En el 99 Aniversario de la Revolución de Octubre (III)

revolucion1905

El Papel de los Bolcheviques en la Revolución de 1905

Con el inicio del siglo XX el sistema capitalista mundial pasó a su fase agónica y última —el imperialismo—, abriendo de par en par las puertas para el arribo de la humanidad al socialismo. En la Rusia zarista, las crisis que repercutían con fuerza en los distintos sectores económicos y obligaban a los obreros al paro forzoso no obstaculizó la marcha ascendente del movimiento obrero, por el contrario, la lucha de los obreros comenzó a adquirir un carácter cada vez más revolucionario. Estos pasaban más rápidamente de las huelgas de carácter económico a las huelgas de tipo político. El movimiento campesino comenzó su radicalización, era notable su papel revolucionario frente a los señores feudales y campesinos ricos (Kulaks), era evidentísimo que todos estos síntomas apuntaban a que en Rusia se estaba gestando y se acercaba la revolución.

Así mismo el proceso revolucionario hizo que el movimiento liberal de los «zemstvos» (sector de la burguesía liberal) adoptara su posición clasista; la burguesía liberal se quejaba y veía con malos ojos la represión brutal y violenta del zarismo contra el movimiento de masas, en especial contra el movimiento estudiantil en donde concurrían sus hijos, pero era aun mayor su preocupación por la inevitabilidad de la revolución; por eso centraba sus esperanzas en convertir a la Rusia zarista en una monarquía constitucionalista donde pudiera tener voz y voto en un parlamento presidido por el zar, disuadiendo a los obreros y campesinos de su lucha revolucionaria desde el parlamento.

Por su parte, el gobierno zarista mientras que aplicaba la violencia sobre las manifestaciones de las masas, intentó otras medidas más «flexibles», no represivas, para desviar a los obreros del movimiento revolucionario. El zarismo realizó tentativas para crear falsas organizaciones obreras bajo la tutela de los gendarmes y la policía. Estas organizaciones se conocían con el nombre de organizaciones del «socialismo policíaco» u organizaciones Subatov (nombre del coronel de la gendarmería a quien se debió la creación de estas entidades obreras de tipo policíaco). Subatov engañaba a los obreros, los invitaba a renunciar a la lucha revolucionaria para pasar a las peticiones formales y pacíficas al zar.

Dentro del movimiento comunista ruso aun perduraba la dispersión orgánica e ideológica, comenzaban a perfilarse dos facciones que tenían visiones y objeticos tácticos diferentes respecto a la revolución. Por ejemplo, existían diversos criterios acerca del problema de por dónde debía comenzarse a organizar el Partido único de la clase obrera y era necesario convocar al segundo congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (P.O.S.D.R). Este Congreso inició sus tareas el 17 de julio de 1903. Tuvo que reunirse clandestinamente en el extranjero. Asistieron a él 43 delegados, representando a 26 organizaciones. La tarea fundamental de este Congreso —en palabras de Lenin— consistía en: «crear un verdadero Partido sobre aquellas bases orgánicas y de principio que habían sido propugnadas y elaboradas por la Iskra». En aquel congreso las discusiones se centraron en la propuesta de establecer o no en el programa de partido la necesidad de la dictadura del proletariado, la alianza obrero campesina, los estatutos y al principio del derecho a la autodeterminación de la naciones. Basta esto para comprender cuán compleja era la situación en que se desenvolvía el Congreso. Los oportunistas se opusieron a la necesidad de defender la dictadura del proletariado remitiéndose al hecho de que este punto no figuraba en los programas de una serie de partidos comunistas del extranjero (de corte oportunista), de igual forma rechazaron la alianza obrero campesina, considerando que era la burguesía liberal quien debía dirigir la revolución aliándose a la clase obrera. También mostraron resistencia al principio del derecho de autodeterminación, lo que implicaba renunciar al internacionalismo proletario y elegir el camino de la opresión nacional. Este programa constaba de dos partes: el programa máximo y el programa mínimo. En el programa máximo se hablaba de la misión fundamental del Partido de la clase obrera: de la revolución socialista, del derrocamiento del poder de los capitalistas y de la instauración de la dictadura del proletariado. En el programa mínimo se exponían los objetivos inmediatos del Partido, que podían realizarse sin que fuese derribado el régimen capitalista y se instaurase la dictadura del proletariado, es decir: derrocamiento de la autocracia zarista, implantación de la República democrática, introducción de la jornada de 8 horas para los obreros, destrucción de todos los vestigios feudales en el campo, devolución a los campesinos de las tierras que les habían sido arrebatadas por los terratenientes con los llamados «recortes».

