La Metamorfosis de la Guerra en Siria

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Desde 2011, Siria es un campo de batalla donde se ha desarrollado una guerra que ha dejado cerca de 500 mil muertos y 4,6 millones de desplazados que han salido del país. En solo un ataque aéreo, el pasado miércoles 26 de octubre fueron asesinados 22 niños y 6 profesores en una escuela en la provincia de Idlib. Pero no es una lamentable casualidad; según la Unicef, durante el 2016 se han registrado por lo menos 38 bombardeos a escuelas sirias y en el 2015 fueron un total de 60. Una cifra verdaderamente aterradora, pero no la única; en Alepo, una de las zonas más devastadas por la guerra, en los últimos 6 meses fueron asesinados más de 2100 civiles, de los cuales cerca de 500 eran menores de edad.

El comienzo de la guerra en Siria se relacionó directamente con la llamada Primavera Árabe, emergiendo como producto de varias protestas en distintas ciudades del país, todas exigiendo la caída del gobierno de Bachar Al Assad, quien funge como presidente desde el año 2000; gobierno que heredó de su padre, quien a su vez llegó al poder en el año 1971. Las masas se lanzaron a las calles para buscar el fin de un gobierno familiar de 45 años; el cual, como cualquier otro gobierno burgués, no puede ni le interesa solucionar los problemas más sentidos de la población, pues es una economía encadenada de pies y manos al mercado mundial de la explotación asalariada. Miles de personas, animadas por la caída de varios regímenes en la región, se levantaron para exigir la caída de Assad; lo cual, desencadenó la respuesta brutal y asesina del gobierno, quien lanzó todo su poder represivo, incluso con el ejército, contra la población desarmada.

La creciente movilización de masas fue rápidamente aprovechada por sus contradictores, tanto dentro del país como por fuera de él. Se activaron poderosas fuerzas extremistas, hoy concentradas sobre todo en el Estado Islámico-ISIS, una poderosa máquina asesina con insaciable poder expansionista que se ha regado por varios países de la región, y que se convirtió en una de las fuerzas que combate duramente al gobierno sirio. Grandes contingentes de hombres, mujeres y niños, han ingresado como carne de cañón a estas huestes oscurantistas y reaccionarias para hundir a Siria en esta dolorosa guerra. Algunos estudiosos de la realidad del país, dicen que en esta guerra hay cerca de mil grupos armados que combaten al régimen de Al Assad, y dentro de los cuales el de mayor poderío es sin duda el Estado Islámico.

Por su parte, sus principales contradictores en la región: Arabia Saudita, Israel, Turquía, Barreín, Emiratos Arabes y Qatar, han apoyado con logística, armamento y permisos en su territorio a muchas fuerzas que luchan contra el gobierno sirio; su intención claramente es la de contribuir a tumbar al gobierno y poner en cambio a uno proyanqui, quien es al final el amo tras bambalinas de todos estos países, empezando por el perro de presa yanqui en esta zona, el Estado de Israel. Para Assad, el apoyo más firme en la región es el gobierno de Irán, quien tiene sus propios intereses en la alianza con Siria, pues eso lo potencia en su disputa de años con Arabia Saudita, alianza que al igual que sus opositores tiene amos más grandes, en este caso, Rusia y China.

En el fondo de la guerra en Siria, desde sus inicios, siempre ha estado la disputa entre grandes potencias. El gobierno de este país ha sido como cualquier otro, una ficha en el tablero de la disputa interimperialista, pues para el caso, yanquis y rusos tienen una guerra casada en la región. Los Estados Unidos sacaron abiertamente sus garras en el 2013, luego de la mortífera matanza con armas químicas el 21 de agosto de ese año, cuando en una región llamada Guta Oriental, muy cerca a Damasco, varios cohetes llenos de gas sarín impactaron en áreas residenciales, dejando más de mil muertos. Inmediatamente después del ataque Michel Obama acusó al gobierno de Assad de ser el responsable de este mortífero ataque y desencadenó una campaña buscando respaldo internacional para una intervención directa en contra del gobierno. Abiertamente lo secundaron Francia e Inglaterra y muchos otros lo hicieron tras bambalinas. Y en escena aparecieron en respaldo a Assad, Rusia y China. Tres años después, aún no se sabe a ciencia cierta la autoría de esta masacre, pero las investigaciones se inclinan a culpar a grupos opositores al gobierno.

Desde entonces, las acciones militares directas, tanto de los rusos como de los yanquis y sus aliados, se han vuelto cotidianas en territorio sirio. Miles de hombres, centenares de bombardeos, cientos de miles de muertos, desaparecidos y desplazados, potentes buques y portaaviones, flotillas de aviones asesinos, y todo lo inimaginable se campea por territorio sirio devastando y destruyendo al país, victimizando a la población, y cada banda de asesinos lo hace cínicamente bajo el manto de la bandera de la pacificación. Los imperialistas ya no solo azuzan la guerra, sino que participan de forma abierta y descarada masacrando al pueblo sirio. Unos y otros son enemigos de la población, unos y otros son victimarios, y por tanto no puede verse uno como menos malo que el otro. Los dos son reaccionarios movidos por el apetito insaciable de la ganancia y de su posicionamiento estratégico en la región.

Qué gran falta hace una vanguardia verdaderamente revolucionaria en Siria. La metamorfosis de los hechos en Siria, desde un levantamiento popular hacia una guerra reaccionaria con intervención directa de los imperialistas, es muy dolorosa, pero sobre todo aleccionadora respecto a la enorme importancia de un fuerte Partido Comunista Revolucionario en ese país. Otro hubiera sido el derrotero que hubieran tomado esos levantamientos de 2011, si la ideología proletaria encarnada en un Partido proletario se hubiera colocado a la vanguardia de esas masas revolucionarias y urgidas de revolución.

No en vano, todas las masas del mundo tienen mucho que aprender del llamado Trueno de Primavera, de las masas en Naxalbari-India, donde de un levantamiento se desató una portentosa Guerra Popular iniciada hace ya cerca de 50 años. El grito de Naxalbari en 1967, hoy reverdece en las praderas de la India y se extiende como una poderosa Guerra Popular, precisamente porque tuvo la fortuna de contar desde sus inicios con la dirección sabia de un Partido Comunista Revolucionario, que es hoy, sin duda, la necesidad más urgente para el pueblo sacrificado en Siria.

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