incluso a las fuerzas represivas y sus familias. Sus integrantes son hijos del pueblo, la gran mayoría de ellos son proletarios, son jóvenes que seducidos por el uniforme, el entrenamiento, y el “poder” que les da ser del ESMAD, de la policía o del ejército ingresan voluntariamente allí en estas perversas instituciones, donde su pensamiento es modificado diariamente en las reuniones que les hacen desde tempranas horas y por varias veces al día.

Son instrumentos al servicio del Estado convertidos en máquinas de matar sin ninguna discriminación, estudiantes, obreros, campesinos, indígenas, comunidades afro, LGTBI, mujeres, niños, ancianos, defensores de derechos humanos, líderes sociales, y todos los proletarios que alcen la voz contra la burguesía y los terratenientes están dentro de los objetivos de los cuerpos represivos del Estado de Colombia.

Disolverlos no es pidiéndole al gobierno respetuosamente y con demandas jurídicas, como lo están haciendo los humanistas y leguleyos activistas de derechos humanos y otros politiqueros oportunistas de “izquierda”; disolverlos es con la lucha organizada del pueblo, desarrollando tenazmente y cuerpo a cuerpo el combate callejero, con todo tipo de armas artesanales o construidas para enfrentamientos duros principalmente macanas, bombas molotov, y muchas otras que sirvan para diezmar la moral y capacidad de estas fuerzas represivas enemigas del proletariado y las masas en general.

Destruir al Estado y su clase burguesa y terrateniente que protege, exige también ir avanzando en la organización militar del pueblo desde las simples formas de la lucha callejera. ¡SOLO EL PUEBLO, SALVA AL PUEBLO!

¡La sangre derramada por Dylan Cruz, y tantos luchadores más, será vengada con la insurrección del pueblo en armas!

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