El Despilfarro en el Engañoso Plebiscito

cifras

Después de las votaciones del plebiscito del pasado 2 de octubre, se conocen algunas de las exorbitantes cifras que el Estado se gastó en dicha jornada, como los gastos en que incurrieron los del Sí y los del No en cada una de sus campañas. El Estado burgués, terrateniente y proimperialista hoy en cabeza del gobierno de Juan Manuel Santos, informó por medio de la Registraduría Nacional que en un principio los gastos por papelería, personal, etc., serían de $350 mil millones, pero que después de unas conversaciones con el Ministerio de Hacienda habían logrado «bajar» los gastos para dejarlos en $280 mil millones por la supuesta «austeridad» que están manejando en el Estado, cantidad igual al presupuesto del Ministerio de Cultura para todo el 2017. Según cifras que manejan los de la campaña del No, el gobierno de Santos se gastó $2 billones para impulsar la campaña por el Sí, pero creer ciegamente en los representantes de la mafia y de los paramilitares, sería un grave error. Sin embargo, las contradicciones interburguesas hacen que entre «los de arriba» se saquen los «trapitos al sol» y este sería solo un indicador del despilfarro en que incurrieron los defensores del acuerdo. Y según las declaraciones del jefe de campaña del No, Juan Carlos Vélez, ellos hicieron la campaña más «barata y efectiva de la historia» gastándose la medio bobadita de $1300 millones.

En el portal www.colombiacheck.com se pueden encontrar las cifras que hasta el 23 de octubre habían reportado las campañas por el Sí y por No. En una de sus conclusiones dice que: «Hay de todo: investigados por paramilitarismo y lavado de activos, ‘cacaos’ de varios sectores, fichas del vicepresidente Vargas Lleras y del Grupo Santodomingo, Google Inc y hasta personas mencionadas en los Papeles de Panamá.»

Entre parapolíticos, grandes burgueses, lavadores y evasores de los Papeles de Panamá, brujos del Partido Mira y lavaperros de la mafia, se encuentra la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) reportando un gasto de $100 millones, incluso por encima de los aportes hechos a una u otra campaña por sectores de la burguesía industrial o financiera. Una muestra más del compromiso efectivo que tiene la camarilla dirigente de dicha central con los enemigos del proletariado y las masas populares; una prueba más del despilfarro del dinero aportado por cada uno de los afiliados a esa central y que en vez de ser usado para potenciar la lucha obrera, es utilizado para respaldar a una facción de los explotadores y malgastado en una campaña politiquera para legalizar el despojo violento de millones de campesinos pobres y medios.

Lo sucedido con la financiación del plebiscito no es algo fuera de lo común dentro de la democracia burguesa, ese es el común denominador del Estado parásito. Basta recordar que en las elecciones parlamentarias de marzo del 2014 se gastaron solo entre la impresión de los tarjetones y la biometría $282 mil millones. La democracia de los ricos es onerosa para los obreros y campesinos que tienen que pagar con su trabajo los costos exorbitantes de un trámite burgués en el cual las masas son utilizadas para dirimir las contradicciones entre sus esclavizadores y verdugos.

Esta es una de las razones por las cuales de forma espontánea la mayoría de los trabajadores no vota; intuyen que esta democracia no le sirve al pueblo, sino que salvaguarda los intereses de los dueños del capital, saben o van comprendiendo que después de las elecciones los que fueron a engañarlos para conseguir votos a punta de mentiras, tamales, cemento, tejas, ladrillos, becas y puestos de trabajo volverán contra ellos la fuerza de los fusiles para ejecutar la más feroz de las dictaduras en beneficio de los ricos explotadores.

En caso del Plebiscito, la mayoría que no votó a pesar del bombardeo de mentiras por parte de ambas campañas, intuía que la estaban engañando llamándola a respaldar o a rechazar algo cocinado en contra suya; desconfiaba en las bondades que pintaban los politiqueros como paz desde el Sí, tanto como en las mentiras instrumentadas desde el No por uno de sus peores enemigos, odiado por ser representante de la mafia y los paramilitares, por los crímenes de Estado mal llamados «falsos positivos», así como por las medidas antiobreras y antipopulares impuestas durante sus 8 años de gobierno.

Pero volviendo al despilfarro en las campañas del Plebiscito, esa es una de las características del Estado burgués: un aparato burocrático militar costoso para la sociedad, sobre todo para los obreros y campesinos que son quienes sostienen la sociedad con su trabajo. Un parásito adherido al cuerpo social que además de tragarse una gran parte del producto creado por los trabajadores, ahoga la sociedad y la infecta con su podredumbre.

La sociedad reclama un Estado más barato y sencillo en su administración y ese es el Estado Socialista en el que impere la democracia directa de los trabajadores de abajo hacia arriba, donde los funcionarios sean elegibles y removibles en cualquier momento, no tengan privilegios y vivan con el salario obrero promedio. La sociedad necesita un Estado de nuevo tipo, sin burocracia ni ejército profesional permanente y sustentado en el pueblo armado, para hacer valer las decisiones democráticas de los trabajadores, pero a él no se llega respaldando, ni remodelando el podrido Estado de los ricos, sino demoliendo con la violencia revolucionaria de las masas el Estado de dictadura de la burguesía, los terratenientes e imperialistas para construir sobre sus ruinas y cenizas el nuevo Estado de Obreros y Campesinos.

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