RECORDANDO A BETSABÉ ESPINOZA

«No tenemos recursos para sostener esta guerra, solo tenemos nuestro carácter, nuestro orgullo, nuestra voluntad, y nuestra energía.» Betzabé Espinoza

betsabe

Corría el año de 1920, exactamente el 12 de febrero, cuando estalló en el municipio de Bello (Antioquia) la primera huelga de mujeres en Colombia en la Fábrica de Tejidos de Bello, ocho años antes del bautizo de sangre de la clase obrera colombiana en la Masacre de las Bananeras. Si bien no fue la primera huelga que se realizaba en el país, sí fue la primera organizada y ejecutada por mujeres, lo que hace de dicha lucha un hito en la historia de la clase obrera.

Entre las cuatrocientas obreras que encabezaron el paro de la producción se destacó una luchadora muy joven y valiente a la hora de denunciar la explotación y la opresión sexual a las que eran sometidas por la patronal. Dicha luchadora era Betsabé Espinoza 1. En el momento de la huelga, Betsabé, mujer recién llegada del campo, religiosa y soltera tenía 24 años cuando decide liderar esta heroica huelga movilizando a sus compañeras para detener la producción y exigir sus reivindicaciones.

Cabe anotar que en dicha fábrica textil no existía organización sindical y al igual que en muchas factorías, la mano de obra mayoritaria era femenina pues para el patrón era, al igual que hoy, más sumisa, barata y adoctrinada por los «patronatos obreros de la iglesia católica», que eran casas-dormitorios para las obreras donde recibían instrucción de los religiosos respecto a «la moral y buenas costumbres» que debían tener, entendidas estas como la sumisión al hombre, al cura, al patrón, al Estado. Contra estas condiciones sociales lucharon las obreras textiles ese 12 de febrero hace 96 años, incluso contra sus propios compañeros de trabajo que en principio se negaron a parar la producción.

Tenían razones de peso para hacer la huelga que se sintetizaron en lo siguiente. Por una misma labor, existía una diferencia salarial entre hombres y mujeres, ante lo cual las obreras exigieron un pago igual que el de sus compañeros. Exigieron eliminar el sistema de multas, pues hasta por enfermarse el patrón era inmisericorde con sus esclavos asalariados o por negarse a acceder a las pretensiones sexuales de los mandos medios de la fábrica. Exigieron reducir la jornada laboral de doce horas a diez; rebajar la vigilancia y las requisas exhaustivas a la entrada y salida de la fábrica; que el pago del salario se lo hicieran directamente a ellas y no a su padre o esposo, es decir, al «macho» con el que convivían. Algo característico del pliego de las compañeras, fue que les permitieran asistir con zapatos a trabajar, pues el patrón les prohibía que se los pusieran cuando fueran al trabajo, pues tenía la política de que perdían mucho tiempo a la hora de caminar y evitar el barro para ensuciarse los zapatos, por lo que lo mejor para él era que no fueran calzadas.

Ese día desde las seis de la mañana un grupo de dirigentes obreras entre las que se encontraba la compañera Betsabé Espinoza realizaron una jornada de agitación en la entrada de la fábrica, invitando a sus compañeros a no entrar a trabajar. Sin embargo el llamado fue acatado por las 400 mujeres que eran las más afectadas por la superexplotación y opresión que se vivía en dicho infierno fabril. Los 120 hombres que trabajaban en calidad de técnicos, así cumplieran las mismas funciones de las mujeres, en su mayoría entraron a trabajar, por lo que recibieron las burlas de sus compañeras de trabajo que les gritaban «¡Pollerones pendejos!». Finalmente y en el transcurso de la huelga, gran parte de los compañeros se unieron a este majestuoso movimiento.

Betsabé no estaba sola en la dirección de la huelga. La historia también destaca a las compañeras Teresa Tamayo, Adelina González, Carmen Agudelo, Teresa Piedrahita, Matilde Montoya que entre todas agitaron los propósitos y la justeza de la huelga, siempre con la presencia de la policía que de inmediato militarizó el sector. Sin embargo, la labor de Betsabé fue ejemplar, por lo que se impuso como líder natural de las masas obreras al organizar a sus compañeras en comisiones, un método muy de avanzada para la época. El cura, el gobernador, el alcalde y los capataces la buscaban para casi rogarle, que desistiera de sus propósitos y enviara a trabajar a sus compañeras de nuevo, ante lo cual no solo Betsabé, sino la base obrera se negaron, pues sus justas reivindicaciones aún no se habían cumplido por parte del patrón.

Betsabé impulsó la creación de un Comité de Solidaridad o de Socorro para financiar la huelga con el apoyo de las masas que no se hizo esperar, pues esta huelga conmovió hasta a «honorables ciudadanos» que se solidarizaron con las obreras luchadoras. También hicieron colectas obreras realizadas principalmente en Medellín. El apoyo recibido fue monetario y en víveres, lo que les permitió resistir los días que duró la huelga.

Gracias a la firmeza en las convicciones y a la combatividad de las obreras, dirigidas por la compañera Betsabé, el 4 de marzo la huelga llegó a su fin. Todos los puntos fueron conquistados: las obreras conquistaron un alza salarial del 40%, redujeron la jornada laboral, mejoraron las condiciones de higiene, los supervisores y administradores que maltrataban a las obreras fueron despedidos y se reguló el sistema de multas.

Al finalizar la huelga, Betsabé impulsó una marcha de agradecimiento a las masas que sostuvieron la lucha desde Medellín, movilizándose entre la Estación Villa y el Parque Berrío, después de transportarse en tren desde Bello.

Rescatamos el legado de esta gran mujer, precisamente en este, el mes de la mujer, por ser un ejemplo de lucha en medio de una sociedad en la cual la mujer era considerada un apéndice del hombre; en la que si una mujer decidía trabajar, estaba descuidando las labores del hogar; una sociedad que no aceptaba un no como respuesta ante el acoso sexual de los hombres; y en que las diferencias salariales y de derechos entre hombres y mujeres eran abismales. Estas condiciones lastimosamente no son cosa del pasado aún, pues siguen vigentes y exacerbadas en esta putrefacta sociedad capitalista y más vigente aún, es la lucha de las mujeres por conquistar su emancipación.

La invitación a las compañeras obreras, campesinas e intelectuales del pueblo, es a sumarse organizadamente a esta lucha por romper los grilletes del capital, por erradicar de la faz de la tierra la doble explotación y opresión de la que son víctimas en la producción capitalista y en la familia burguesa, uniéndose a la construcción del Partido del Proletariado en Colombia que organice y dirija las masas hacia la destrucción del Estado de los capitalistas y a la construcción del Socialismo en donde se ordenarán medidas inmediatas que favorezcan la situación de la mujer en la sociedad. La invitación es a levantar las banderas de lucha que empuñaron compañeras como Betsabé Espinoza en su momento y que hoy se materializan en luchar denodadamente por rescatar de las garras de la dirección oportunista al movimiento sindical y transformarlo en una verdadera escuela de Socialismo, que ligue la lucha de resistencia de los obreros a la lucha por la Revolución Socialista.


  1. Conocida en el movimiento obrero como Betsabé Espinoza, sin embargo, hay varias fuentes que dicen se llamaba Betzabé Espinal, por ser hija natural de Celsa Espinal. Aunque esto es secundario frente a su legado y ejemplo de lucha y tenacidad para la clase obrera, es deber de los revolucionarios investigar y aclarar este asunto. 

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