Angelino Garzón, botón de muestra del camino politiquero

Angelino Garzón, botón de muestra del camino politiquero 1El capitalismo es un sistema que se basa en la explotación del hombre por el hombre y el uso y abuso indiscriminado de la naturaleza y por ende su destrucción. Esas condiciones llevan implícito la existencia de contradicciones de clase; unas antagónicas y otras no, pero todas marcadas por la necesidad de la lucha entre clases que representan intereses distintos. Pero no todas las formas de lucha son válidas en todo momento, ni tampoco son posibles de realizar en cualquier condición de la lucha de clases; análisis concreto de la situación concreta, es el principio rector a la hora de tomar decisiones y asumir correctas posturas políticas.

La combinación de la lucha parlamentaria con la movilización revolucionaria de las masas es hoy por hoy una de las discusiones de gran importancia en el movimiento obrero y revolucionario en Colombia, incluso entre los comunistas revolucionarios donde existen quienes defienden la validez de esta combinación en las actuales circunstancias. Son, en apariencia, dos caminos para enfrentar las políticas reaccionarias del Estado; pero son solo eso, apariencia, pues la realidad es que la vía parlamentaria, contrario a los buenos deseos de sus defensores, es en realidad un buen servicio para los reaccionarios quienes se sirven de todo ese «parlamentarismo de izquierda» para frenar el camino revolucionario de la lucha directa.

A riesgo de ser calificados como extremistas y sectarios, por los defensores de la validez de la combinación de los dos caminos, Angelino Garzón es un excelente botón de muestra para ver cómo el adoptar esa política de luchar en las calles y en el parlamento a la vez, nos lleva a comprender el viejo adagio popular según el cual, de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno.

Veamos un poco de la metamorfosis, del trasegar militante del señor en cuestión: Comenzó su actividad política como dirigente sindical en la siderúrgica del Pacífico (Sidelpa); se vinculó al Partido Comunista de Colombia y ocupó el puesto de vicepresidente de la Unión Patriótica, entre 1981 y 1990 encabezó como secretario general a la Central Unitaria de Trabajadores, para luego hacer parte de la Alianza Democrática M-19. Por su militancia en estos partidos de «izquierda» se puede comprender lo que vendría luego, es decir la utilización del puesto en la CUT como trampolín para saltar a las grandes ligas de la politiquería, que hasta ahí, aún muchos lo defendían como gran dirigente obrero de línea de «izquierda radical». Las venenosas mieles de la politiquería ya habían sido inoculadas y el salto abierto a ese camino se puso en primer orden. Luego de muchos manoseos y lisonjas con los procesos de paz y de intentonas en algunos escenarios regionales, fue el gobierno de Pastrana quien lo apoltronó en la silla del Ministerio de Trabajo, pasando a hacer parte abierta del Estado como fuerza para aplastar los intereses de la clase obrera, pero ahora con eficaz careta «obrera» y «democrática».

Igual uso le dieron en los gobiernos siguientes, para posteriormente ser gobernador del Valle y luego, bajo el gobierno de Uribe, ser nombrado delegado para negociar con los gringos el Tratado de Libre Comercio (TLC); entrañable amigo de Uribe, fue entonces nombrado representante de Colombia ante la ONU, es decir —en plata blanca— defensor en el ámbito internacional de las políticas del régimen asesino de Uribe.

Y el de Santos no fue la excepción, fungió como fórmula vicepresidencial en su candidatura y ejerció este cargo durante buena parte del gobierno, de quien sus defensores dirán que tuvo varios reparos en las políticas de Estado, que en realidad nunca pasaron de eso: reparos.

Garzón terminó luego de todo ese escabroso camino politiquero, en las toldas del más rancio uribismo, apoyando abiertamente a su títere Iván Duque en las presidenciales y recibiendo finalmente su ración de lavazas en el cargo de Embajador en Costa Rica.

Garzón, es solo un botón de muestra, que grafica en todo su esplendor los avatares grotescos de esos falsos jefes de la izquierda en Colombia, que al final de cuentas, terminan absorbidos por las telarañas de la política burguesa, e independientemente de sus «buenos deseos» de «ayudar al pueblo», trabajando en favor de la democracia de los ricos y por tanto en contra del camino revolucionario de las masas.

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