En el capitalismo: ni el Estado, ni la familia protegen a la mujer

En el capitalismo: ni el Estado, ni la familia protegen a la mujer 1

La historia de Betsy Bermúdez Lanchero, es la historia de millones de mujeres en el mundo, que son abusadas por sus familiares más cercanos, tratadas de mentirosas por el resto de su familia, abandonadas a su suerte por el Estado de los ricos y muchas de ellas, terminan desaparecidas o asesinadas. Desde los 7 años empezó a ser víctima de abuso sexual por parte de su padre y ante los ojos de su esposa —madre de Betsy— a la cual también violaba y golpeaba para que no lo denunciara. «Ella sabía, pero él también le dio mala vida a ella», recordó sobre su madre mientras le relató su historia el pasado 22 de mayo a Yolanda Gómez, periodista de El Tiempo.

Cuando Betsy cumplió los quince años su madre murió y el infierno junto a su padre fue peor. En ese momento se convirtió, además de esclava sexual, en la sirvienta de la casa. A la violación y los golpes permanentes se sumó el miedo ante la amenaza de matar a su hermano si ella denunciaba el calvario que estaba viviendo.

Un horror que se hizo mayúsculo por cuanto: «Durante muchos años de mi vida yo le decía a mi familia, y ellos no me quisieron creer. Se lo dije delante de él muchas veces, se lo grité. Mi familia decía que no, que yo estaba loca. Que a mí me había afectado la muerte de mi mamá».

Betsy recuerda con amargura cuando en una ocasión confrontó al abusador: «Al otro día me chuzó mi pierna… para que yo aprendiera que me tenía que quedar callada. Eso fue en la noche. Me chuzó con un cuchillo de la casa en la pierna y me pegó dos puños en la cara. Incluso yo ni fui al médico. Solo me eché alcohol y ya, me puse una cinta». Jesús Antonio Bermúdez Moreno, así se llama el abusador que tiene por padre, soldador de profesión, el hombre que la descomposición del sistema capitalista convirtió en una basura humana y en el violador y opresor de su hija y esposa.

Desesperada, Betsy escapó de su casa y se fue a vivir con un amigo, el cual la dejaba encerrada sin poder salir a la calle, la mamá del amigo la vigilaba constantemente para que no saliera. Esa vez el infierno duró un mes, tiempo después del cual tuvo que regresar a la casa del abusador. Betsy estaba embarazada y no sabía si su hija era de su papá o del amigo. Bajo esta condición, se encontraba más vulnerable y dependiente de la persona que la había maltratado por años: el embarazo estuvo lleno de golpes e insultos pero finalmente la niña nació e inmediatamente esta mujercita, fue víctima también de los golpes y el medio para que Betsy recibiera amenazas de su padre.

Cuando su hija tenía año y medio de nacida, Betsy decidió denunciarlo, llamó una patrulla que la llevó al hospital para realizarle exámenes, pues la sola palabra de la mujer no es suficiente para la justicia de los ricos. Allá llegó el tormento de esta mujer y le dijo en tono amenazante: «si usted me llega a sapear, yo le mato a su hija». Ante eso decidió retractarse y decir lo que le ordenó su padre: que se había inventado todo y que quería devolverse a su casa. Los representantes de la justicia de los ricos la dejaron ir sin indagar el fondo del problema, pues al final el miedo y el daño psicológico sufrido por las mujeres abusadas no les interesa comprenderlo ni tratarlo. Sus hermanos nuevamente la trataron de mentirosa y le dejaron de hablar. Terminó viviendo con su hija en el piso de un cuarto que le alquilaron en otro barrio. Sus hermanos solo le creyeron cuando el violador abusó de una amiga de ellos; para esos hombres alienados por esta sociedad machista no fueron suficientes los gritos de esta valiente mujer cuando les decía que era violaba y condenada a la esclavitud cuando ellos se iban de la casa.

Solo hasta el 2014 la justicia de los ricos condenó a 27 años de cárcel al desecho humano que violó, abusó, esclavizó y humilló a Betsy, a su mamá, a su hija y a otras mujeres; un desgraciado convertido en una bestia por el sistema capitalista, el cual degrada las conciencias de muchos hombres que ven en la mujer a su esclava, a su propiedad privada y por lo tanto se creen con el derecho de oprimirla de todas las formas posibles. El Estado de dictadura de burgueses, terratenientes e imperialistas, ejecuta por medio de sus instituciones la opresión en contra de la mujer, condenándola a exámenes exhaustivos y a trámites engorrosos cuando éstas se deciden a denunciar a los violadores, por lo que muchas de ellas desisten de continuar en los procesos jurídicos, que son largos, costosos y que en la gran mayoría dejan en la impunidad a los victimarios, o terminan en condenas irrisorias.

El problema de fondo es el sistema capitalista y las relaciones sociales que le son propias, los cuales deben ser barridos por medio de la violencia revolucionaria de las masas, que deben tener en la mira al Estado burgués para destruirlo de raíz y con él, las relaciones de dominación patriarcal que al final le permiten a una gran cantidad de hombres convertir a la mujer en una mercancía más de su propiedad. Solo la instauración de un Estado del tipo de Dictadura del Proletariado podrá dar pasos de gigante hacia la emancipación de la mujer, pues dicho Estado debe erradicar de raíz la división en clases sociales, organizará la producción para satisfacer las necesidades de las masas y no el apetito voraz de ganancia de los capitalistas y les brindará todas las garantías económicas, políticas y de emancipación de los quehaceres domésticos y de crianza de los hijos a las mujeres, garantizando por medio de la fuerza del pueblo en armas, que ninguna mujer sea nunca más esclava en la sociedad.

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