¿AUMENTO DEL SALARIO MÍNIMO O ALZA GENERAL DE SALARIOS?

Colombia, con una población de 46,2 millones de habitantes, es un país capitalista bajo la opresión semicolonial del imperialismo, donde la contradicción principal es entre la burguesía y el proletariado; siendo éste último, la clase mayoritaria con un contingente de unos 22 millones en condiciones de trabajar, de los cuales más de 2 millones son desempleados y 14 millones son trabajadores informales, en su mayoría con menos de un salario mínimo. Si se suman todos, a los entre 2.3 y 4.5 millones de trabajadores de salario mínimo -en cuentas del Gobierno y las Centrales Sindicales-, se puede ver claramente que los asalariados en Colombia, en su inmensa mayoría, están sometidos a vivir con un salario miserable. La clase de los proletarios, que junto con sus familias sobrepasan los 30 millones de personas y constituye la clase más numerosa y la principal productora de riqueza en la sociedad, recibe por la venta de su fuerza de trabajo un salario de hambre, pues el salario nominal mínimo mensual de $644.350 está lejísimos del salario real necesario para reproducir la fuerza de trabajo de la familia obrera en Colombia, tasado hoy por hoy en no menos de $1.800.000 mensuales.

Para ocultar esta calamidad de la clase obrera, cada año sus enemigos -empresarios, gobierno y los jefes sindicales vende-obreros- organizan la tradicional farsa de negociación del salario mínimo, donde todos se identifican en un sartal de mentiras contra el aumento del salario real de la clase obrera: que «aleja la inversión extranjera», que «perjudica a los empresarios nacionales», que «no puede ser mayor a la subida general de los precios de las mercancías o índice de inflación», que «dispara el costo de vida y el desempleo», que «impide la recuperación de la economía en crisis», que «atenta contra la inversión para el post-conflicto»…. Parece exagerado decir que todos se identifican, pero es la verdad como se deduce directamente de las propuestas: empresarios y gobierno ofrecen 6% atendiendo a la inflación ($38.000 ¡mensuales!), y los jefes vende-obreros le hacen coro pidiendo 10% ($64.435 ¡mensuales!) el de la CGT y 12% ($77.322 ¡mensuales!) el de la CUT. De ahí en adelante, independientemente del retiro de los vende-obreros o de que incluso los explotadores aceptaran su «elevada» petición, es uno solo el resultado de la triquiñuela: por pacto o por decreto, se legaliza la rebaja del salario real de la clase obrera.

Los trabajadores asalariados no deben esperanzarse en la farsante negociación del salario mínimo y mucho menos apoyarla, porque allí todos son enemigos de la clase obrera: los empresarios y el gobierno representan los intereses de los explotadores, y los jefes vende-obreros tampoco representan a los trabajadores porque son secuaces sumisos y cómplices de los patrones y el gobierno; porque el aumento del salario real se conquista por la fuerza de la lucha del movimiento obrero, no a través de la concertación con los explotadores, ni mucho menos de rodillas ante la OIT, institución de bolsillo de los imperialistas que imponen la rebaja del salario a nivel mundial; porque hoy en Colombia la clase obrera y los demás trabajadores han sido sometidos en masa a una infernal superexplotación de su trabajo, y por tanto, necesitan en masa no un aumento del salario mínimo, sino un alza general de salarios.

La relación económica-social fundamental entre capital y trabajo, o entre sus propietarios burgueses y proletarios, es de explotación asalariada, donde en apariencia se paga todo el trabajo del obrero, cuando en realidad solo se retribuye la parte correspondiente al precio de la fuerza de trabajo -el salario- pero no se paga la parte restante de trabajo realizado, de la cual el capitalista obtiene su ganancia. Se deduce en primer lugar, que entre más bajo sea el salario más alta será la ganancia; y a la inversa, entre más alto sea el salario más baja será la ganancia. ¡Ganar más! es la única y verdadera razón de fondo de toda la política de los explotadores para reducir el salario; el resto de argumentos sobre desempleo, inflación, inversión, crisis… son sofismas de distracción. Se deduce en segundo lugar, que si subir el salario implica mermar las ganancias de los explotadores, entonces no hay otra forma de exigirlo que con la unión, organización y lucha directa de los obreros.

Sin embargo en Colombia el problema de la explotación asalariada es aún más grave, porque los capitalistas amparados en su Estado han rebajado el salario muy por debajo del costo para sostener la familia obrera que produce y reproduce la fuerza de trabajo, con lo cual la condición de los asalariados en general desde hace muchos años es de superexplotación.

