La huelga, la masacre de Santa Bárbara y las conquistas obreras

La huelga, la masacre de Santa Bárbara y las conquistas obreras 1

Santa Bárbara es un municipio del suroeste antioqueño, ubicado a 57 kilómetros de Medellín. En ese municipio, en 1946 se fundó la fábrica de Cementos El Cairo, como parte de la compañía de cemento Argos que se había fundado en 1934.

Cementos El Cairo era una empresa que despedía obreros a diario y contrataba nuevos trabajadores, con el propósito de no pagar prestaciones e impedir el surgimiento del sindicato. No bastándole esto, dentro de las instalaciones de la empresa tenía un puesto de policía donde permanecían 20 efectivos armados con machete y revólver.

Pero, donde hay opresión hay resistencia, así que los obreros decidieron reunirse durante algunas noches al lado del río y así lograron construir un sindicato al que en 1947 se le otorgó la personería jurídica. Al comenzar la década de los 60, rompió con el control patronal y del sindicalismo clerical de la UTC, de la CTC dirigida por el Partido Liberal y de la Unión de Trabajadores de Antioquia (Utran) para unirse a la Federación de Trabajadores de Antioquia (Fedeta). En septiembre de 1962, Sintracairo discutió y aprobó un pliego de peticiones; al mes siguiente, octubre, el sindicato presentó el pliego donde los trabajadores exigían aumento general de salarios, prima de vacaciones, auxilio escolar, servicio médico y odontológico, préstamos para adquisición de vivienda, mejoras en la calidad del servicio en el casino, remuneración de dominicales y festivos trabajados, entre otros aspectos. Todas ellas, reivindicaciones justas de quienes todo lo producen, en procura de lograr un bienestar para sus familias.

Por varios meses la empresa dilató las discusiones del pliego, y se negó a atender lo relativo al aumento salarial; lo que obligó a los trabajadores a declarar la huelga el 23 de enero de 1963. Para ese año, 230 trabajadores de planta laboraban en Cementos El Cairo; 96 % de ellos estaban sindicalizados en Sintracairo.

Para sabotear la huelga, con esquiroles y rompehuelgas, la empresa continuó movilizando cemento y clinker –materia prima del cemento- desde la factoría de El Cairo hacia la fábrica de Cementos Argos en Medellín; como si no existiera un cese legal de actividades. Eduardo Uribe Botero, ministro de Gobierno y cofundador de Cementos el Cairo, gestionó con el gobernador de Antioquia, Fernando Gómez Martínez ─también director del diario «El Colombiano»─, enviar volquetas custodiadas por tropas militares para transportar el cemento.

Los obreros, enfurecidos y decididos a hacer respetar la huelga, instalaron en la carretera central una carpa para obstaculizar el paso por la vía entre El Cairo y Santa Bárbara. Para ello recurrieron a tachuelas y a lanzar piedras a las volquetas que transportaban cemento o clinkerhacia Medellín. Para evitar problemas con los huelguistas, los choferes de las volquetas se vieron presionados a entregar los vehículos a la empresa, quedando temporalmente suspendido el suministro de la mercancía. De esta manera se logró paralizar el transporte de materia prima hacia la fábrica de cementos Argos y obligar al paro de la producción.

Llegado el viernes, 22 de febrero, en una asamblea extraordinaria de Sintracairo, el Inspector del Trabajo comunicó a los obreros que se había ordenado a la empresa que cancelara los salarios que adeudaba a sus trabajadores, según la Ley primera de 1963, con retroactividad al 1 de enero. Mientras tanto, Fernando Gómez Martínez, gobernador de Antioquia, anunciaba que transportaría el cemento y el clinker «costara lo que costara».

En la madrugada del sábado, 23 de febrero de 1963, los trabajadores se congregaron en las carpas de la huelga para esperar el pago del salario adeudado. Entre tanto, con el fin de transportar el cemento de la fábrica El Cairo hasta la ciudad de Medellín, a las 9 a. m. se traslada hacia Santa Bárbara un pelotón de la Compañía Militar y dos pelotones de la Compañía B, del comando del Batallón Girardot.

