AL ESTADO ASESINO, LAS MASAS NO SUPLICAN; LO ENFRENTAN, DOBLEGAN Y DESTRUYEN

AL ESTADO ASESINO, LAS MASAS NO SUPLICAN; LO ENFRENTAN, DOBLEGAN Y DESTRUYEN 1

Son tiempos difíciles para el pueblo en Colombia, no cesan las masacres, los asesinatos selectivos, la represión policial, las persecuciones, ni las ejecuciones extrajudiciales; son tiempos llenos de sangre y sufrimiento. A diario se escucha y se ve en los noticieros, en internet y en las redes sociales, dramáticos informes con lamentables desenlaces, lo cual es bastante preocupante porque los asesinatos se presentan ante la sociedad como un hecho cotidiano y normal; agachamos y negamos con la cabeza, suspiramos, maldecimos… y seguimos.

Y es difícil poder salir de ese estado de aceptación o adormecimiento sin romper con la idea de que la muerte ronda por todos lados cazando al que “le tocaba”, “al que debía algo” o al que “se metió con quien no debía”; es decir, acabar con la idea abstracta y nefasta de la violencia sin razón. Comenzar a comprender de dónde viene esa violencia, quién la origina y por qué se acentúa más en ciertos momentos, es sin lugar a dudas el primer paso para detenerla.

Toda esta corriente violenta contra el pueblo, tiene una explicación y una sustentación en el sistema económico y en su expresión política; y no está por tanto separada de la situación de las masas en el campo y la ciudad. Las clases dominantes que administran el Estado ejercen toda su violencia valiéndose del poder político que ostentan, de su policía, sus agentes y sus ejércitos legales e ilegales. Los grandes empresarios y terratenientes manejan el Estado y han hecho uso de toda esta estructura de poder con el monopolio de las armas como garante, para defender su dominación y derramar la sangre de obreros y campesinos.

Es necesario comprender que el Estado expresa el sometimiento de una clase sobre otra y para mantener el dominio ejerce el terrorismo usando la violencia de la manera que más se corresponda con el tipo de régimen que gobierna. En Colombia la policía lesiona y asesina estudiantes dentro y fuera de las manifestaciones callejeras, el ejército secuestra jóvenes y los asesina luego haciéndolos pasar por combatientes, bombardea niños; y una parte de las fuerzas represivas del Estado, se disfrazan como paramilitares para realizar masacres; los ejércitos privados y sicarios de empresarios asesinan a los líderes sindicales, comunales, sociales y ambientales que se interponen en su camino; los mismos empresarios que gobiernan, ocupan altos cargos políticos y eligen presidentes; de la misma manera que ejércitos privados defendiendo los cultivos de coca, masacran campesinos que piden sustitución de cultivos o reclaman sus tierras usurpadas con la misma violencia de hace unos años. Toda esta violencia viene del Estado y del hoy, régimen mafioso y paramilitar que lo controla.

No vale ya condenar una violencia sin sentido y clamar al Estado que detenga la matanza, ya basta de “suplicar a los asesinos que investiguen a los asesinos”, no hay por qué solicitar garantías y protección a los líderes cuando ellos mismos los mandan a matar, ¿qué sentido tiene clamar a la policía que investigue los abusos de agentes que son entrenados para el abuso? A lo que se enfrenta el pueblo es al terrorismo de Estado como una política sistemática de las clases dominantes para oprimir a las demás, porque mientras dicen rechazar la lucha de clases e intentar llevar a todo el pueblo por el camino feliz de su falsa democracia, declaran la guerra cada día, intentan aplastar con su poder a la clase obrera, a los campesinos, a los estudiantes y desplazados; y cuando las masas deciden levantarse y enfrentar con la lucha revolucionaria el terrorismo, los defensores de la mutilada democracia de los ricos, se levantan indignados para clamar por la paz y la reconciliación.

En estos duros tiempos ya el pueblo debe quitarse la venda de los ojos y comprender que no hay tal democracia, que su mal llamado “Estado social de derecho” no cobija ni protege a todos por igual; debe elevar su consciencia y comprender que se trata de una lucha de clases, el Terrorismo de Estado que intenta aplastar por todos lados a los de abajo es la violencia opresora de los de arriba y que ante esa violencia ya no se puede responder con oraciones, súplicas o pacifismos, porque el pueblo se levanta contra sus opresores o estos lo seguirán aplastando sin piedad.

Es necesario entonces en las calles enfrentar la represión del Esmad con la fuerza de los jóvenes y los obreros organizados para el combate, en el campo organizarse para la defensa propia de los líderes con guardias campesinas, indígenas y cimarronas, armadas para impedir más asesinatos. Solo demostrando el gran poder de las masas organizadas se puede confrontar la opresión del Estado a través de un gran Paro Nacional Indefinido; pues sin el pueblo trabajador esta sociedad no se mueve.

Paralizar la producción con huelgas generalizadas, bloquear en calles y carreteras el flujo normal de la economía, resistir confrontando la represión estatal con el pueblo en las barricadas, es la forma de demostrar que las masas son un gigante capaz de derrotar a sus enemigos si se lo propone, así se logrará contener el Terrorismo de Estado, reducir su aplicación y defenderse, comprendiendo que ese terrorismo solo puede ser derrotado cuando no haya Estado capitalista que lo ejecute ni poder económico que lo sustente.

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