¿Cómo se han incubado, desarrollado y agigantado estas condiciones de superexplotación? Aumentando la intensidad del trabajo, la velocidad de la producción; suprimiendo puestos de trabajo y duplicando la carga a los demás; alargando la jornada de trabajo a límites de 12 horas y más, suprimiendo el pago de horas extras y los recargos por trabajo nocturno; obligando a trabajar festivos y dominicales sin remuneración extraordinaria y sin derecho a días compensatorios; extinguiendo los contratos directos a término indefinido y generalizando la contratación temporal por terceros donde los patrones comparten lo que arrebatan al salario obrero, con la mafia de los mercaderes del trabajo que agrupan agencias, cooperativas y sindicatos patronales; suprimiendo, violando y desconociendo las conquistas colectivas convencionales en materia de organización sindical, estabilidad, condiciones de trabajo, salarios, prestaciones e indemnizaciones por despidos.

Todo esto a la vez que ha desvalorizado completamente el salario, ha disparado las ganancias del capital, una desigualdad que los políticos y economistas burgueses llaman «progreso de la industria», «progreso de la economía», «progreso de los colombianos», cuando es la aterradora realidad de una sociedad donde se cumple la sentencia de Marx: «La tendencia general de la producción capitalista no es elevar el nivel medio del salario, sino reducirlo»; la realidad de las condiciones de superexplotación del proletariado en un país donde se cumple la inexorable ley absoluta del capitalismo: acumulación de la riqueza en unas minoritarias clases parásitas de la sociedad, y del hambre y la miseria en las clases productoras, en los trabajadores, en la inmensa mayoría de los colombianos.

Y la lucha del movimiento sindical -la forma como los trabajadores pueden resistir a la superexplotación– ha sido apaciguada y maniatada por la política dirigente, la política sindical burguesa defensora de la explotación asalariada y sumisa ante el Estado de los explotadores. Política sindical burguesa que no ejecutan los capitalistas directamente sino a través de los jefes políticos reformistas, de los jefes políticos oportunistas, de los jefes de las Centrales Sindicales. Esta política sindical burguesa ha convertido el movimiento sindical en púlpito para alejar a los trabajadores de la idea de la lucha de clases y comprometerlos con el pacifismo y la armonía entre explotados y explotadores; en fortín politiquero para inducir a los explotados a confiar e implorar sus derechos al Estado que es precisamente la organización de la fuerza de los explotadores; en bastión desmovilizador de las bases obreras para inducirlas a esperar pasivamente la negociación del salario mínimo por cuenta de «sus jefes».

Y tales jefes vende-obreros tienen el descaro de solicitar respetuosamente a lo más un 12% de incremento en el salario mínimo, porque su política sindical burguesa de conciliación de clases, no relaciona el aumento del salario obrero con la ganancia de los capitalistas, es decir, con la superexplotación, sino con el costo de vida y el IPC, lo cual en la práctica, además de aceptar la rebaja del salario real, fomenta la peligrosa idea de que basta respetar cada año el incremento en los índices de inflación o IPC y por tanto se hace innecesaria la lucha directa de los obreros. Así la política sindical burguesa pervierte, desvirtúa, paraliza y anula la lucha de resistencia de los obreros por un verdadero aumento de salarios.

Es necesario entonces Reestructurar el Movimiento Sindical en la independencia de clase, en la política revolucionaria del proletariado, para que sirva verdaderamente a la lucha por la defensa de los intereses obreros, a la resistencia efectiva contra la superexplotación capitalista, y contribuya a elevar la conciencia de las bases obreras sobre la necesidad de luchar no solo contra las consecuencias de la superexplotación, sino contra sus causas hasta suprimirlas y barrer para siempre de la faz de la tierra toda forma de explotación del hombre por el hombre.

En el terreno de los partidos, contrario a la política reformista y oportunista que se limita a solicitar un miserable aumento del salario mínimo para no afectar las ganancias de los capitalistas, la política revolucionaria del proletariado, la política de los comunistas es atacar directamente la ganancia del capital luchando por un alza general de salarios que verdaderamente beneficie a los trabajadores asalariados.

En el terreno del Movimiento Sindical, contra el contubernio de los jefes sindicales vende-obreros con los patronos y el gobierno, los obreros de base principalmente los afectados por los leoninos contratistas temporales, se organizan y luchan espontáneamente para resistir a las condiciones de la superexplotación, pero todavía lo hacen dispersos por empresas incluso en sindicatos separados en la misma empresa; todavía lo hacen inconscientes de la necesidad de oponerle a la superexplotación, la lucha por un alza general de salarios, consigna defendida expresamente por los obreros y revolucionarios impulsores de la Reestructuración del Movimiento Sindical.

