El Corrupto Zar Anticorrupción, las Ilusiones Reformistas y la Revolución

El Corrupto Zar Anticorrupción, las Ilusiones Reformistas y la Revolución 1

No es un hecho fortuito que el zar anticorrupción resultara ser otro pillo corrupto. Luis Gustavo Moreno Rivera fue nombrado por el Fiscal Néstor Humberto Martínez como el nuevo Director Nacional Anticorrupción de la Fiscalía hace apenas 9 meses y era apenas natural que este bribón, hoy encarcelado por sobornar al exgobernador Lyons Muskus, usara los mismos métodos de su mentor, quien es una ficha directa del monopolista Luis Carlos Sarmiento Angulo, el parásito más rico del país y representante mayor de la podredumbre general de sus instituciones.

El escándalo del zar anticorrupción y los hilos que manejan la Fiscalía son otra prueba más de que bajo el capitalismo, el poder político va de la mano del poder del capital. El monopolio de los negocios se asegura en este sistema en decadencia, con el dominio del poder del Estado, por ello ningún funcionario de peso e institución pública importante pueden estar ajenos a los intereses de la clase minoritaria, explotadora y dominante.

De ahí que cualquier fórmula de control político, de administración rigurosa del Estado es una burla y se convierte en tapadera para esconder a quien ejerce realmente el poder. Ingenuo es quien piensa que la voluntad de la mayoría de desposeídos se puede imponer por la “vía democrática” pasando por encima de la dominación política y económica de la minoría capitalista.

La única manera de que el pueblo colombiano se haga valer como mayoría trabajadora, es con la lucha directa y revolucionaria, y definitivamente bajo la Dictadura del Proletariado ¡Sí! Porque ella es la Dictadura de la mayoría, de los obreros y campesinos, contra la minoría explotadora. Porque mientras en el Estado burgués la burocracia es una minoría privilegiada, para garantizar que sirva a los intereses del capital, en un Estado proletario, construido sobre las ruinas del Estado burgués, las instituciones serán ejecutivas y legislativas a la vez, los funcionarios no tendrán privilegios, ni en la estabilidad de sus cargos, ni en el monto de sus sueldos. Mucho menos tendrán libertad para monopolizar las decisiones y tramar a favor del interés individual porque tendrán el control efectivo del pueblo en armas. Bajo un gobierno así, con funcionarios elegibles y removibles en cualquier momento, con salarios iguales al de cualquier obrero, fácilmente se destituirán los seguidores del camino capitalista, se removerán los corruptos, los zánganos, los tiranuelos, discriminadores y opresores de las masas.

Bajo el nuevo Estado de obreros y campesinos, el ejercicio del poder no estará separado de las masas. Cualquier persona corriente podrá ejercer funciones públicas (reducidas a la ejecución del mandato de las asambleas y bajo su control), no como es hoy, donde aspirar a un cargo del Estado, solo es posible mediante la participación en la putrefacta maquinaria política de los partidos burgueses. La tal meritocracia para estos cargos, tan hipócrita hoy, dejará de existir como barniz para tapar el reparto de los puestos entre los grandes politiqueros burgueses. En un Estado de Dictadura del Proletariado, un cargo estatal será transitorio para cualquier ciudadano, de tal manera que la sociedad no dependa de una capa reducida de individuos para administrar sus destinos.

Los privilegios de los funcionarios públicos y la sucesión de poderes entre familias y amigos hoy tan común en el putrefacto Estado capitalista colombiano, donde no más de 6 familias se han rotado el poder por décadas, donde un Fiscal corrupto es compinche del hombre más rico del país, y aquel nombra a su vez un tal «zar anticorrupción», tan corrupto como ellos… toda esta podredumbre dejará de existir en un Estado de Dictadura del Proletariado, porque las decisiones serán tomadas por iniciativa directa de las masas, porque la dirección de los destinos del país se decidirá en las asambleas obreras y campesinas, desde los barrios populares, las fábricas y grandes centros de producción, y no desde los clubes privados de la burguesía ni en las altas entidades del Estado alejadas de las amplias masas como ocurre hoy.

El Estado capitalista no está hecho para garantizar los intereses de la mayoría y la libertad del pueblo como dicen los capitalistas y repiten sus secuaces. Es una maquinaria de dominación de la ínfima minoría opresora y explotadora sobre la inmensa mayoría trabajadora. Por el contario, el Estado de Dictadura del Proletariado, está hecho para garantizar el dominio de la mayoría sobre la minoría que se resiste a dejar sus privilegios de explotar, acaudalar y oprimir; es un Estado necesario para garantizar la transición al comunismo y llevar la sociedad a la verdadera emancipación. Por eso la revolución es la solución a la corrupción.

Reformar el Estado burgués, «moralizar» sus instituciones, recaudar firmas para sacar a los funcionarios malos y corruptos y elegir a los «buenos y honrados», es una ilusión de la pequeña burguesía que solo contribuye a engañar al pueblo y a prolongar la existencia del Estado pestilente que debe ser destruido mediante la violencia revolucionaria de las masas.

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