La militarización no cura la lacra delincuencial del sistema

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Los grandes medios al servicio del capital y del régimen, diariamente alborotan alrededor del crecimiento de la delincuencia en las principales ciudades y sus áreas metropolitanas, y si bien objetivamente existe un ambiente de inseguridad, este es amplificado para sembrar terror y justificar la militarización (aumento de policías y la presencia permanente de ejército en las calles establecida con la “asistencia militar” desde el levantamiento popular de abril y mayo cuyas causas no se han resuelto) e imponer otras medidas punitivas como el aumento de penas para reincidentes por hurto. Imposiciones de terror contra los pobres, cavernarias, inútiles y reaccionarias, porque la causa más profunda, tanto de la delincuencia como de la rebelión, se encuentra en la terrible crisis social.

A la par, y como parte de “tranquilizar” al pueblo para que apoye las nuevas medidas, esos mismos medios serviles al régimen criminal y al gran capital, siembran la mentira de que el Paro Nacional y el levantamiento del pueblo fueron los causantes del aumento del desempleo y de la no recuperación de la economía. Mentira, porque el desempleo es una lacra incurable del capitalismo y un poderoso combustible de la airada protesta social.

Las clases reaccionarias con sus viles engaños, pretende hacer creer que la leve recuperación de los negocios capitalistas en estos meses benefician al pueblo raso, que la crisis económica se está superando, que el empleo crece y todo marchará viento en popa si se exterminan los focos de rebelión y la delincuencia por la vía de las armas y el aumento de las penas.

Difunden la mentira de que “la economía del país está en reactivación” cuando lo cierto es que solo han aumentado las ganancias de los ricos, mientras millones de trabajadores —productores de esas ganancias— siguen siendo lanzados a la pobreza y la miseria aumentando la crisis social, cuyo indicador más notorio son los índices de desempleo. Según las cifras oficiales se habla de que el desempleo descendió 5,9 puntos en julio de este año con relación al mismo mes del 2020; sin embargo, está muy lejos del 9% del 2019.

Tales indicadores, que siempre ocultarán el verdadero rostro del desempleo y la miseria, dicen otra cosa, refutando no solo las burdas mentiras acerca de las consecuencias del paro en la llamada reactivación económica y el empleo: en marzo de este año, cuando aún no había iniciado la rebelión popular, la tasa de desempleo se ubicó en 14,2%, en abril se disparó al 15,1%, siendo este uno de los principales detonantes del levantamiento iniciado el 28, en mayo nuevamente ascendió al 15,6%, en junio bajó al 14,4% y en julio se ubica en 14,3%.

En cuanto a las expectativas relacionando crecimiento económico y desempleo, fue Luis Fernando Mejía, director Ejecutivo de Fedesarrollo, quien alertó que el segundo trimestre, a pesar del crecimiento de 17,6% con respecto al mismo período del 2020, la economía se contrajo un 2,4% frente al trimestre anterior. Señalando a su vez: «La evolución del empleo no ha sido buena en este año a pesar de las cifras de recuperación. En los primeros 6 meses, la tasa de desempleo fue de 14,8%, incluso en el segundo trimestre había estado en 15,1%».

Las cifras oficiales de desempleo, siempre interesadas, muestran apenas una parte de la realidad que los representantes políticos de las clases utilizan a su amaño para sus fines y lo cual hace necesario la posición del proletariado revolucionario frente a las mismas:

En primer lugar, tales cifras solo indican las fluctuaciones del mercado de la fuerza de trabajo, tanto en “tiempos normales” del funcionamiento de la economía capitalista y con mayores alteraciones en tiempos de crisis como en la presente y que viene desde el 2008, además de que solo registran como desempleados a quienes están buscando empleo en el período analizado.

En segundo lugar, esconden detrás de las cifras generales de empleados, siempre infladas, el desempleo disfrazado en el llamado empleo informal, que no alcanzan a ocultar plenamente cuando deben aceptar oficialmente que el 53% de los empleos de mayo a julio de este año, por ejemplo, corresponden a ese empleo informal; es decir, más de la mitad de los “empleos recuperados” corresponden a vendedores ambulantes y demás trabajadores sin contrato, sin salario regular, sin prestaciones ni seguridad social, que en su mayoría no alcanzan a percibir el miserable salario mínimo. Este es un indicativo de que el hambre se acrecienta.