Hasta este punto los principios defendidos por Lenin y sus seguidores iskristas fueron aprobados por el Congreso de forma relativamente fácil, pero el problema de los estatutos provocó furiosas discusiones en el seno del Congreso. La discrepancia más aguda surgió en torno al texto del primer artículo de los estatutos, en el que se definía la condición de miembro del Partido, ya que estaban en pugna dos fórmulas: la de Lenin, apoyada por Plejanov y por los «iskristas» consecuentes, y la de Martov, apoyada por Axelrod, Sasulich, los partidarios vacilantes de la «Iskra», Trotski y todos los oportunistas que tomaban parte en el Congreso, ya que en vez de un Partido centralizado y combativo, por el que luchaban Lenin y los leninistas en el Congreso, los martovistas querían un Partido heterogéneo, difuso e informe, que no podría jamás ser un Partido combativo, aunque sólo fuese por razón de su heterogeneidad, y porque jamás podría poseer una recia disciplina. Todo apuntaba a que los oportunistas querían convertir el partido en un foro de discusión liberal sin disciplina ni cuadros comunistas, un partido inservible para la revolución. El congreso le dio la razón a Lenin, y desde entonces, a los partidarios de Lenin, que habían obtenido mayoría de votos en la elección de los organismos centrales por el II Congreso, se les empezó a llamar bolcheviques (mayoría) y a sus adversarios, que se quedaron en minoría, mencheviques (minoría).

Después del II Congreso, la lucha dentro del Partido se agudizó todavía más. Comenzando una lucha de líneas entre la línea leninista y la línea oportunista menchevique. En el verano de 1904, los mencheviques se apoderaron de la mayoría dentro del Comité Central, gracias a la ayuda que les prestó Plejanov y a la traición de dos bolcheviques degenerados: Krasin y Noskov. Los bolcheviques perdían su posición en Iskra y en el Comité Central (C.C.) del partido. Era necesario organizar un periódico bolchevique propio. Era necesario organizar un nuevo Congreso del Partido, el III Congreso y elegir un nuevo C. C. y deshacer a los mencheviques. Lenin y los bolcheviques tomaron esta tarea en sus manos. El 4 de enero de 1905 apareció el primer número del periódico bolchevique «Vperiod» («Adelante»). Dentro del Partido se habían formado, dos fracciones independientes, la bolchevique y menchevique, cada una con sus organismos centrales y sus órganos en la Prensa.

A fines del siglo XIX, los Estados imperialistas comenzaron a luchar enérgicamente por el predominio en el Océano Pacífico y por el reparto de China. En esta lucha tomaba parte también la Rusia zarista. En 1900, las tropas zaristas, en unión de las tropas japonesas, alemanas, inglesas y francesas, reprimieron con indecible crueldad una insurrección popular que había estallado en China y que iba dirigida contra los imperialistas extranjeros. En enero de 1904, sin declaración previa de guerra, el Japón atacó inesperadamente a Rusia, iniciándose una guerra en la cual el Zar saldría mal librado, había especulado con la idea de que la guerra la ayudaría a afianzar su situación política y a contener la revolución. Pero sus cálculos resultaron fallidos; la guerra sacudió todavía más los cimientos del zarismo. Bolcheviques y mencheviques adoptaron una actitud distinta ante esta guerra y el curso de la revolución que se avecinaba. Los mencheviques, incluyendo a Trotski, descendieron a las posiciones del defensismo, es decir, abrazaron la defensa de la «patria» del zar, de los terratenientes y de los capitalistas. En cambio, los bolcheviques encabezados por Lenin entendían que la derrota del gobierno zarista en aquella guerra de rapiña sería beneficiosa, pues conduciría al quebrantamiento del zarismo y al fortalecimiento de la revolución.

