Italia – contra el G20 sobre el trabajo y la educación

Italia - contra el G20 sobre el trabajo y la educación 1
Foto: Cumbre del G20 Hamburgo 2017

Llamado a la movilización en Sicilia – proletari comunisti/palermo

Tomado de Maoist Road, 6 de junio 2021, traducción de Revolución Obrera.

Los días 22 y 23 de junio se celebrará en Catania la cumbre de los ministros de Trabajo y Políticas Sociales de los países del G20, presidida este año por el gobierno de Italia, sobre los temas de trabajo y educación.

Frente a una condición social, económica y laboral, antes y después de la pandemia, que ha visto y sigue viendo a cientos de millones de hombres, mujeres y jóvenes despedidos en todo el mundo, y el agravamiento de la pobreza ―en definitiva, una condición desastrosa para la clase obrera y las masas populares desde el punto de vista del trabajo, la educación y las condiciones de vida― la burguesía capitalista/imperialista del G20 se reúne en Catania para «intercambiar ideas» e indicar sus soluciones a la crisis.

Los datos que pronostican el empeoramiento, sobre todo «post-pandémico», de esta situación se encuentran en sus propios documentos de preparación de la iniciativa: «La recuperación post-pandémica podría, por tanto, caracterizarse por niveles de desempleo particularmente elevados para determinadas categorías de trabajadores», y de nuevo: «Los trabajadores más vulnerables, con un nivel de cualificación bajo o medio, corren un mayor riesgo de exclusión del mercado de trabajo», en definitiva, auguran otra terrible oleada de paro, y por tanto un empeoramiento real de las condiciones de vida y de trabajo de las masas populares; por eso intentarán poner en el campo «soluciones» que presentan envueltas en su lenguaje engañoso, pomposo y retórico: «Las conclusiones de la cumbre de Ministros de Trabajo y Política Social de Catania, tomadas en su conjunto, indicarán el camino que los países del G20 se comprometen a recorrer juntos para avanzar en el fortalecimiento de la presencia de las mujeres en el mercado laboral, en la adaptación de los sistemas de protección social y en la regulación de las nuevas formas de trabajo, con el objetivo de encontrar soluciones políticas para hacer nuestras sociedades más prósperas, inclusivas y resilientes, sin dejar a nadie atrás».

Estas «políticas», que entretanto han garantizado miles de millones de beneficios a las grandes empresas, sobre todo en el sector financiero, dejan tras de sí estelas de parados, de desesperación y de nueva precariedad, y si se refieren al mundo del trabajo en general, se presta especial atención al trabajo de las mujeres: «Los ministros de Trabajo del G20 coincidieron en quelas mujeres se han visto afectadas de forma desproporcionada por la pandemia del Covid-19, reconociendo su papel como potencial motor de la recuperación económica tras la crisis del Covd-19″; «… las medidas de confinamiento doméstico han aumentado la carga de trabajo no remunerado de las mujeres, ampliando así la brecha de género en el trabajo no remunerado y aumentando la exposición de las mujeres a la violencia doméstica»; es necesario «romper los estereotipos de género», promover «la igualdad de salarios» e incluso «¡una distribución más equilibrada del trabajo no remunerado entre los sexos! Por si fuera poco, ¡a las mujeres se les asigna también la responsabilidad de ser el motor de la recuperación económica!

Imponer estas «políticas» serían los nuevos «Modelos de trabajo, organización empresarial y proceso de producción en la era de la digitalización» que prevén nuevas «formas de trabajo» pues ya «en Osaka en 2019 (antes de la pandemia) los Jefes de Estado y de Gobierno reconocieron que las formas de trabajo emergentes… también puede plantear retos en cuanto a la dignidad del trabajo y los sistemas de protección social», ya antes de la pandemia «… Internet… la Inteligencia Artificial… el big data» auguraban que «el 14% de los empleos a nivel mundial estaban en riesgo de automatización». Lo que ha provocado despidos.

Y aún hoy, dicen los ministros y jefes de gobierno: «No sabemos si la tendencia al alza de las tasas de desempleo que se observa hoy en día en muchos países del G20 se invertirá rápidamente a medida que mejore la situación sanitaria, ni si los trabajadores se beneficiarán por igual de las ganancias de productividad que podrían derivarse de un uso más intensivo de las nuevas tecnologías. Por el contrario, las desigualdades podrían aumentar«. Tecnologías como la digitalización y «nuevas» modalidades como el trabajo inteligente y el «trabajo ágil… estas modalidades plantean una serie de cuestiones críticas en relación con la salud (incluida la mental), la seguridad (incluido el riesgo de violencia doméstica), el tiempo de trabajo (y el llamado derecho a la desconexión)… la igualdad de trato y de oportunidades entre quienes trabajan a distancia y quienes, en cambio, realizan su trabajo en las instalaciones de la empresa”. Y estas son las palabras, pero lo cierto es que la aplicación de las nuevas tecnologías a través de «la adaptación de los trabajadores a los cambios en curso», «aumenta la productividad en el trabajo». En eso termina toda la cháchara, todas las largas vueltas sobre las políticas laborales a aplicar: ¡mayor productividad, mayor explotación, mayores beneficios para los patrones!