En tercer lugar, y lo más importante: las cifras demuestran que no fue por el paro el aumento del desempleo, sino al contrario, fue el desempleo y más exactamente, el hambre, uno de los principales causantes de la rebelión popular.

En cuarto y lugar y no menos importante: la gran mayoría de desempleados son jóvenes y especialmente mujeres, lo que explica la participación de la juventud obrera en el levantamiento popular del 28 de abril y la nutrida participación de las mujeres en él.

Finalmente, son estas cifras las que explican a su vez el crecimiento de la delincuencia. Es decir, la causa de fondo se encuentra en las terribles condiciones de los obreros que han sido despedidos, de la miseria y el hambre que ronda en los hogares pobres y ocasionan la mendicidad, la prostitución y conducen a los actos desesperados como la delincuencia, la cual es una opción para quienes no aceptan vivir de la mendicidad. Fenómenos que se hacen mucho más notables en las grandes ciudades.

De ahí que las medidas para frenar la delincuencia, consistentes en aumentar las penas para los atracadores y ladrones, aumentar el pie de fuerza de la policía e imponer la presencia del ejército en las calles, son inútiles y al extremo reaccionarias, revelando el carácter criminal de las clases dominantes y de los gobernantes ahítos y corruptos, quienes no roban celulares o bicicletas (los delitos más comunes) sino billones a montones del erario y se reparten los fondos estatales arrebatados con impuestos al pueblo, en planes de auxilio a los capitalistas con la mentira de generar empleo (como lo establece la nueva reforma tributaria presentada bajo el engañoso nombre de “Ley de inversión social”), con el “subsidio a la nómina” de los empresarios y “financiar los costos laborales como los pagos a seguridad social y parafiscales para empresas que contraten nuevos trabajadores”, y en contraparte solo entregar limosnas al pueblo para cautivar votos con el “ingreso solidario”.

Pero no son solamente los representantes de los gremios burgueses y del régimen mafioso y paramilitar quienes claman por imposiciones cavernarias; gobernantes “alternativos” también reclaman medidas punitivas, tal como Claudia López en Bogotá, que en más de una ocasión ha tratado de escudar desfachatadamente su ineptitud en los migrantes venezolanos, dejando en claro que quienes se venden a sí mismos como amigos del pueblo, también son enemigos y demostrando a su vez, que ellos tampoco pueden resolver las tragedias que azotan al pueblo trabajador.

Agitar las banderas de la xenofobia, la represión y la “limpieza social” contra los efectos de la crisis social como el robo es una actitud criminal. Abogar por un tratamiento militar por parte de las clases dominantes, del régimen y demás politiqueros, es una salida inocua y reaccionaria. La explotación capitalista es la causante de los males y sufrimientos del pueblo, del hambre y el desempleo, de la crisis social y el aumento de la delincuencia. Pero el capitalismo no es eterno, debe ser sepultado igual que otros regímenes anteriores de explotación, lo cual presupone destruir el poder político de los capitalistas, destruir la máquina que garantiza los privilegios de los explotadores holgazanes para construir una nueva que garantice el bienestar de los trabajadores. De ahí que los proletarios y campesinos, las clases sociales más importantes en la producción y en la revolución, deben plantearse en serio la necesidad de derribar con la violencia revolucionaria, no solo el actual régimen mafioso y paramilitar, sino el Estado burgués, terrateniente y pro-imperialista.

Por eso también las propuestas de Petro y sus compinches del “Pacto Histórico” de fortalecer aún más el podrido Estado burgués y desarrollar el capitalismo también son reaccionarias porque están encaminadas a tratar de perpetuar la desesperante situación del pueblo colombiano.

Si el agravamiento de la crisis social es consecuencia de la crisis económica del capitalismo mundial, una crisis de superabundancia y no de escasez, no son los trabajadores los responsables de la misma y no deben ser ellos quienes sufran sus consecuencias para mantener a flote la ganancia de los capitalistas y la pervivencia de un sistema moribundo, que solo puede subsistir a cuenta de destruir la naturaleza y devorar a quienes producen la riqueza. El socialismo debe abrirse paso para acabar con las causas últimas de tales sufrimientos y el pueblo, sobre todo la juventud que ha dado pruebas de heroísmo y mantiene la llama de la lucha, debe prepararse para que el próximo levantamiento lo acerque a ese objetivo.

Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)
Septiembre 29 2021

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