Cuba: El Socialismo Ficción y el Capitalismo Verdadero

Con disculpas a los lectores por la tardanza, damos continuidad con esta quinta entrega. Como se había advertido en las entregas anteriores, el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos ya es un hecho, que ocupó los titulares de todos los periódicos en días recientes. Como también se afirmó en estas páginas, que las clases dominantes de los dos países coinciden en sus intereses económicos, los cuales terminan imponiéndose por encima de las diferencias ideológicas y políticas.

En la entrega anterior, aparecida en Revolución Obrera No. 425, vimos cómo el antiimperialismo a secas o el nacionalismo como programa, conducen a un callejón sin salida y por qué para el proletariado es imposible separar la lucha de liberación nacional de la lucha de la clase obrera por el socialismo. Esta es una diferencia esencial entre el socialismo proletario y la democracia pequeñoburguesa.

En esta quinta entrega nos ocuparemos del problema del Partido de la Revolución y por qué el actual Partido Comunista de Cuba no pasa de ser un partido burgués.

V. Un Partido Revolucionario Proletario o un Partido Burgués Reformista

Dijimos ya que los dirigentes cubanos se convirtieron de la noche a la mañana en comunistas, fusionando su Movimiento 26 de Julio, una organización nacionalista pequeñoburguesa, con el viejo partido revisionista cubano, en el Partido Comunista de Cuba – PCC. Para una comprensión mayor de dónde surgió el actual PCC es necesario hacer una brevísima historia del mismo.

El Partido Comunista Cubano, que nada tiene en común con el actual partido de los Castro, fue fundado en 1925 como parte de los esfuerzos de la Internacional Comunista por dotar a la clase obrera de su Partido político independiente en todos los países; en su fundación participaron Julio Antonio Mella, Carlos Baliño, José Miguel Pérez y Alfonso Bernal del Riesgo; también participaron exiliados venezolanos como Pio Tamayo y Gustavo Machado. Su primer secretario general fue José Miguel Pérez, quien años después participó en la fundación del Partido Comunista de Canarias.

El Partido Comunista de Cuba, sección de la Internacional Comunista, como se denominaban en la época, surgió en la clandestinidad y tuvo una intensa actividad en esas condiciones hasta 1938. Cabe destacar que en ese período el Partido Comunista de Cuba logró encausar la indignación del pueblo que en la huelga general de 1933 tumbó el gobierno de Gerardo Machado, conocido por sus crímenes contra el pueblo como “el asno con garras”.

En 1939, luego de ser legalizado, el partido cambió de nombre por el de Unión Revolucionaria Comunista – UCR, y en 1944 por el de Partido Socialista Popular – PSP. Tales cambios de nombre obedecen a que en ese partido, al igual que en la mayoría de los partidos comunistas del continente, se impusieron las ideas reformistas y terminaron siendo apéndices de la burguesía liberal; en Colombia, la propia burguesía decía que el Partido Comunista (mamerto) se había convertido en los años 40 en el Partido Liberal chiquito.

Por esos años, bajo la dirección de Blas Roca, uno de los “dirigentes históricos” de la llamada revolución cubana, el Partido Socialista Popular apoyó la candidatura presidencial del que fuera futuro dictador de la isla: Fulgencio Batista. En el período de 1940-1944 dos de sus dirigentes más notorios, Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez, fueron ministros del gabinete de aquél. El PSP caracterizó a Batista como “cubano ciento por ciento, celoso guardador de la libertad patria, tribuno elocuente y popular… prohombre de nuestra política nacional, ídolo de un pueblo que piensa y vela por su bienestar… hombre que encarna los ideales sagrados de una Cuba nueva y que por su actuación demócrata identificado con las necesidades del pueblo, lleva en sí el sello de su valor”. (Según el periódico Hoy, órgano oficial del PSP del 13 de junio de 1944).