La caravana de militares pasó a las 10:30 a. m. por el sitio donde se encontraban los huelguistas, quienes manifestaron que permitirían el paso de los carros que fueran a traer el cemento, pero que no los dejarían regresar. En las instalaciones de la empresa, esquiroles y los soldados del Ejército Nacional cargaron el material en las volquetas. Mientras tanto, los huelguistas, sus familias, campesinos, mujeres, niños y curiosos se concentraron en la carpa obrera; como ya lo habían hecho semanas anteriores, los huelguistas se acostaron sobre el pavimento para impedir la salida de las volquetas de la fábrica.

40 volquetas cargadas con cemento y clinker salieron de la fábrica a las 4 p. m., con rumbo a la ciudad de Medellín; iban escoltadas de 100 efectivos del ejército. La caravana se ubicó a unos 300 metros antes de llegar al sitio donde se encontraban los huelguistas, los miembros del ejército empezaron a tomar posiciones estratégicas a lado y lado de la carretera, y el coronel Valencia Paredes exigió a los huelguistas que dieran paso a la caravana.

Los obreros se negaron, entonces, el coronel se comunicó con el gobernador Gómez Martínez, quien le respondió: 
─ ¡Hombre, coronel, si no es capaz de pasar ese cemento, véngase inmediatamente que yo mando a otro!

En ese momento los militares comenzaron a insultar a los trabajadores, se burlaron de la huelga diciendo que más valía el clinker que todos los obreros allí presentes. Los ánimos y el espíritu de lucha de los obreros se exasperaban ante la actitud amenazadora y de rompehuelgas asumida por el ejército. A la provocación, los obreros respondieron lanzando gritos ofensivos y desafiantes contra los militares; se proveyeron de piedras, canecas llenas de agua y toallas, e intentaron desinflar las llantas de las volquetas.

A las 4:45 de la tarde, el capitán Álvaro Guzmán Bastidas y el teniente Víctor J. Jaramillo avanzaron carretera arriba con los soldados, llegaron a la bomba de gasolina Codi (propiedad del mismo administrador de la fábrica Cementos El Cairo) y desde allí el comando del batallón emitió la orden de dispersión con gases. Descargaron gases contra la multitud, mientras un pelotón del ejército capturaba a los dirigentes de la huelga.

La gente se cubrió la cara con toallas y pañuelos húmedos. La confusión y el miedo no impidió que la multitud respondiera con una lluvia de piedras. El pueblo insistió para repeler la embestida de las fuerzas militares e impedir el paso de las volquetas.

Ante el arrojo de los trabajadores, el ejército disparó con pistolas, ametralladoras y fusiles. «La descarga cerrada de ametralladoras y fusiles no nos dejó oír sino los gritos despavoridos de huelguistas que se desparramaban por todas partes», recuerdan los testigos de los hechos.

La multitud corrió hacia los cafetales aledaños a la carretera o hacia las casas vecinas buscando refugio. Las ventanas del hospital daban hacia la bomba y los médicos lograron tomar fotografías que evidenciaban el accionar represivo de la tropa; por lo que el ejército respondió disparando hacia el hospital y enviado soldados a destruir los rollos fotográficos.

En medio de los muertos y los heridos, a las 5:15 p. m., el ejército continuaba persiguiendo a los obreros y los habitantes de Santa Bárbara que trataban de huir de la masacre. Las luces del municipio fueron apagadas a las 7 p. m. y el ejército empezó a allanar las viviendas, en busca de los obreros; pelotones de soldados se dispersaban por el hospital, el camino del Cauca, los cafetales, los almendros y el llano para continuar la masacre.

Posterior a la masacre, los trabajadores de Argos declararon: ante el crimen oficial cometido contra los trabajadores de Cementos El Cairo, masacre en la cual cayó víctima nuestro compañero Luis Ángel Ruíz Villada ─obrero que fue asesinado de un tiro de fusil en la frente, mientras brindaba solidaridad a los obreros en la huelga─ declaramos voluntaria y espontáneamente nuestra decisión de no trabajar con materia prima procedente de las ensangrentadas canteras de El Cairo, hasta que las peticiones de los compañeros sean aceptadas.

