DESECHAR LAS ILUSIONES DE LOS DEMÓCRATAS BURGUESES

DESECHAR LAS ILUSIONES DE LOS DEMÓCRATAS BURGUESES 1

La indignación causada por la corrupción de la burocracia estatal ladrona, manifiesta en los casos de los carteles de la contratación tipo Nule, Odebrecht y Reficar, por mencionar solo unos cuantos; los vicios de la rancia democracia burguesa que contaminan la sociedad con la podredumbre de los politiqueros; la apestosa costra burocrática que legisla en contra de las masas populares para mantener sus asquerosos privilegios; el compromiso abierto de los funcionarios del establecimiento con los grandes burgueses y monopolios… vuelve a convertirse en terreno abonado para que prosperen los viejos remedios de los demócratas burgueses.

Todos los politiqueros en campaña para el año entrante se rasgan las vestiduras prometiendo moralizar las instituciones, desde los cavernarios uribistas hasta los falsos revolucionarios del MOIR, pasando por los liberales, los demócratas del Polo Democrático, los Progresistas, los Verdes… incluyendo las «iniciativas ciudadanas» que se proponen recolectar 10 millones, 8 millones y 5 millones de firmas para convocar un referendo que moralice el parlamento.

Detrás de las «novedosas» iniciativas de las firmas están consumados politiqueros como Claudia López, corruptos como Jorge Iván Ospina y chanchulleros como Sergio Fajardo, así como se escoden las aspiraciones de los nuevos politiqueros, entre ellos algunos impulsores de lo que queda del Movimiento E24 y del grupo No a la Reforma Tributaria, quienes trataron de pescar incautos para sus mezquinos fines con el cacerolazo del 3 de enero y las manifestaciones del 22 de enero contra la reforma laboral, actuación desleal que ha conducido a su fracaso y desaparición.

Aunque con algunas diferencias, las «iniciativas» de las firmas tienen en común una propuesta de reforma que contiene establecer un límite de períodos para los elegidos en las corporaciones; publicar anualmente las declaraciones de todos los elegidos por voto popular; obligar a los congresistas a rendir cuentas sobre su gestión de manera periódica y detallada; obligar a que en el presupuesto de inversión municipal, departamental y nacional se desglosen y prioricen en audiencias públicas; terminar los contratos entre el Estado y las personas condenadas por delitos contra la administración pública; rebajar el salario a los congresistas y altos funcionarios del Estado.

Este tipo de «iniciativas» y propuestas no son nuevas. De hecho ya en el parlamento han circulado decenas de ellas presentadas por los mismos politiqueros corruptos y no ha pasado nada. Esta vez no será diferente, por cuanto los privilegios de la burocracia y la corrupción son inherentes al Estado burgués; una máquina de dominación al servicio exclusivo de los explotadores. Por consiguiente tales iniciativas «novedosas» son un engaño para las personas que honradamente quieren acabar con la putrefacción estatal.

Vivimos en la época del imperialismo, en la época en que reinan el capital parásito financiero y los grandes monopolios; por tanto el Estado es un instrumento en manos suyas para garantizar y defender sus privilegios en contra de la mayoría de la sociedad. La vieja democracia burguesa, que siempre fue dictadura de la burguesía, ha dado paso a la dictadura de los monopolios que solo puede ser reemplazada por la dictadura del proletariado, la democracia directa de los obreros y los campesinos armados. De ahí que las iniciativas que hoy se presentan al pueblo como novedosa salida a la podredumbre estatal, no solo son inocuas sino además reaccionarias.

Inocuas porque así lograran los millones de firmas, quien las cuenta y certifica son los funcionarios al servicio de los monopolios; porque así lograran que se convocara el referendo, quien financia las campañas son los monopolios; porque incluso así los monopolios aprovecharan la oportunidad para dar la apariencia hipócrita de moralidad y ganara el referendo, la propia maquinaria del Estado, en manos de los monopolios, se inventaría la forma de reestablecer los privilegios de la burocracia y la corrupción de los funcionarios estatales, porque son los monopolios corruptos el poder detrás del poder.

Son propuestas reaccionarias porque la democracia burguesa ya dio todo lo que tenía para dar, dejando en claro que el sufragio universal, característico de la dictadura burguesa, no puede expresar realmente la voluntad de la mayoría ni garantizar su efectividad práctica, como demuestran más de 100 años de democracia en Colombia: democracia para los ricos holgazanes y dictadura contra los pobres que trabajan. Donde las elecciones no son más que la autorización que los explotadores les brindan a los oprimidos para decidir cada cuatro años qué miembros de la clase opresora han de aplastarlos desde el parlamento y el gobierno.

Por consiguiente, tales iniciativas solo sirven para poner un velo y encubrir la feroz dictadura de los potentados; a la vez que siembra falsas ilusiones en el pueblo contribuyendo a perpetuar la dominación de los explotadores, la agonía de su oprobioso sistema y la podredumbre de sus instituciones. El poder real del pueblo no está en la «iniciativa ciudadana» que proclaman los demócratas burgueses, sino en las fuerza poderosa de los trabajadores que demostraron recientemente en Rumanía cómo hacer retroceder a los corruptos: con la lucha revolucionaria en las calles.

La solución definitiva a los males del viejo y podrido Estado de los explotadores es su destrucción: «muerta la perra, acabada la chanda», dirían los campesinos. Destruirlo para sustituirlo por un nuevo tipo de Estado sin burocracia, sin ejército y sin policía permanentes, sustentado por los trabajadores armados. Un estado sin burocracia, barato y eficiente donde los funcionarios sean elegibles y removibles en cualquier momento; con salarios iguales al de un obrero; con instituciones legislativas y ejecutivas al mismo tiempo. En esa dirección marcha la sociedad y la obligación de quienes de verdad quieren cambiar el orden de cosas actual es contribuir a ello conscientemente, desechando las ilusas pretensiones de los demócratas burgueses.

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