LAS MUJERES DE LA COMUNA

LAS MUJERES DE LA COMUNA 1

Decía Carlos Marx que “Cualquiera que conozca algo de historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino”, y la revolución de la Comuna de París confirmó a plenitud esta verdad, donde el valor y heroísmo de las mujeres les acarreó el violento odio de la burguesía descargado como persecución, cárcel, destierro y fusilamiento, siendo acusadas por el gobierno con la despectiva denominación de les pétroleuses (las incendiarias).

Ya desde la Revolución Francesa en 1789 quedó en evidencia el gran peso e importancia desempeñado por las mujeres en las revoluciones de la época del capitalismo: participan en la lucha, esgrimen sus propias reivindicaciones políticas, construyen organizaciones para exigir la defensa de los derechos de la mujer… si bien, toda su lucha en aquella época estaba todavía restringida al contenido de clase de la revolución burguesa, y por tanto, la emancipación de la mujer no sobrepasaba el marco burgués de la igualdad formal, es decir, el marco de la opresión y desigualdad real.

En cambio, la participación de las mujeres en las insurrecciones obreras de 1848, ya se correspondía con un contenido diferente, porque ellas formaban parte de la clase de los obreros modernos, que a su vez había dado importantes pasos hacia su configuración como clase independiente (con la Liga de los Comunistas, como organización internacional; y el Manifiesto del Partido Comunista, como programa propio). Desde aquella época el deslinde entre el socialismo científico marxista y el socialismo pequeñoburgués de Proudhon, se hizo extensivo a la concepción sobre el papel de la mujer: mientras para el marxismo era necesaria e inevitable la participación de la mujer en la lucha revolucionaria, pues su verdadera emancipación sólo es posible como parte de la emancipación del trabajo asalariado; para el mutualismo proudhoniano la mujer debía ser relegada exclusivamente a las labores del hogar, llegando a tal extremo, que (dice Allan Todd en “Las revoluciones 1789-1917”) “Cuando Jeanne Déroin [mujer costurera de profesión y militante de izquierda] propuso presentarse como candidata demócrata en las elecciones de mayo de 1849, P. J. Proudhon la declaró no apta porque los órganos que las mujeres poseen para alimentar a los bebés no las hacen apropiadas para el voto; ella respondió pidiéndole que le mostrara el órgano masculino que le facultaba para el voto”.

La participación revolucionaria de las mujeres en la Comuna de París, fue especialmente destacada, debido a su experiencia en anteriores revoluciones, y a la claridad de su papel y avance de su organización, en lo cual influyó decididamente la actividad de la Asociación Internacional de los Trabajadores, que en noviembre de 1869 había cristalizado en la creación de la Cámara Federal de las Sociedades Obreras y la Federación de las Secciones Parisienses de la Internacional, al tiempo que (comenta Encarna Ruíz Galacho en “La Comuna de París y la doctrina marxista del Estado”) “…el internacionalista Eugene Varlin y sus camaradas, al fundar en 1866 la Sociedad de los Obreros Encuadernadores de París, inscribe en los estatutos la igualdad de los derechos de la mujer obrera. Más adelante, en julio de 1869, las obreras del devanado y la torsión de la seda y las ovalistas, que mantendrán una huelga exitosa, se constituyen en sección de la Internacional”.

El 18 de marzo de 1871 cuando estalla la revolución obrera, fueron las mujeres las primeras en alertar sobre la intención del ejército de Thiers de apoderarse de los cañones de Montmartre. Fueron las mujeres quienes se plantaron frente a las tropas del gobierno, impidiendo con sus cuerpos la movilización de los cañones. Fueron las mujeres quienes incitaron al proletariado y a la Guardia Nacional a salir en defensa de los cañones, que significaba la defensa de París. Dice Allan Todd: “En concreto, las mujeres trabajaron en fábricas de armas y municiones, hicieron uniformes y dotaron de personal a los hospitales improvisados, además de ayudar a construir barricadas. A muchas se las destinó a los batallones de la Guardia Nacional como cantinières, donde se encargaban de proporcionar alimentos y bebida a los soldados de las barricadas, además de los primeros auxilios básicos. En teoría, eran cuatro las cantinières destinadas a cada batallón, pero en la práctica solían ser muchas más. Por otra parte, abundantes datos muestran que muchas mujeres recogieron las armas de hombres muertos o heridos y lucharon con gran determinación y valentía. También hubo un batallón compuesto por 120 mujeres de la Guardia Nacional que luchó con valentía en las barricadas durante la última semana de la Comuna. Obligadas a retirarse de la barricada de la Place Blanche, se trasladaron a la Place Pigalle y lucharon hasta que las rodearon. Algunas escaparon al Boulevard Magenta, donde todas murieron en la lucha final”.