Desde diciembre de 1904 comenzaron a estallar en Rusia una serie de grandes huelgas de carácter político de los obreros en distintos sectores industriales, las huelgas eran más radicales y prolongadas, organizadas y dirigidas gran parte de éstas por los bolcheviques. Otro suceso de importancia que educó políticamente a los obreros fue la matanza de más de 1000 obreros desarmados el 22 de enero de 1905, quienes en procesión pacífica ante el Palacio de Invierno, portando estandartes y retratos del zar, con objeto de entregar a éste una petición en la que se exponían sus necesidades, habían sido maquinalmente conducidos por el cura Gapón, «autoproclamado» vocero de los obreros y junto con la policía de Subatov se prestaron a servir de instrumento a las maniobras, pero los bolcheviques vieron la oportunidad para introducir consignas revolucionarias en las peticiones de los obreros. Al radicalizarse la muchedumbre, estalló la ira del zar Nicolás II que ordenó abrir fuego sobre la multitud. Allí los bolcheviques desfilaron con los obreros. Muchos de ellos cayeron muertos o fueron detenidos junto con la masa obrera, sobre las calles bañadas en sangre proletaria, ellos, los bolcheviques, explicaron a las masas quiénes eran los responsables de aquella matanza espantosa y cómo había que luchar contra ellos. Inician así los preparativos de la insurrección armada, este suceso se esparció por toda Rusia y el descontento popular puso la insurrección armada al orden del día. Fue así que los bolcheviques, preveían y preparaban una futura insurrección para derrotar al Zar, que a la marcha de los sucesos era inevitable e inmediata, debiendo ser ésta dirigida y organizada por el partido mismo y en alianza obrero-campesina crear un ejército armado para derrocar al zar; cosa contraria pensaban los mencheviques, quienes descartaban la necesidad de la insurrección y llamaban a los obreros a los métodos pacíficos para no asustar a quienes ellos consideraban aliada de los obreros y sus dirigente, es decir, la «burguesía liberal».

De las huelgas de los obreros de Ivánovo-Vosnesensk que duró desde fines de mayo hasta comienzos de agosto de 1905, y en la que tomaron parte unos 70.000 obreros dirigidos por el Comité bolchevique de la región norte, dejó como imperecedera lección la creación de un Soviet de delegados que fue, de hecho, uno de los primeros Soviets de diputados obreros de Rusia. Forma primigenia de organización administrativa y política de las masas obreras para ejercer su dictadura sobre los capitalistas y el zarismo en las urbes.

Las chispas de las grandes ciudades también se extendían al campo, donde los campesinos comenzaron a quemar y saquear las propiedades de los terratenientes, también dentro del ejército zarista comenzaron a gestarse brotes revolucionarios y revueltas; para junio de 1905 estalló una sublevación en la escuadra del Mar Negro a bordo del acorazado «Potemkin». Por aquellos días, el «Potemkin» estaba fondeado no lejos de Odesa, donde los obreros habían declarado la huelga general. Los marinos sublevados ajustaron las cuantas a los oficiales más odiados por ellos y pusieron rumbo a Odesa. El «Potemkin» se pasó al campo de la revolución. Lenin atribuía a esta sublevación una importancia muy grande. Reputaba necesario que los Bolcheviques dirigiesen este movimiento y lo enlazasen al movimiento de los obreros y de los campesinos. El zar envió contra el «Potemkin» varios barcos de guerra, pero la tripulación de estos buques se negó a disparar contra sus camaradas sublevados. Durante varios días ondeó en el acorazado «Potemkin» la bandera roja de la revolución.

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Poster Soviético sobre el acorazado Potemkin

Las perspectivas revolucionarias eran magníficas para el partido, pero éste gracias al oportunismo y a la labor escisionista de los mencheviques, se encontraba en aquellos momentos escindido en dos fracciones. Para aquel entonces fue necesario reunir en Londres el III Congreso del Partido Socialdemócrata de Rusia que se llevó a cabo en abril de 1905; fueron invitados los mencheviques pero estos no asistieron, ellos por su parte se reunieron en Ginebra en una conferencia. Lenin enjuició la situación de la siguiente manera: «Dos congresos, dos partidos». El Congreso bolchevique entendía que, a pesar del carácter democrático burgués de la revolución que se estaba desarrollando y a pesar de que ésta no podía, en aquellos momentos, salirse del marco de las medidas compatibles con el capitalismo, su triunfo total interesaba de un modo primordial al proletariado, porque de allí saldría más fortalecido y organizado como clase. La línea táctica de la conferencia menchevique, consideró que, puesto que se trata de una revolución burguesa, sólo podía tener como jefe a la burguesía liberal. A ella y no a los campesinos es a quien tenía que acercarse el proletariado. Para esto, lo más importante era no asustar a la burguesía liberal con actitudes revolucionarias y no darle pretexto para volver la espalda a la revolución, la cual se quebrantaría, si la burguesía liberal se desviaba de ella. Esta táctica oportunista fue combatida por Lenin en su histórico libro titulado «Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática», en el que Lenin hace trizas la clásica táctica de los mencheviques y fundamenta de un modo genial la táctica de los bolcheviques.