A pesar de los favores brindados en los años 40, Batista declaró ilegal el PSP en 1953. Aun así, en ese mismo año, el PSP condenó como “actividades golpistas y aventureras de la oposición burguesa” el asalto al Cuartel Moncada realizado por Fidel Castro y sus amigos. Posteriormente, en 1957, el PSP cambió su actitud hacia el Movimiento 26 de Julio liderado por Castro y Guevara: en reuniones de sus principales dirigentes con Ernesto Guevara y posteriormente entre Fidel Castro y Ursinio Rojas —miembro del buró político del PSP— hicieron un acuerdo de cooperación que les permitió llegar juntos a la victoria en 1959.

En 1961 dos años después del triunfo, el PSP se fusionó con el Movimiento 26 de Julio, Directorio Revolucionario 13 de Marzo y otras organizaciones para formar las que llamaron Organizaciones Revolucionarias Integradas – ORI. En estas organizaciones se presentó una feroz lucha interna por el futuro de la revolución, donde si bien fue expulsado Anibal Escalante por su compromiso abierto y descarado con los imperialistas rusos, también fueron derrotados los revolucionarios quienes además de expulsados se vieron condenados al ostracismo.

¿Qué se discutía en las ORI? Nada más y nada menos que la actitud frente a las divergencias surgidas entre el partido revisionista socialimperialista ruso, comandado por Jruschov y el Partido Comunista de China comandado por Mao Tse-tung y frente a qué camino debía tomar la revolución cubana. “Dios los cría y ellos se juntan”, dice el adagio popular y Cuba no fue la excepción: la democracia pequeñoburguesa se unió con el revisionismo para expulsar a los revolucionarios, culminando su obra con su entrega abierta al socialimperialismo y dejando la isla como una semicolonia de los nuevos zares.

Una faceta característica de los gobernantes cubanos es la apariencia que dan en los actos públicos y lo que realmente hacen en privado. En el caso de la expulsión de Escalante, esta fue solo una treta, una cortina de humo, para dar la apariencia de que los nuevos gobernantes mantenían la independencia frente a Rusia; en realidad Escalante fue premiado y enviado a Rusia de donde volvió unos años después convertido en espía, fue “enjuiciado” por “actividad contrarrevolucionaria” a finales de los años 60 y “condenado a 15 años de prisión”; condena que nunca cumplió, sino que fue enviado a Checoslovaquia, de donde volvió nuevamente para morir en los años 70 producto de complicaciones después de una intervención quirúrgica.

Pero volviendo a la historia, en marzo de 1962, luego de la depuración del “sectarismo”, las ORI se unificaron en el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba – PURSC, que en octubre de 1965 adoptó finalmente el nombre de Partido Comunista de Cuba – PCC que conserva hasta hoy.

En resumen, Blas Roca y su camarilla revisionista, agentes abiertos del socialimperialismo en Cuba, ganaron para su causa a los demócratas pequeñoburgueses Castro y Guevara, que no eran ignorantes de lo que estaba en juego. Incluso Roca no tuvo inconveniente en renunciar a su puesto de secretario general del partido para entregárselo a Fidel Castro a cambio del puesto de primera figura del gobierno.

Una gran discusión se presentaba en torno al porvenir de la humanidad: entre hacer avanzar la Revolución Proletaria Mundial o claudicar al imperialismo renunciando a la revolución detrás de la mentira de la “coexistencia pacífica, la emulación pacífica y la transición pacífica”; entre persistir en la lucha por la abolición de toda forma de explotación y explotación desplegando la Revolución Cultural Proletaria y haciendo omnímoda la Dictadura del Proletariado y conservando el Partido Proletario, o cederle el poder a la burguesía con la mentira del “Estado de todo el pueblo” y renunciar a la independencia de clase con la falacia del “partido de todo el pueblo”. Frente a tales divergencias, Guevara se limitó a decir que “los desposeídos no podemos tomar partido”, minimizando el calado de las discrepancias, pero de hecho, tanto él como Castro sí tomaron partido… por los socialimperialistas, que 40 años después de saqueo dejaron a Cuba a la deriva.

Castro en distintas intervenciones se fue lanza en ristre contra Mao Tse-tung y la China socialista en abierta defensa de Jruschev y el socialimperialismo ruso, terminando convertido en peón de brega de los nuevos zares.

Tomado de: Revolucion obrera No. 438
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