La represión y Masacre de Santa Barbara dejó 90 detenidos, 39 heridos graves y 12 muertos entre los 10 y los 69 años: 
• 3 obreros de Cementos El Cairo: Pastor Cardona, Rafael Antonio González y Luis Ángel Holguín;
• 2 conductores: Israel Antonio Vélez Díaz, Jesús Román;
• 2 campesinos: Luis Esteban Serna Villada, Joaquín Emilio Román Vélez 
• 1 obrero de la empresa Cementos Argos: Luis Ángel Ruiz Villada; 
• 1 proletario agrícola: Rubén de Jesús Pérez Arango; 
• 1 paciente del Hospital Santa María: Juan María Holguín Henao; 
• 1 ayudante de vehículos de carga y pasajeros: José de Jesús Suaza 
• 1 niña: María Edilma Zapata, hija del obrero y sindicalista Luis Eduardo Zapata.

Por supuesto, la prensa burguesa ─como es su costumbre─ intentó tergiversar la historia e inicialmente informó que hubo una emboscada y que los uniformados debieron actuar en legítima defensa; incluso, llegaron a afirmar que la niña de 10 años había perecido por una grave lesión que le había ocasionado una pedrada en el cráneo. Sin embargo, después de la necropsia el doctor Hans Sievert manifestó que la muerte había ocurrido por las descargas de fusil.

Pese a la masacre, los obreros no regresaron al trabajo; por el contrario, se mantuvieron en pie de lucha contando con la solidaridad de los campesinos que fue muy activa, y sobre todo del sindicato de cementos Argos, que por asamblea ordenó trasladar todos sus fondos como préstamo a largo plazo al sindicato de El Cairo. Además, el 26 de febrero se desató un movimiento nacional de protesta, concretado en un paro de 50 empresas de Bogotá, 26 de Bucaramanga y otras tantas en Medellín; de nada le valió a la prensa burguesa argüir que los militares habían actuado en legítima defensa tras supuestamente ser emboscados por los huelguistas. Presionada por la huelga política en solidaridad con los obreros de El Cairo y la creciente indignación de los trabajadores en todo el país, la patronal se vio forzada a conceder las peticiones obreras.

Sin embargo, como obreros conscientes aprendemos de la lucha y de los errores, y reconocemos que los dirigentes de los obreros cementeros, afiliados a la Federación de Trabajadores de Antioquia (Fedeta), dirigida a su vez por el falso Partido Comunista, cometieron por lo menos dos errores en la negociación del pliego y la conducción de la huelga:


  1. Aceptaron la negociación por separado, permitieron que se firmaran acuerdos en Cementos Nare y Argos, donde también había conflictos, con lo que se dividió a los trabajadores y se le restó fuerza al movimiento;
  2. Aceptaron que de la mina, propiedad de El Cairo, se siguiera sacando la materia prima para surtir a las demás cementeras, con lo que se permitió cubrir la demanda de cemento de El Cairo.

La huelga de los obreros cementeros de El Cairo, la masacre y el desenlace con la conquista de sus exigencias, es parte del camino transitado hacia la noble tarea de exterminar toda forma de explotación del hombre por el hombre. Los hermanos cementeros en Santa Bárbara lograron con sus vidas convertir su huelga en lucha política contra el poder del Estado, pues toda huelga cuando se generaliza en todo el país, representa una amenaza para el poder de la burguesía.


Para evitar otras masacres como la de esta fecha en Santa Bárbara, o como la de las Bananeras en 1928, es necesario, por medio de la violencia revolucionaria, destruir el capitalismo; es necesario organizar el Partido político independiente y revolucionario del proletariado. Solo atacando la raíz del problema, el capitalismo y su Estado de dictadura burguesa en Colombia, por medio de una Guerra Popular en la forma de una insurrección, se podrá instaurar la dictadura del proletariado bajo la cual los obreros y los campesinos armados podrán garantizar que se produzca para satisfacer las necesidades de las masas y no para satisfacer el voraz apetito de ganancia de un puñado de zánganos, que cuando se interpone la lucha obrera y popular en sus propósitos, son capaces de cometer las más terribles masacres como lo fue la del 23 de febrero de 1963.

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