¡Este es el «trabajo» del que se ocupan los máximos exponentes del capitalismo/imperialismo mundial!

El «trabajo» del que hablan se declina como «transición»… hacia el desempleo o hacia laadaptación a los cambios que se están produciendo, lo que significa también máxima flexibilidad, y transición es el mismo término que viene utilizando para tratar el otro tema: el de la educación, el de la escolarización. La educación es vista por el G20 en términos de «transición»… ¡hacia el mundo del trabajo! Para estos ministros es necesario, en efecto, «reforzar las sinergias entre los sistemas de educación y formación y el mercado de trabajo» para formar trabajadores adaptadosa los nuevos modelos de producción. La insistencia de décadas en esta «transición», que es su único objetivo, está bajo la mirada de todos, ha significado de hecho un proceso constante de debilitamiento, empobrecimiento y privatización de la escuela… y la pandemia ha acelerado también este aspecto.

La otra cara de la moneda son precisamente las posibles respuestas a este tremendo ataque de las trabajadoras y los trabajadores, de la enorme masa de desempleados, jóvenes y mujeres. Por ello, los ministros del G20 están «preocupados» por conjugar los nuevos modelos de trabajo, que con el «creciente uso de algoritmos» crean más desigualdad y precariedad, con nuevos «modelos de protección social» para… «acompañar la transición que se está produciendo en la economía global». Estos «modelos» deben «reconocer derechos fundamentales, como la salud o la educación, así como el salario mínimo vital y la renta mínima garantizada».

Como saben hasta las piedras, ningún país imperialista, ningún país del mundo en la actualidad, es capaz de garantizar (¡no lo era antes de la pandemia, y nunca lo será!), ni la «protección social» ni unas condiciones de trabajo dignas, ¡ni mucho menos! Periódicamente, la Organización Internacional del Trabajo, organismo de la ONU, invitado a estas conferencias, denuncia las condiciones de esclavitud laboral en todo el mundo, ¡empezando por los niños! Y es sin ningún sentido del ridículo que los mismos organizadores admiten que las anteriores reuniones del G20, que se vienen celebrando desde 1999, ¡no han solucionado nada! Ni en términos de puestos de trabajo, ni en términos de condiciones de trabajo en general, ni en términos de mujeres.

¡El colmo de la hipocresía, en esta mentira general, es evidente cuando se habla de la condición de la mujer! Si es cierto que ningún país de este G20 (Alemania, Argentina, Arabia Saudí, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Francia, Japón, India, Indonesia, Italia, México, Reino Unido, Rusia, Estados Unidos, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea), puede mantener los «compromisos adquiridos» en los distintos foros internacionales, ¿qué podemos decir de algunos de ellos, como Arabia Saudí o Turquía, que incluso se ha retirado del Convenio de Estambul? Y qué decir de Argentina, por ejemplo, un país en perenne bancarrota: ¿con qué dinero debe «aplicar» estas políticas? Por no hablar de los «derechos humanos» en general violados por prácticamente todos los Estados del G20 culpables de verdaderos «crímenes de guerra».

La confirmación de esta hipocresía es la elección de Sicilia como lugar de la reunión, que representa una nueva bofetada a la falta crónica de trabajo, a la pobreza creciente, a la desertificación industrial, a los desastres medioambientales… una región, símbolo de la mayor corrupción y de la mafia política, llena de bases militares americanas y transformada de facto en una plataforma militar en el Mediterráneo; una región de «nuevos» emigrantes y de paso de migrantes (que se convierten en mano de obra barata para los amos de la industria y la agricultura).

Es por todo esto que el G20, que en conjunto representa a los Estados más ricos del mundo, no puede sino despertar la indignación y la rabia de los trabajadores, de los desempleados, de los jóvenes y de las mujeres, que son la única oposición real que pueden plantear todos aquellos que se verán una vez más afectados por estas políticas útiles sólo para perpetuar los estragos causados por el sistema capitalista/imperialista.

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