En el terreno del Movimiento de Masas, contra la política desmovilizadora, conciliadora y pacifista de las llamadas «mesas de trabajo», se levanta, avanza y generaliza la rebelión del pueblo colombiano en Huelgas Políticas de Masas, todavía dispersas, locales y muchas veces apaciguadas por la influencia de los jefes politiqueros y oportunistas, pero son Huelgas Políticas de Masas que tienen su expresión más consciente en la Plataforma levantada por los Comités de Lucha, y en la cual se destaca entre sus reivindicaciones la lucha por un alza general de salarios.

Es pues hora de unificar estas expresiones en una sola y única lucha por un alza general de salarios, que ya no es una simple lucha de resistencia económica, sino una lucha política porque defiende el salario de interés general para todos los explotados, contra la ganancia principal interés de todos los explotadores. Se entiende entonces que sólo pueden ser partidarios de la lucha por un alza general de salarios, los proletarios, los asalariados, los semiproletarios o campesinos pobres, y también los pequeños y medianos propietarios de la ciudad y del campo que a la vez que explotan trabajo ajeno se ven forzados a trabajar.

Pero no se puede olvidar que aunque el alza general de salarios mejora la situación de la clase obrera y del pueblo colombiano, ésta no es la finalidad de la lucha, sino la necesidad inmediata para evitar que el hambre lleve a la degradación física y espiritual de los asalariados, y por el contario recuperen fuerza, energía, capacidad de lucha y organización como parte del entrenamiento para derrocar el poder político de los explotadores y abolir para siempre la esclavitud asalariada, rumbo que debe tener la lucha actual por un alza general de salarios para que verdaderamente sea una lucha revolucionaria.

Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm)

Luchar por un alza general de salarios significa luchar por elevar el salario real de toda la clase obrera, e incluso de todos los trabajadores, luchar por rebajar el hambre y la miseria, y mejorar las condiciones de vida de los asalariados, a cuenta de rebajar la cuota de ganancia que se embolsa toda la burguesía también en medio de la crisis económica.

Luchar por un alza general de salarios en plena crisis económica es la mejor defensa de los obreros contra los costos que el capitalismo imperialista les transfiere de la crisis, pues mientras exista explotación asalariada siempre producirá plusvalía, repartida en ganancia para la burguesía, renta para los terratenientes, intereses para el capital financiero; repartición en la cual el capital imperialista monopoliza los principales beneficios.

Luchar por un alza general de salarios no implica ni conlleva a un aumento en los precios de las mercancías, como falsa y estúpidamente lo difunden los burgueses y sus corifeos oportunistas. El precio de las mercancías refleja su valor, determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas.

Luchar por un alza general de salarios no perjudica, sino que favorece a los desempleados, porque ellos dependen de los obreros en activo que reciben salario; porque un alza general merma la competencia obrera por las horas extras y por la doble jornada, y obliga al capitalista a contratar más fuerza de trabajo.

Luchar por un alza general de salarios es el puntal de la lucha de resistencia contra la superexplotación, que hoy se ha convertido en urgente necesidad para impedir la degradación física y espiritual del proletariado, que en el fondo amenaza su capacidad material y espiritual para luchar por el poder político.

Luchar por un alza general de salarios es colocar a prueba la correlación de fuerzas con la burguesía para disminuir la plusvalía que obtiene como clase, disminución que equivale a aumentar el salario para el proletariado como clase, en un monto o porcentaje que sólo depende de la unidad consciente de los obreros, de su organización independiente de politiqueros y oportunistas, y de su lucha revolucionaria dirigida por los comunistas.

Luchar por un alza general de salarios es parte constitutiva tanto de la Plataforma de lucha por la reestructuración del movimiento sindical, como de Plataforma de la huelga política de masas, para arrancar por la fuerza las reivindicaciones del pueblo al Estado representante de todos los explotadores.

Luchar por un alza general de salarios es parte de toda la lucha general de la clase obrera por su completa emancipación, ya no únicamente contra la superexplotación, sino para extirpar de raíz la causa de toda la explotación capitalista: la propiedad privada sobre los medios de producción, y retornarlos a los trabajadores bajo la forma de propiedad socialista. Sólo en esa perspectiva socialista, teniendo como horizonte la destrucción del Estado burgués y la supresión del régimen de la esclavitud asalariada, se puede hablar de lucha revolucionaria por los salarios.

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