En octubre de 1905 estalla una huelga general que puso de manifiesto la fuerza, la potencia del movimiento proletario, y obligó al zar, muerto de miedo, a lanzar su mensaje del 17 de octubre de 1905. Donde prometía al pueblo «las bases inconmovibles de las libertades políticas: inviolabilidad efectiva de la personalidad, libertad de conciencia, de palabra, de reunión y de asociación». El zar prometía, además, convocar una Duma legislativa, concediendo derechos electorales a todas las clases de la población. A esta situación Lenin la caracterizó como un momento de cierto equilibrio provisional de fuerzas, en el que el proletariado y los campesinos, habiendo arrancado al zar aquel mensaje, no tenían aún fuerza para derribarlo, pero éste no podía ya gobernar exclusivamente con los medios antiguos y se veía obligado a prometer de palabra «libertades políticas» y una Duma «legislativa».

En aquellos días agitados de la huelga política de octubre, bajo el fuego de la lucha contra el zarismo, la iniciativa creadora revolucionaria de las masas obreras forjó una nueva y poderosa arma: los Soviets de diputados obreros defendida por los bolcheviques. Pero los mencheviques no consideraban a los Soviets ni como órganos incipientes del Poder revolucionario ni como órganos de la insurrección. Veían en ellos, simplemente, órganos de autonomía local, una especie de Concejos urbanos democratizados. Esto traería repercusiones en la posterior insurrección de diciembre. El Soviet de diputados obreros de Moscú desempeñó en la insurrección de diciembre un papel primordial y consecuentemente revolucionario pues su dirección estaba en manos de los bolcheviques. Al contrario, el Soviet de diputados obreros de Petersburgo, por ser el del centro industrial y revolucionario más importante de Rusia, el de la capital del Imperio zarista, estaba llamado a desempeñar un papel decisivo en la revolución de 1905, pero su mala dirección, que estaba en manos de los mencheviques, le impidió cumplir con su misión. Los mencheviques Jrustaliev, Trotski, Parvus y otros consiguen poner el Soviet de Petersburgo en contra de la insurrección, prestando un gran favor al zar y sirviendo como una de las causas de la derrota de la revolución de 1905.

A la insurrección armada de diciembre de 1905 los mencheviques y los bolcheviques la enjuiciaron de un modo distinto. El menchevique Plejanov lanzó al Partido, después de la insurrección armada, este reproche: «No había que haber empuñado las armas». Los mencheviques exponían que la insurrección era innecesaria y perjudicial; por el contrario, los bolcheviques estigmatizaron este juicio como una traición debido a que entendían que la experiencia de la insurrección armada de Moscú no hacía más que confirmar la necesidad de una lucha armada victoriosa de la clase obrera. Contestando al reproche de Plejanov, Lenin escribió: «Por el contrario, lo que se debió hacer fue empuñar las armas más resueltamente, con más energía y mayor acometividad, explicar a las masas la imposibilidad de una huelga puramente pacífica y la necesidad de una lucha armada intrépida e implacable». La insurrección de diciembre de 1905 marcó el punto culminante de la revolución, debido a que en esta batalla la autocracia zarista infligió a la insurrección una derrota temporal.

Después de este fracaso comenzó el viraje hacia el repliegue gradual de la revolución. La represión brutal del zar ajustó por la vía del terror cuentas con los obreros y campesinos, los fusilamientos fueron constantes y la persecución proterva de los revolucionarios se mantuvo hasta la revolución de 1917.

Sin embargo, la revolución de 1905 sirvió de lección a las masas obreras y campesinas, como a los soldados revolucionarios que desertaron de las filas zaristas, a comprender el papel revolucionario de los bolcheviques y el rol dañino y perjudicial de los mencheviques para la revolución. De allí la genial frase de Lenin: «La lucha contra el imperialismo es una frase vacía y falsa sino va ligada indisolublemente a la lucha contra el oportunismo». Concluido este periodo, el partido bolchevique y el leninismo dejarían de ser fenómenos meramente ceñidos al marco del proletariado ruso y pasarían a ser arsenal de combate de la clase obrera mundial y con la revolución de 1917 y la construcción de la URSS plasmaron en hechos aquella verdad.

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