En la Comuna de París las mujeres no se organizaron con el carácter de “movimiento feminista” ni tampoco elaboraron un programa con “reivindicaciones feministas”, y si bien organizaron cooperativas, sindicatos y clubes específicos para las mujeres (Comité de Mujeres para la Vigilancia, Club de la Revolución Social, Club de la Revolución, Unión de Mujeres para la Defensa de París y la Ayuda a los Heridos, fundada por miembros de la Internacional), lo más importante fue su participación como mujeres obreras y en organizaciones obreras, donde reivindicaron la igualdad de derechos (Club de los Proletarios, Club de los Librepensadores, las Secciones de la Internacional y la misma Comuna).

Entre las mujeres revolucionarias de la Comuna de París se destacan: Elizabeth Dmitrieff quien a los 17 años se afilió a la Internacional y fue una de las siete del Comité Ejecutivo de la Unión de Mujeres; “…André Léo responsable de la publicación del periódico La Sociale; Beatriz Excoffon, Sophie Poirier y Anna Jaclard, militantes del Comité de Mujeres para la Vigilancia; Marie-Catherine Rigissart, que comandó un batallón de mujeres; Adélaide Valentin, que llegó al puesto de coronel, y Louise Neckebecker, capitán de compañía; Nathalie Lemel, Aline Jacquier, Marcelle Tinayre, Otavine Tardif y Blanche Lefebvre, fundadoras de la Unión de Mujeres, siendo la última ejecutada multitudinariamente por las tropas reaccionarias, y Joséphine Courbois, que luchó en 1848 en las barricadas de Lyón, donde era conocida como la reina de las barricadas. Se debe citar aún a Jeanne Hachette, Victorine Louvert, Marguerite Lachaise, Josephine Marchais, Leontine Suétens y Natalie Lemel” (Silvio Costa “La Comuna de París y las Mujeres Revolucionarias”).

Pero sin duda la mujer revolucionaria más conocida de la Comuna de París fue Louise Michel, fundadora de la Unión de Mujeres para la Defensa de París de apoyo a los Heridos y miembro de la I Internacional. Fue maestra, hija natural de una sirvienta. Participó en el Club de la Revolución y sus milicias, comandando un batallón femenino que combatió en las barricadas de París. En el juicio fue ejemplo de firmeza y convicción revolucionaria, rechazó los abogados designados y presentó su propia defensa, como la defensa de la causa de la Comuna: “No quiero defenderme. Pertenezco toda a la Revolución Social. Declaro aceptar la responsabilidad de mis actos (…) lo que exijo de vosotros… es el campo de Satory, donde ya cayeron mis hermanos. Es preciso separarme de la sociedad, les dijeron que lo hicieran, pues bien! El Comisario de la República tiene razón. Ya que, según parece, todo corazón que bate por la libertad sólo tiene derecho a un poco de plomo, exijo mi parte! Si me dejáis vivir, no cesaré de clamar venganza y de denunciar, en venganza de mis hermanos, a los asesinos de la Comisión de las Gracias”. Fue desterrada por 10 años a Nueva Caledonia, en donde se unió a la lucha por la independencia política de esa colonia francesa; en 1898 escribió “Memorias de la Comuna”; muere en 1905 mientras daba una conferencia a trabajadores en Marsella, y es enterrada envuelta en el estandarte de la Comuna de París.

“…hay pruebas —dice Allan Todd— que indican que, durante los últimos días, las mujeres aguantaron más tiempo tras las barricadas que los hombres. En total, se sometió a 1.051 mujeres a consejos de guerra, realizados entre agosto de 1871 y enero de 1873: a ocho se las sentenció a muerte, a nueve a trabajo forzados y a 36 a su deportación a colonias penitenciarias”.

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