La Farisaica Beneficencia De Los Burgueses

La Farisaica Beneficencia De Los Burgueses 1

Como de vez en cuando lo hace la burguesía, algunos de sus más encopetados representantes, entre ellos los adinerados parásitos Ardila Lulle y el banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo, sacaron pecho en las redes y canales televisivos, recibieron abrazos de los gobernantes, bendiciones de los curas y pastores, aplausos y entrevistas de las cotorras de los medios oficiales donde se ufanaron de su vida honrada dedicada al trabajo y a servir a los colombianos.

¿Acaso su gran capital proviene de SU trabajo? ¡¡¡No!!! Ha sido acumulado gracias al trabajo gratis, al tiempo no remunerado al obrero en la jornada de trabajo, o más exactamente a la plusvalía que produce todo el proletariado en ese tiempo de la jornada no pagado, y que se divide en intereses para los capitalistas banqueros, ganancias para los capitalistas industriales y rentas para los capitalistas terratenientes.

La plusvalía es la médula de la explotación asalariada, y por ende, el trabajo obrero es una milagrosa fuente de riqueza, que jamás se menciona en los contratos de trabajo, ni en los códigos laborales, porque es muy peligroso que los obreros comprendan que no es el patrón quien los sostiene, sino ellos con su fuerza de trabajo remunerada con un mísero salario, son quienes sostienen y enriquecen cada día más a los dueños del capital que no trabajan, porque viven de explotar trabajo ajeno. ¡No han servido a los colombianos! ¡Han parasitado a cuenta del trabajo del pueblo colombiano!

Y ahora, esos malditos parásitos ahítos de capital, salen a posar de dadivosos, de misericordiosos, de benefactores de los pobres.

Así ha sucedido desde hace siglos, como se lee en el siguiente pasaje de “La situación de la clase obrera en Inglaterra” (una de las obras clásicas de Federico Engels escrita en 1845 y cuyo archivo digital queda disponible para los lectores).

“No se crea, sin embargo, que el inglés «instruido» muestre tan abiertamente ese egoísmo. Al contrario, lo cubre con la más baja hipocresía. ¿Cómo los ricos ingleses, no habían de pensar en los pobres, ellos que han erigido institutos de beneficencia, como en ningún otro país? ¡Sí, institutos de beneficencia! ¡Como si al proletario le fuese de utilidad que vosotros le chupéis la sangre hasta la última gota, para poder ejercitar vuestros pruritos de vanidosa y farisaica beneficencia, y mostraros ante el mundo cual potentes benefactores de la humanidad, cuando restituís al desangrado la centésima parte de lo que le pertenece! Beneficencia que envilece más al que la hace que al que la recibe; beneficencia que echa aún más en el polvo al aplastado; beneficencia que pretende que el paria, degradado y arrojado fuera de la sociedad, deba renunciar a su último derecho de humanidad, deba mendigar la clemencia de la burguesía, para que ésta tenga la bondad de imprimir en la frente del pobre, con la limosna, la marca de la degradación”.

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